La industria energética holandesa, en la que participa la familia real del país, presiona para que salga adelante un proyecto que abre la puerta a esta técnica de extracción de gas.

Tras la moratoria sobre las licencias de fractura hidráulica –también conocida como fracking– que el Gobierno holandés impuso en 2012, cuando ya había más de 170 pozos perforados en el país, ahora está en proceso de elaboración un informe sobre la extracción de gas de esquisto, cuya publicación se espera para julio de este año, que fundamentará la decisión ejecutiva sobre estas prácticas. De momento, las grandes empresas interesadas están inspeccionando el terreno de la mano de Cuadrilla Resources (la misma empresa que lidera el negocio del fracking en Reino Unido) en las principales áreas de exploración, que se encuentran en la provincia central de Brabante, así como en la parte noreste del país.
la mayoría de los grupos parlamentarios se inclinan por la aprobación la fractura hidráulica
Holanda es el mayor productor y exportador europeo de gas natural desde que, en los años ‘60, se descubrieron las reservas en Groningen, al norte del país, los mayores yacimientos continentales en Europa occidental. Además, es el centro europeo de almacenamiento y transporte de carburantes fósiles. La amenaza de perder esta postura predominante en el escenario energético es el principal argumento que se utiliza para impulsar la aprobación de más licencias en busca de gas de esquisto.
Parón popular
La moratoria sobre las licencias se debió al contundente rechazo popular que genera el fracking en los Países Bajos: 42 ayuntamientos se han pronunciado en contra y se ha creado la plataforma Shaliegasvrij (Libre de Gas de Esquisto), en la que colaboran Greenpeace, MilieuDefensie y diversas agrupaciones locales que se oponen a estas prácticas de extracción de gas. En el terreno político, el partido socialista (SP) y otras formaciones locales se oponen a la fractura hidráulica, a pesar de que la mayoría de los grupos parlamentarios se inclinan por su aprobación.
El país no se puede arriesgar a contaminar los acuíferos subterráneos
con los químicos que se usan para romper la roca y extraer el gas Patrick, miembro de MilieuDefensie Rotterdam, explica que el Gobierno presenta el gas de esquisto como un paso intermedio entre el uso de carburantes fósiles y la era de las energías renovables, al mismo tiempo que reduce la inversión en estas últimas. “Los Países Bajos tienen reservas de gas natural para cien años de consumo, ¿qué más margen se necesita para el cambio? En realidad, se están invirtiendo 5.000 millones de euros en la construcción de tres centrales térmicas para crear un estado de superproducción energética destinada a la exportación de energía, junto con nuevas instalaciones de almacenamiento y transporte de gas, y ése es un dinero que se deja de invertir en energías renovables”.
Desde Greenpeace señalan que “en un país tan densamente poblado como los Países Bajos no hay espacio para el gas de esquisto”. Los pozos tendrían que estar cerca de núcleos de población y el país no se puede arriesgar a contaminar los acuíferos subterráneos con los químicos que se usan para romper la roca y extraer el gas. Además, se necesitan grandes cantidades de agua para la fractura y la rígida legislación medioambiental y referente al tratamiento y la depuración de aguas contaminadas que está en vigor en Holanda encarece todo el proceso de extracción, más si se compara con el ejemplo estadounidense que tanto se usa en las campañas a favor del fracking, mientras que las reservas de gas de esquisto son mucho más limitadas.
Relaciones delicadas
En febrero, el ministro de Economía holandés, Henk Kamp, hizo unas polémicas declaraciones estableciendo las consecuencias económicas de paralizar la exploración de gas convencional en Groningen, que causó terremotos de 3,2 grados en la escala Richter, por encima de las consecuencias medioambientales y sociales en un país como Holanda. Hay que recordar que este Estado mantiene una relación frágil con su ecosistema, en concreto con el agua: alrededor de una quinta parte del país es terreno ganado al mar, es decir, más de 7.000 Km2, y el sistema de drenaje es continuo por riesgo de inundación.
La reina Beatriz deja a su hijo Guillermo Alejandro la mayor cartera de acciones de Royal Dutch Shell Si la relación de los holandeses con el agua es delicada, no lo es menos el vínculo de su familia real con una de las grandes impulsoras del fracking en Europa, la anglo-holandesa Royal Dutch Shell. Al abdicar, la reina Beatriz deja a su hijo Guillermo Alejandro no sólo el trono, sino la mayor cartera de acciones en esta multinacional, que ya ha obtenido permisos millonarios de perforación en Ucrania y tiene los ojos puestos en Reino Unido, Alemania y Turquía. De esta manera, el futuro rey de los Países Bajos renunciaba este mes a ser presidente de la Junta Consultiva sobre Agua y Saneamiento de Naciones Unidas, después de 13 años en el puesto, y tomaba asiento en la junta de accionistas de Shell, lo que no deja de ser una gran paradoja si se tiene en cuenta la gran cantidad de agua que se necesita para el fracking y la contaminación de este medio que implica.
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