ORIENTE MEDIO // LA ONG INVISIBILIZA SISTEMÁTICAMENTE A LAS VÍCTIMAS CIVILES DEL CONFLICTO
La complicidad de Human Right Watch con la guerra de Afganistán

Los autores de este artículo, profesores e investigadores
estadounidenses, documentan la complicidad de la
ONG Human Right Watch en la ocultación de víctimas
civiles y en la justificación de la guerra de Afganistán.

04/03/08 · 0:00
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PROYECTILES Y MINAS ANTIPERSONALES. Un grupo de niños es instruido sobre qué hacer al encontrarse estas armas tras años de guerra / Abdullah

De acuerdo con Marc Garlasco,
actual analista militar
de Human Rights
Watch (HRW), la fuerza
aérea de EE UU ha perfeccionado
tanto su puntería que ahora sólo
mueren los “chicos malos”. Naturalmente,
se trata de una vieja parábola
en la “venta de las guerras modernas
por parte de EE UU”, según la cual,
el armamento guiado de precisión
supuestamente ahorra civiles. Entre
los primeros ponentes de este mito
se hallan William Arkin (del Washington
Post) y el coronel en la reserva
MacKubin Owens. El coronel
Owens describió así en noviembre
de 2001 los bombardeos estadounidenses
sobre Afganistán: “En cierto
modo es una aproximación inmaculada
a la guerra”. Salon.com ha citado
recientemente a Garlasco, quien
afirmaba que desde junio de 2007 no
había “visto ningún suceso de bajas
civiles en Afganistán”.

Pero basta una rápida ojeada al
Proyecto Memorial de Víctimas Afganas,
para confirmar que ha habido
cientos de víctimas civiles en Afganistán
desde el 1 de julio de 2007.
En el programa 60 Minutes de la
cadena CBS Garlasco respondió al
entrevistador Scott Pelley: “No creo
que la gente sepa valorar de veras
las acrobacias que tiene que hacer
el Ejército de EE UU para asegurarse
de que no mata a civiles”. El
entrevistador preguntó: “Si se toman
tantas precauciones, ¿por qué
están matando a tantos civiles?”.
“Porque los talibanes están violando
las leyes internacionales”, responde
Garlasco, “y porque EE UU
no dispone allá de suficientes tropas.
Por un lado, los talibanes se
refugian en las casas de la gente.
Por otro, hay un reducido número
de efectivos sobre el terreno. Y a
veces lo único que pueden hacer es
lanzar bombas”.

Tom Malinowski, director de la
Oficina de Washington de HRW, declaró
que el objetivo de su organización
“no es acabar con la guerra; se
trata de cambiar la manera en la que
los Ejércitos hacen la guerra”.

‘Daños colaterales’

El Ejército de EE UU y HRW operan
con una conveniente ficción según
la cual la pretendida intención y discriminación
son de veras atributos
de lo que hace el Ejército de EE UU
cuando empieza a matar “combatientes”
en teatros de guerra. Alegar
que las víctimas producidas involuntariamente
son “daños colaterales”
permite a los atacantes defender la
pureza de su intención, aunque el
resultado sea asesinar a un número
indeterminado de víctimas. Ésta es
la hoja de parra tras la que Marc
Garlasco se esconde con sus siete
años al servicio del Ejército de EE
UU, la misma hoja de parra tras la
que HRW lamenta “errores” en los
objetivos, aunque aceptando la empresa
militar en su sentido más amplio.

¿Pero por qué iba a querer una
‘organización pro derechos humanos’
seguir al Pentágono y aceptar
esta cínica aproximación a los crímenes
de guerra de EE UU? La respuesta
es que, como mínimo en estos
temas, HRW sirve menos como
una organización de derechos humanos
y más como un adjunto de
los criminales.

En informaciones diferentes para
New York Times y Washington Post
en julio de 2003, el jefe de Estado
Mayor de la Fuerza Aérea de EE UU,
General Michael Moseley, afirmó:
“Se ha solicitado a los comandantes
de la guerra aérea que obtengan la
aprobación del secretario de Defensa
Donald Rumsfeld, si se prevé que algún
ataque aéreo pueda producir
más de 30 bajas civiles”. La misma
información se reflejaba en el portal
Salon.com: “A principios de la guerra
de Iraq en 2003, había un número
que fue crucial para los oficiales
del Ejército de EE UU cuando planeaban
ataques aéreos. ‘El número mágico
era el 30’, dijo Marc Garlasco,
que era el supervisor de objetivos de
alto valor del Pentágono cuando empezó
la guerra. ‘Esto significa que si
calculas en 30 la cifra anticipada de
civiles muertos, la propuesta de ataque
debe ir a parar a Rumsfeld o a
Bush para que la sancionen en persona’.
Si la cifra prevista de muertes
civiles era inferior a 30, ni el presidente
ni el secretario de Defensa necesitaban
saberlo”.

Garlasco eludió compartir con
Salon.com el hecho que su antiguo
jefe nunca rechazó ese tipo de objetivos
recomendados. “Todos esos
blancos fueron atacados con el
tiempo a lo largo de la guerra”, según
The Post, “pero las fuerzas de
EE UU no han determinado cuántos
[civiles] murieron en el proceso,
y no tienen previsto hacerlo”.
Las estimaciones de cuántos objetivos
de ese tipo hubo bajo esa categoría
oscilan de 40 a 50.
Todo esto representa los procedimientos
operativos habituales para
el Ejército de EE UU, dada la inmunidad
de la que gozan ante la legislación
internacional. Pero que
un practicante del navío sea bienvenido
en HRW es motivo de preocupación.

Ningún defensor real de
los derechos humanos distinguiría
entre víctimas “chicos malos” y víctimas
inocentes. En realidad, esas
distinciones se detallan en las leyes
de la guerra. Pero dichas leyes se
suponen para los que hacen la guerra
y preservan los derechos de los
Estados en relación en la contienda.
La defensa de los derechos humanos
es algo muy diferente. Si,
por otro lado, HRW está empapada
de una mentalidad en la que los
“inocentes” no merecen morir bajo
las bombas de EE UU (incluso
si al fin y al cabo esos objetivos son
“errores” perdonables), pero sí lo
merecen los “chicos malos”, entonces
HRW debería reconocer
que su defensa incluye la guerra
llevada a cabo por EE UU y declararlo
explícitamente.
Como apuntaba Marc Garlasco:
“El ataque aéreo debe continuar”.
¡Bombas fuera!

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