- VIGILIA CONTRA LA OCUPACIÓN. El Encuentro Internacional de Mujeres de Negro contra la Guerra reunió a cerca de 700 mujeres
en Jerusalén para protestar contra la ocupación, debatir sobre una paz justa y articular estrategias para aunar los derechos de las
- VIGILIA CONTRA LA OCUPACIÓN. El Encuentro Internacional de Mujeres de Negro contra la Guerra reunió a cerca de 700 mujeres
en Jerusalén para protestar contra la ocupación, debatir sobre una paz justa y articular estrategias para aunar los derechos de las
mujeres y los pueblos. En la foto, una vigilia realizada el 12 de agosto en Hagal Square. // Sofía Segura Herrera (Mujeres de Negro de Sevilla)
El teatro mediático que ha
acompañado al desalojo de
los asentamientos israelíes
en la Franja de Gaza ha
vuelto a evidenciar las dotes ilusionistas
de Israel y su capacidad de
desviar la atención de lo importante
a lo trivial mientras hacen desaparecer
el conejo y lo maniatan bien en
la chistera. Adivinad quién es aquí el
conejo. Desde 1948, el proyecto sionista
gana espacio a golpe de hechos
consumados, escenificando negociaciones
justas y concesiones sustanciales
mientras controla de facto
el espacio, los recursos y las vidas de
los palestinos.
Un plan: la matriz de control
Gaza, 8.000 colonos evacuados frente
a 1,3 millones de palestinos. Cisjordania,
400.000 colonos (tras la
desconexión, 500 menos) y 2,3 millones
de palestinos aislados en poblaciones
desconectadas entre sí, al
estilo de los bantustanes sudafricanos.
La matriz de control de los territorios
es una sofisticada prisión con
un 10% de muros y 80% de espacio
abierto, un sistema militar denunciado
por entidades como el Comité
Israelí contra la Demolición de
Casas Palestinas o el arquitecto Eyal
Weizman en su estudio Políticas de
Verticalidad de la colonización.
Guerra, acuerdos de paz y muro
de seguridad son pasos del único
plan trazado en 1948: máximo de territorio
y mínimo de población árabe.
Con Oslo, Israel pasó a controlar
todo el espacio aéreo y electromagnético
de Gaza y Cisjordania; el 60%
del territorio; el 40% de los acuíferos
y una red de 25 carreteras vetadas a
los palestinos que unen los asentamientos
con Tel Aviv. Tras cuatro
años de asedio domina el 80% del espacio,
ha estrangulado la economía
palestina y arrasado 4.000 casas y
superficies de cultivo que se suman
a las 60.000 derribadas desde 1967.
El muro, construido en su 80% más
allá de la Línea Verde (LV), frontera
marcada tras la guerra del 67, ha expoliado
ya 8.000 acres de tierra y aislado
a 89.500 palestinos entre el muro
y la LV, 5.300 en la zona cerrada.
En un futuro, 242.000 personas
(10,2% de Cisjordania) vivirán entre
la valla y la LV; 20.000 en zona cerrada
y 280.000 perderán sus tierras.
Cisjordania bajo asedio
A siete días del desalojo de las colonias
de Gaza, 50.000 colonos marchan
por Jerusalén exhibiendo sus
pobladas familias, sus cintas naranja
contra la desconexión y su dominio
sobre la ciudad núcleo histórico de
disputa, cuya zona oeste está ocupada
por Israel desde 1967. Soldados y
policía cortan varias callejuelas de la
ciudad antigua, en zona árabe. En
los días siguientes, los checkpoints
(puntos de control), eternamente
presentes en los accesos a Cisjordania
y sus carreteras internas, invaden
el corazón de Jerusalén, dificultando
el tráfico en la zona este y cerrando
las puertas de la ciudad antigua,
enésimo obstáculo en una ciudad
donde la ocupación gana
terreno día a día y casa a casa.
En el barrio de Ar Ram, fronterizo
entre Jerusalén y la parte norte de
Cisjordania, el muro parte la vida de
la población palestina en dos y avanza
hacia el checkpoint de Qalandia,
barrera ineludible para acceder a
Ramala, Nablús, Yenín, Qalqilia.
Allí, el blindaje de cemento refuerza
uno de los dos anillos de asentamientos
ilegales que rodean la ciudad,
construidos en pleno proceso
de paz de Oslo (1993-96) para conectarla
con las colonias de Cisjordania
y aislar las poblaciones palestinas,
un plan conocido como la Gran
Jerusalén. En el área de Ramala, el
trazado arrasará 70.000 ‘dunums’ de
tierra palestina y, en pueblos como
Bilin, un checkpoint separa a los habitantes
de sus tierras, convertidas
en tierra de nadie, ergo de Israel.
Mientras focos y cámaras apuntan a
Gaza, el Tsahal (Ejército israelí) realiza
más de 40 incursiones en
Cisjordania y prosigue el lento genocidio
de la población. El 14 de agosto,
un joven palestino intenta pasar
el checkpoint de Betiva, cercano a
Tulkarem, en busca de atención médica.
Los soldados le encierran dos
horas en una celda-jaula bajo el sol
y le niegan primeros auxilios, causándole
la muerte. En el campo de
refugiados de Balata (Nablús),
27.000 refugiados del 48 viven con
25m2 por persona. Reina la normalidad:
desde 2000 el Tsahal ha destruido
25 casas y dañado más de 120
en incursiones nocturnas diarias.
170 personas fueron asesinadas,
1.200 heridas, 70 quedaron inválidas
y el 60% de los habitantes ha sido
arrestado alguna vez. Ahora hay
250 personas en la cárcel, cien de
ellas en cadena perpetua.
Mientras Sharon apuntala acuerdos
injustos y estados con soberanía
imposible, sin acceso a cultivos, tierra,
agua, mar, aire, fronteras ni
aduanas, la vida se defiende en
Palestina. Los gastos de transporte
se multiplican por 400 y la pobreza
por cinco; el paro llega al 70%; las
mujeres siguen pariendo y muriendo
en checkpoints (desde 2000 se
han registrado 130 partos con la
muerte de 13 madres y 30 bebés) y
reinventan cada día la supervivencia
familiar. Fuentes médicas aseguran
que, tras años de tirar basura de los
asentamientos en los valles palestinos,
Israel vierte sus residuos nucleares
en Cisjordania, donde aumentan
las tasas de cáncer. Lo dicho:
mínimo de población árabe. Y
el mundo conmovido con los títeres
de Gaza.
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