Las encuestas dicen que Dilma Rousseff se alzará con
la victoria en la primera vuelta. El bajo índice de paro y
la reducción de la pobreza son factores que juegan a
favor de la candidata del Partido de los Trabajadores.
Las últimas cuatro elecciones presidenciales
en Brasil han estado dominadas,
o por el Partido de los Trabajadores
(PT), de Luiz Inácio Lula
da Silva, o por el Partido de la Social
Democracia Brasileña (PSDB), del
ex presidente Fernando Henrique
Cardoso.
Hace ya 16 años que los dos partidos
se alternan en el poder. Mucho
tiempo si tenemos en cuenta que la
democracia en Brasil es reciente: las
primeras elecciones libres tras la
dictadura militar se celebraron en
1989. Sólo uno de los cinco presidentes
que han gobernado Brasil
desde entonces no tenía la estrella
roja del PT o el tucán azul del PSDB.
Según las últimas encuestas, la
historia se repetirá el 3 de octubre.
La delfín de Lula, Dilma Rousseff,
ex ministra de Gobernación, va por
delante en todos los sondeos. Si se
cumplen las previsiones, Rousseff
contaría con más del 50% de los votos
válidos, lo que le garantizaría la
victoria en la primera ronda, algo
inédito en la historia de la democracia
del país.
A 30 puntos de distancia se encuentra
José Serra, del PSDB, ex gobernador
y ex alcalde de São Paulo,
la región más rica de Brasil. Le sigue
la candidata verde, Marina Silva, ex
ministra de Medio Ambiente, que
dejó el cargo y abandonó el Partido
de los Trabajadores por discrepancias
con la política ambiental de
Lula. Marina Silva contaría con un
10% según las encuestas. Los demás
candidatos, entre ellos Plínio
de Arruda, del Partido Socialismo y
Libertad (PSOL), sólo obtendría un
1% de los votos. Pero el bipartidismo
del PT y PSDB es engañoso. En
Brasil, el grupo político que gana las
elecciones no puede prescindir de
los demás partidos. Sobre todo de
uno, el Partido del Movimiento Democrático
Brasileño (PMDB), el más
grande del país.
Un partido bisagra
“El PMDB es un partido que no se
disputa las elecciones presidenciales
desde 1994 y, sin embargo, tiene la
mayoría de los escaños en la Cámara
de los Diputados y en el Senado y
controla el Gobierno de provincias
importantes”, explica el sociólogo
André Singer, ex portavoz oficial del
presidente Lula. “Cualquiera que gane
las elecciones tiene que tenerlo
muy en cuenta”, señala.
La alianza con el PMDB es la que
asegura al PT o PSDB, el Gobierno.
Es lo que en Brasil se llama “partido
de alquiler”, es decir, un grupo con
una ideología tan floja que acepta
cualquier propuesta aunque sea, en
teoría, opuesta a su ideología. “Es
una situación muy rara –asegura
Brasílio Sallum, profesor de la Universidad
de São Paulo–, el PMDB
fue el partido que condujo y lideró
el proceso de democratización del
país, pero hoy no tiene unidad nacional.
Está totalmente dominado
por grandes grupos que se mueven
por intereses regionales”, dice Sallum.
Por eso, antes de que despegara
la campaña electoral, Lula hizo
un intenso trabajo de acercamiento
para atraer al PMDB. Pero
no es gratis. Eso les costará a los demás
aliados de Dilma Rousseff y al
propio PT –si de verdad gana los comicios–
un puesto en la vicepresidencia
y algunos ministerios.
De momento, como recompensa,
la candidata del Partido de los
Trabajadores puede disponer de
más tiempo en la televisión. En un
país como Brasil, donde sólo el 27%
de las viviendas cuentan con acceso
a internet, contar con más tiempo
en la tele equivale a tener más votos
en las urnas.
Más empleo y más consumo
Los datos económicos que deja Lula
son positivos para la candidata del
PT. Entre 2003 y 2010, según las investigaciones
del Instituto Brasileño
de Geografía y Estadística (IBGE),
se creó un promedio anual de 64.224
puestos de trabajo fijos en el país, casi
dos veces más que en el Gobierno
anterior. Además, en agosto, Lula
anunció catorce millones de empleos
nuevos en Brasil.
Según el economista José Eli da
Veiga, que colabora con la campaña
de Marina Silva, “tenemos el índice
de parados más bajo de los últimos
años, ha crecido el poder adquisitivo
de los brasileños y la renta se está
distribuyendo. Y la gente quiere que
eso continúe”, señala.
En la última década, los ingresos
per cápita crecieron un 163%, merced
a la subida del salario mínimo y
a los bonos distribuidos por el Gobierno
a los más pobres. Como resultado,
en Brasil se desarrolló un
fuerte mercado interno. Se consume
más que nunca, lo que para
quienes jamás pudieron disfrutar
de coches, ordenadores, pantallas
de LCD o viajes en avión, es una señal
inequívoca de bienestar.
“Es evidente que la situación actual
deja a los demás candidatos en
una posición muy complicada”,
señala da Veiga. Según este economista,
es difícil construir un discurso
de oposición cuando los datos económicos son positivos. No en vano,
hasta el momento, José Serra, del
PSDB y principal adversario político
de Dilma Rousseff, no ha logrado
mostrarse como alternativa al PT.
Una oposición tibia
Durante la campaña, el PSDB se
ha negado a criticar al Gobierno
de Lula, limitándose a decir que, si
es elegido, va a hacer más y gobernar
mejor. Incluso en televisión,
Serra, elogió a Lula y utilizó imágenes
donde se les veía juntos, hecho
que fue interpretado como un
intento desesperado para ganar
votos entre el 80% de la población
que apoya la gestión del PT.
Aún así, el sociólogo André
Singer cree que la polarización
entre PT y PSDB va a continuar en
el escenario político brasileño, ya
que tienen bases sociales distintas:
“Hoy el PT es el partido de los
más pobres y el PSDB el de las clases
medias tradicionales. Defienden
propuestas distintas sobre el
papel del Estado en la economía.
El PT está por la intervención y
PSDB tiene una posición en pro
del mercado”, resume Singer.
CANDIDATOS A LA PRESIDENCIA DE BRASIL
DILMA ROUSSEFF
La candidata del Partido de
los Trabajadores (PT) luchó en
la guerrilla contra el gobierno
militar (1964-85). Estuvo en
prisión tres años y fue torturada
por el régimen. Asumió el
ministerio de Minas y Energía
en 2002 y el de Gobernación
el 2005. Es la responsable
del Programa de Aceleración
del Crecimiento.
JOSE SERRA
Del Partido de la Socialdemocracia
Brasileña (PSDB),
fue gobernador y ex alcalde
de São Paulo, opta por
segunda vez a la presidencia.
Fue ministro de Salud
con Fernando Cardoso y jugó
un papel importante en la
quiebra de patentes que
encarecían las medicinas
contra el sida.
MARINA SILVA
Ex ministra del Medio
Ambiente de Lula, abandonó
el PT por discrepancias
con la política de Lula.
De trayectoria ecologista,
la candidata del Partido
Verde se opuso a la construcción
de represas en la
Amazonía y otras obras
“desarrollistas” defendidas
por Dilma Rousseff.
P. DE ARRUDA
De 80 años, Plinio de Arruda es
el candidato del Partido Socialismo
y Libertad (PSOL), el único de
izquierdas del que se hace eco
la prensa. A pesar de su edad,
utiliza bien internet, a través
del Twitter consiguió participar
en un debate en internet al que
no fue invitado. Incide en que
su partido es “socialista” y
el resto son “capitalistas”.
LA HERENCIA
SOCIAL DE LULA
Dilma Rousseff se beneficia del
viento a favor que sopla en la
economía brasileña. El país ha
pasado por la crisis sin lastimarse
mucho. Cuando acabe el 2010,
los porcentajes de crecimiento
serán de, al menos, un 7%. «Estamos
hablando de una tasa muy
superior al 2% anual del Gobierno
de Cardoso. Esto explica los resultados
de las encuestas», afirma el
sociólogo André Singer. Y señala
que el crecimiento de la economía
con Lula explica la creación
de empleo, que mejoró sensiblemente
los indicadores de pobreza
y desigualdad. Los datos del Instituto
de Pesquisas Económicas
Aplicadas demuestran una caída
tan acentuada en los niveles de
pobreza que, si se sigue este
ritmo, se puede decir que Brasil
acabará con la pobreza en 2016.
comentarios
0