ORIENTE PRÓXIMO
La clave jihadista asoma en Líbano

La aparición de la milicia Fatah al-Islam apunta a una
radicalización de los grupos islamistas en la zona, acentuada
por las políticas de las potencias occidentales.

07/06/07 · 0:00
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La compleja situación del
Líbano y de toda la región
se ha visto acentuada estos
días por los enfrentamientos
armados en torno al campamento
de refugiados palestino de Nahr
al-Bared. La aparición pública del
grupo Fatah al-Islam tuvo lugar a finales
del año pasado, pero han sido
sus combates con el Ejército libanés
los que le han otorgado las primeras
páginas de muchos medios.

Y con ese descubrimiento algunos
parecen ver por primera vez la presencia
de tendencias jihadistas organizadas
en Líbano, al tiempo que no
dudan en calificar a esos grupos como
meros apéndices de al-Qaeda.
Sin embargo, la existencia de este tipo
de organizaciones no es nueva, ni
en Líbano ni en Jordania, y puede
que incluso en Palestina se estén gestando
movimientos encaminados a
su formación, y si no lo han hecho
todavía, se debería al alto grado de
motivación ideológica que mantiene
buena parte de los palestinos, centrados
en la liberación de su pueblo.

La utilización interesada de este tipo
de grupos en el pasado, principalmente
por parte de EE UU y sus aliados,
también añade sombras a lo que
puede estar moviéndose tras estos
acontecimientos. La manipulación
de grupos islamistas con fines políticos
desde Washington se ha sucedido
en Afganistán, en Iraq, y en cierta
manera en Palestina también.

El escenario libanés ha conocido
organizaciones como Usbat-al-Ansar
(la liga de los partidarios), Takfir al-
Hijra (extirpación de la herejía) o
Tanzim (la organización de al-
Qaeda en Líbano, que manteniendo
agendas propias no han dudado en
acogerse en ocasiones al paraguas
ideológico que otorga al-Qaeda,
quien a su vez se sirve de estos grupos
para profundizar y llevar a delante
su estrategia regional.

Hace ya algún tiempo que los teóricos
del mundo jihadista publicaron
sus intenciones, y señalaron
que para enfrentarse directamente
a Israel era preciso primeramente
“infiltrarse en países vecinos como
Siria y Líbano”, previendo así mismo
que EE UU o Israel lancen un
ataque contra Irán.

La frágil estabilidad libanesa, la difícil
situación humanitaria y económica
del pueblo palestino, la falta de
un desarrollo y de un sistema educativo
o sanitario en amplios sectores
de las poblaciones locales o un abandono
absoluto en situaciones de pobreza
socio-económica son el caldo
de cultivo idóneo para que los grupos
jihadistas se asienten.

En el caso palestino, esas organizaciones
cuentan con que la estrategia
de Hamás y el proceso político de
ésta acaben fracasando, lo que junto
a la deteriorada imagen de al Fatah
puede permitirles superar los obstáculos
que hasta ahora han encontrado
entre la población de Palestina y
fragmentar su fortaleza ideológica.

A nivel regional observamos que
Siria asiste a un sinfín de presiones
externas e internas que le hacen cada
día encontrarse en una situación
ideal para “infiltrar grupos jihadistas”
que operarían contra el Gobierno
sirio, en primer lugar, para a continuación
utilizar el país como base o
lanzadera hacia otros lugares. El teatro
libanés no se escapa a esa complejidad
que sirve en determinados
momentos a los intereses jihadistas,
con enfrentamientos y tensiones en
amplias capas de la estructura social,
política y religiosa. Iraq ha pasado a
ocupar el lugar que hace años tuvo
Afganistán, convirtiéndose en el
campo de entrenamiento perfecto
para que los militantes jihadistas regresen
a sus lugares de origen con
preparación militar e ideológica.

Finalmente, el pulso en torno a Irán
también entra dentro de los planes
de tensionamiento deseado por esas
organizaciones.
La actuación de actores internacionales
parece querer “apagar el
fuego con napalm”. Las presiones sobre
Hamás y la población palestina
en forma de boicot y embargos; el
apoyo indisimulado a las políticas
sionistas de Israel; la ocupación de
Iraq y Afganistán o las presiones sobre
Irán no hacen sino radicalizar a
amplios sectores de esos países, algunos
de los cuales no dudarán en
girar su vista hacia alternativas tan
peligrosas como al-Qaeda.

El factor palestino es clave para
todos los actores, regionales o internacionales.
La solidaridad que la
calle árabe y musulmana muestra
hacia la causa palestina discurre en
la dirección opuesta a la que defienden
sus dirigentes. Las muestras de
apoyo son evidentes en cualquier
país de la región, desde la simpatía
abierta en Jordania, la sonrisa cómplice
en los pueblos del sur libanés
o los jóvenes y mayores que se
acercan en Teherán a una plaza para
lanzar piedras contra lo que representa
la ocupación sionista de
Palestina. Y eso el movimiento jihadista
lo sabe, y no dudará en
aprovecharse de ello.

Tags relacionados: al-Qaeda Fatah
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