El autor destripa el
discurso tecnocientífico a
favor de los transgénicos
que tumbó la proposición
no de ley para declarar
España como zona libre
de transgénicos a finales
del año pasado.
La retórica tecnocientífica
que impregna el desarrollo
de los cultivos transgénicos
tan sólo constituye el envés
de un discurso que, al promover una
tecnologización de los problemas,
descontextualiza social y medioambientalmente
el propio modelo agrícola
intensivo que irrumpe con la
agrobiotecnología. Los discursos de
la innovación tecnológica y del control
científico vienen a conformar,
en su interrelación, un escenario
que se presenta como necesario y
considera toda crítica de dicho modelo
como antidesarrollista.
La palabra clave es la coexistencia.
La retórica tecnocientífica que
atraviesa a la agrobiotecnología nos
viene a decir que los cultivos transgénicos
tan sólo son un modelo
agrario que podría coexistir con los
cultivos convencionales y ecológicos
ya existentes. Sin embargo, los
transgénicos por razones agronómicas,
por el sistema de producción
agrícola y por su posterior entrada
en la cadena alimenticia (no olvidemos
que los principales cultivos
transgénicos, soja y maíz, atraviesan
en forma de piensos y derivados
gran parte de la producción de
alimentos) parecen asemejarse a
un fluido que atraviesa barreras,
que se precipita sobre los otros modelos
agrícolas. A modo de ejemplo,
decir que la producción de
maíz ecológico en Cataluña y
Aragón, debido a su contaminación
con maíz transgénico, está prácticamente
al borde de su desaparición.
Ante esta presencia de fluidos
transgénicos, se nos dice que
habrán de fijarse umbrales que posibiliten
legalmente la presencia de
transgénicos en esos otros modelos.
Pero la presencia de un umbral
legitima ya de facto el modelo agrobiotecnológico,
un modelo que no
se caracteriza por coexistir sino por
un progresivo precipitarse más allá
de sí mismo descuidando las consecuencias
que esto ocasiona. Cabe
afirmar, por ello, que quizás la
cuestión no sea negociar umbrales
sino reivindicar la posibilidad misma
de negar este modelo y, en consecuencia,
de poder construir
zonas libres de transgénicos, zonas
ajenas a un modelo agrícola que ha
emprendido una inquietante mercantilización
de la naturaleza.
Mitos de la tecnociencia
La continua remisión a un futuro
transido de seguridad en donde la
tecnociencia dictaminará una
supuesta inocuidad de los transgénicos
conlleva, por una parte, la preocupante
asunción de que los
actuales cultivos transgénicos no se
han desarrollado una vez que el
principio de precaución ha sido
establecido. Primero fueron los
transgénicos y después un sistema
de control que debe reconstruirse a
medida que los problemas afloran:
la agrobiotecnología no espera (el
primer maíz transgénico cultivado
en España está hoy prohibido) y la
coexistencia deberá regularse en
un contexto marcado ya por la contaminación
transgénica. Por otra
parte, la experiencia de los cultivos
transgénicos ha sido ya lo suficientemente
amplia como para que se
continúe pidiendo informes sobre
seguridad, obviando la problemática
ambiental y social que la transgenia
ha comportado: pérdida de
biodiversidad, contaminaciones por
transgénicos, aparición de malas
hierbas y de resistencias a los insumos
agroquímicos, creciente deforestación
en países como Argentina
y Brasil para plantar la soja transgénica
que alimenta el ganado occidental,
mercantilización del comercio
de semillas que impide su reutilización
y que socava conocimientos
y prácticas agrícolas de carácter
local sobre las que habría de fundamentarse
la soberanía alimentaria.
La ignominia del discurso que
justifica la agrobiotecnología sobre
la base de una mayor productividad,
que vendría a ayudar a paliar
el problema del hambre y la falacia
de la promesa de una reducción de
insumos agroquímicos, vienen a
enmascarar lo que subyace a la
agrobiotecnología, que no es sino
una reactualización del viejo sueño
moderno de convertirnos en dueños
y señores de la naturaleza. La
reducción del debate a la búsqueda
de una irrefutable seguridad tecnocientífica
contribuye a ocultar el
debate en torno al modelo de naturaleza
y sociedad que reproduce la
agrobiotecnología.
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