ANÁLISIS :
La abstención, ¿opción crítica o desidia?

El autor analiza las causas de la abstención electoral y su
potencial para constituirse en una opción política crítica y
representativa desde la perspectiva de la izquierda.

20/03/08 · 0:00
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El dato del que menos se habla
en las contiendas electorales
es el del porcentaje
de abstención. Sólo cuando
ésta es especialmente alta como en
el caso del referéndum de aprobación
del Estatut de Catalunya merece
alguna atención y análisis. Análisis
que o bien tiende a considerar que
la abstención presupone una aquiescencia
pasiva de los resultados
electorales que no plantea ninguna
cuestión de legitimidad, invocando
el ejemplo de la democracia de
EE UU que opera con niveles de abstención
de hasta el 60%, o bien en el
otro extremo, análisis que pretenden
que la abstención es una inequívoca
opción de rechazo al sistema, y que
por lo tanto cuestiona la legitimidad
democrática al ser muy fácil aritméticamente
que la abstención “sea el
partido más votado”.

En la reciente historia peninsular
la abstención oscila entre un
40% y un 25% del cuerpo electoral.
Las elecciones europeas y los referéndum
son los que menos movilizan
el voto por motivos obvios de lejanía
y desinterés, sin embargo las
elecciones generales registran la menor
proporción de abstencionistas
(entre 33% y 23%), y es palpable que
el índice de participación sube en la
misma medida que la polarización y
la tensión rodean las convocatorias
electorales. En este sentido, la baja
abstención de las dos últimas elecciones
generales sugiere más una polarización
visceral que un súbito interés
renovado en la política o un entusiasmo
democrático. No nos engañemos,
ya no se vota, si es que alguna
vez se hizo, a proyectos políticos
en función de opciones racionalmente
sopesadas, ni se vota sólo en función
de los “intereses de clase”, se
vota de un modo emocional, no con
pasión política sino por miedo, por
desprecio o por odio, emociones todas
negativas. El miedo a la Iglesia, a
la ofensiva neoconservadora, etc., en
la izquierda. El miedo a los extranjeros,
a los vascoscatalanes, a Zapatero,
etc., en las huestes de la derecha.

Si de la alta participación no puede
concluirse que existe un alto interés
por la política pues intervienen
factores coyunturales, emocionales,
etc., tampoco de la abstención se
puede concluir que represente un
rechazo del sistema democrático.
No toda la abstención, ni probablemente
la mayoría, puede considerarse
como una opción política
crítica. Hay un porcentaje de abstención
técnica que comprende a
quienes no pueden votar por razones
de salud, de trabajo, lugar de residencia,
prisión y otras muchas circunstancias.
Aparte de esta abstención
técnica, que es inevitable y por
tanto neutra ideológicamente, habría
otra fracción de la abstención
que responde a la pasividad, la desidia,
al desinterés por lo colectivo.

Serían aquellos que en la Grecia clásica
se denominaban idiotei, término
que designaba a los que sólo se
preocupaban de sus asuntos y dejaban
los asuntos públicos en manos
de los demás. Gente que abdicó de
su condición política de ciudadano
mucho antes de ausentarse de las
urnas. Su posición de desidia no implica
neutralidad, pues este sector
de población tiende más a posiciones
de sumisión reaccionaria y al autoritarismo.
Por último queda la
fracción de la abstención que efectivamente
resulta de una actitud crítica
y un rechazo del sistema democrático
y constitucional. Sería una
abstención consciente, politei y no
idiotei, pero ni siquiera ésta podemos
atribuirsela totalmente a posiciones
libertarias e izquierdistas.

Cabe pensar que un sector de la extrema
derecha también opta por no
votar y sólo acude a las urnas en momentos
de máxima radicalización
como es el caso de las pasadas elecciones.
Sólo así se explica el ascenso
del PP en territorios como Valencia,
Murcia, Castilla-La Mancha o
Madrid, en los que sin arrancar votos
del centro han elevado su ya altísimo
listón electoral.

En estas condiciones de radicalización
emocional alimentada por los
medios, pero al tiempo de uniformidad
ideológica, es comprensible que
las campañas pro abstención de sectores
de extrema izquierda y del movimiento
libertario tengan un eco
mínimo. Aferrarse a la consigna de
la abstención puede conducir a la impotencia
política, y en circunstancias
como las actuales en que la derecha
sólo contaba con la baza de que la izquierda
social se abstuviese, puede
ser hasta contraproducente. Ni siquiera
cuando el anarcosindicalismo
tenía un gran peso la abstención fue
considerada un axioma inquebrantable,
como la cita de 1936 evidenció.

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