El asesinato del diputado y periodista libanés Gubrán Tueni ha intensificado una
campaña para aislar a Siria que ya había comenzado tras la invasión de Iraq y el
asesinato en circunstancias parecidas del ex ministro libanés Al-Hariri.
La renovación de la Comisión
Mehlis, creada por
Naciones Unidas para investigar
el asesinato del ex
primer ministro libanés Rafiq al-
Hariri, supone un grado de presión
más sobre el gobierno de Damasco,
atenazado ya por el hostigamiento
de Estados Unidos y Francia y sumido
en un estado de creciente soledad.
Esto coincidió con el asesinato
de Gubrán Tueni, diputado y director
del prestigioso periódico libanés
An-Nahar. Damasco rechazó tanto
las imputaciones del informe de
Mehlis como las acusaciones procedentes
de Líbano de que sus servicios
de inteligencia estaban detrás
del nuevo atentado. Desde la muerte
de al-Hariri en febrero pasado,
Líbano ha visto el asesinato o intento
de asesinato de destacados políticos
y periodistas, de la izquierda y
de la derecha. Aunque en su gran
mayoría las víctimas han sido personas
conocidas por su posición crítica
hacia la tutela siria, como el dirigente
comunista George Hawi, el periodista
izquierdista Samir Qasir o el
propio Tueni, de tendencias conservadoras,
referentes del bando prosirio -un representante de Hizbolá o
un ex ministro de la familia Murr-
han sufrido atentados. Con todo, la
impresión general en Beirut es que
Damasco, aun cuando haya retirado
sus tropas del país, sigue tratando
de influir en Líbano a través de sus
servicios secretos y el fomento de un
estado de inseguridad permanente.
El régimen sirio se halla en una tesituraharto delicada. Por un lado,ha de hacer frente a las maniobrasde Israel, que trata de aprovechar lacoyuntura para arrancar concesionesen lo referente a los territoriosocupados reclamados por Siria (altosdel Golán y las granjas de Chabaa,en las que también está implicadoLíbano) y sumar a Siria al nutridogrupo de países árabes que estánformalizando ya, con mayor omenor publicidad, la normalizacióneconómica y política con el régimende Tel Aviv. Por otro, debe lidiar conla atosigante presión de EstadosUnidos, que exige a Damasco unamayor colaboración para domeñarel ‘terrorismo internacional’ tan activo,según Washington, en Iraq y ponercoto a los grupos “radicales” palestinosy Hizbolá. Y por si fuera poco,cuenta con la manifiesta hostilidadde Francia y sus intrincadasprioridades económicas y empresarialesen Líbano, y el inmovilismo delos países árabes, que se han convertidoen el mayor garante de la políticaexterior de Estados Unidos. Eneste contexto, y a la espera de que altoscargos sirios declaren en el extranjeroante Mehlis y ‘revelen’ acusacionesdefinitivas contra el Gobiernode Al-Asad, a éste sólo le quedaadministrar con inteligencia las pocasbazas que le quedan, entre ellasla fortaleza de sus aliados chiíes enLíbano, y evitar que Estados Unidosprepare las herramientas necesariaspara repetir el guión iraquí: condenainternacional, sanciones, aislamiento,exigencias inabordables, elaboraciónde un repuesto político e intervenciónmilitar.
Para desgracia de Washington,uno de los ingredientes principalespara el asalto final no se da aquí. Nosreferimos a una oposición internadispuesta a participar en un derrocamientoestadounidense del Baazsirio. Los principales partidos de laoposición siria, con los HermanosMusulmanes/islamistas y formacionesde izquierda a la cabeza, handesestimado la estrategia de Washington,y sólo unos cuantos gruposy personalidades del exilio, todavíasin influencia digna de mención,se han mostrado proclives a repetirla experiencia iraquí. La oposiciónha conminado al presidenteAl-Asad a iniciar una verdaderaapertura política, poner fin a la represióny la corrupción que azotanSiria desde hace décadas y acordaruna estrategia común para contrarrestarla presión externa. Sin embargo,Damasco no se ha mostradoreceptiva a estas demandas y continúaen su línea de denunciar la actitudconspirativa de Estados Unidosy, al tiempo, tratar de obtener garantíasde la Administración de Bush acambio de hacer lo que esté en sumano para aplacar a Washington. Elproblema es que a ésta puede queno le parezca bastante lo poco o muchoque Damasco pueda ofrecer; o,peor, que el futuro del Baaz en Siria,igual que el del Baaz en Iraq, hayasido trazado hace tiempo.
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