ANÁLISIS // LA LIBERALIZACIÓN DEL SECTOR ENERGÉTICO HA DADO LUGAR A UN FUNCIONAMIENTO COMPLEJO
Kafka en el mercado de la energía

El autor utiliza un
ejemplo sencillo para
desentrañar las normas
de un sector regulado
por los actores
interesados en él.

01/02/12 · 17:00

Aunque se trate de explicar
en qué consiste el
proceso económico,
mercantil y administrativo
que media entre el momento
en que la turbina de una central
hidroeléctrica, construida con fondos
públicos y utilizando un recurso
público, el agua por ejemplo,
produce un kilovatio y éste, a través
de un cable metálico, en su mayor
parte también costeado con
fondos públicos, llega una empresa
o a un hogar y activa una lavadora
o un horno, nadie logrará entender
por qué en algo menos de
un segundo se ha producido “déficit”
y han intervenido de tres a cinco
intermediarios con ánimo de lucro,

a los que naturalmente, hay
que retribuir. Voy a tratar de hacerlo
con un ejemplo que entenderán.

Pongamos un mercado, una
plaza de abastos normal. En ella
se vende carne. Hay carne de vacuno,
de porcino, de ovino, de cabra,
de pollo, y recientemente, carne
de avestruz. Esta última es el
futuro, pero al parecer, por ahora
y durante las próximas dos décadas,
está y estará subvencionada.
El ama o amo de casa se acerca a
la plaza, dispuesto a comprar carne
(más que dispuesto, supongamos
que pertenece a una especie
que soló es carnívora, no puede comer
otra cosa). Eso sí, debe saber
que lo comprará en un mercado
“liberalizado”.
Por eso, cada mañana,
el precio de la carne de vaca,
de cerdo, de cordero, de pollo o
de cualquier tipo será el mismo y
único para todos los consumidores,
da igual qué tipo de filetes y
de qué animal pidan en el puesto
del carnicero. Debe aclararse que
en la plaza sólo hay cinco carnicerías.

Al preguntar al carnicero la
razón de por qué vende al mismo
precio las alas de pollo que el entrecot,

éste le responde al consumidor
que hay unas normas en el
mercado central que imponen que
debe venderse toda la carne al mismo
precio, y que el precio igualitario
vendrá determinado cada mañana
por el más alto de todos los
producidos en la subasta que hacen
los ganaderos y los carniceros,
allí, en el mercado central. Pero
que no se preocupe, que eso se hace
por su bien, le responde el carnicero.
Y que sepa además que los
carniceros llevan años y años vendiendo
filetes con pérdidas; que
los consumidores y el Estado les
debemos mucho. Se asombra, creía
que su carnicero era rico.
Extrañado, pregunta por la subasta,
¿quiénes participan?

El consumidor se confunde un
poco, parece que vendedores y
compradores sean los mismos en
esa subasta que fija los precios de
lo que él paga por la carne. No le
da mayor importancia. Está ilusionado,
pues recientemente se han
aprobado normas que le permitirán
criar un pollo en su casa, o en
el mejor de los casos, una gallina,

y hasta podrá vender los huevos
que le sobren. Todo un mundo
nuevo de posibilidades (normas
sobre la “autoproducción” para el
“autoconsumo”, donde auto es autonomía).

No se preocupa más por
lo de la subasta, ni por el precio
igualado al alza. Y ese déficit del
que le ha hablado su carnicero se
solucionará con los “peajes” que
pagan todos al entrar en la zona
de las carnicerías en la plaza de
abastos (o sea, le cuesta lo mismo
la carne que entrar a por ella, para
que haya equilibrio, le explican).
¿A que ahora si han entendido
de qué trata el asunto? ¿No, verdad?
Yo tampoco. Hace años se
realizó un impresionante documental
de casi dos horas sobre las
hazañas criminales de la empresa
Enron. Búsquenlo y véanlo.

Cuando lo vi hace años me pregunte
cómo había podido suceder
semejante crimen. Me propuse
averiguar si eso podría pasar en
nuestro país. Estudié y estudié las
normas que regulan el “sector
eléctrico”. Descubrí con sorpresa
que todas las semanas se publican
normas nuevas. Soy jurista, y
tras diez años de estudio, sigo sin
entender nada. He confirmado
con profesores de matemáticas
que algunas de las fórmulas publicadas
en el BOE para calcular
el precio de la electricidad son
“imposibles”. No erróneas; imposibles.

Resumiendo: no se puede
explicar. Pero sí puedo aclararles
algo. Supe aterrado que no sólo
era posible que Enron se repitiera
en nuestro país, sino que se estaba
diseñando todo el sistema para
que pudiera suceder. Apostaría
seguro dos cosas: a que nadie es
capaz de explicar convincentemente
cuánto vale un kilovatio y
a que ningún catedrático puede
explicar de manera coherente
nuestro mercado eléctrico. Y ello
porque en realidad no es un mercado,
sino un temible juego, lleno
de trampas y arbitrariedades, inseguridades
y vacíos incomprensibles.

El problema entonces es
sólo uno: ¿Cómo hemos permitido
que el elemento primordial de
nuestra civilización, la electricidad,
sea un mercado, y no un servicio
o cuando menos, una simple
y sumisa industria?


HACIA UN COLAPSO ANUNCIADO

REDACCIÓN

“El modelo energético
español presenta signos
claramente indicadores
de potencial
colapso, que encuentran
su máxima expresión
en una intensísima
subida de tarifas
a los consumidores,
mientras al mismo
tiempo ha venido creciendo
sin freno el
denominado déficit
tarifario”. Esta cita
forma parte del voto
particular de Javier
Peón Torre, consejero
de la Comisión Nacional
de la Energía al
informe que este
regulador emitió con
motivo de la ley ómnibus
de economía sostenible.
El voto particular
de Peón, critica
que no se concrete
en los temas “que
afectan directamente
al modelo energético”,
entre ellos los
principios de la política
energética, los
objetivos nacionales
en materia de ahorro,
eficiencia energética y
energías renovables,
así como el uso de
“expresiones ambiguas
difíciles de interpretar”
por la ciudadanía.

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Ilustración: Joan Negrescolor
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