El papel capital de los "actores privados" sale reforzado de una cumbre europea en la que Alemania ha ganado la partida a Reino Unido. Las políticas de austeridad y recorte presupuestario ganan peso frente al replanteamiento del modelo europeo.
La extorsión y la agonía de la UE, por Isidro López
- Sarkozy y Merkel en un encuentro de 2009 Foto: Junge Union Deutschland
A falta de flecos, las ideas de mantener la política de la urgencia económica y las economías instaladas en los mercados han salido reforzadas de la cumbre del euro que se celebra en Bruselas desde el 8 de diciembre. La Declaración de los jefes de Estado y de Gobierno de la zona del euro habla de una “gobernanza reforzada” que fortalecerá los objetivos de control del déficit mediante mecanismos como los experimentados en Grecia, Italia, España y Portugal en busca del difícil objetivo de volver a la senda del crecimiento. Así, el déficit estructural anual de los 26 Estados firmantes no podrá superar el 0,5% del PIB salvo en casos excepcionales, y se establecen límites, asimismo, para las comunidades atutónomas y equivalentes.
La declaración, que incluye la reforma de las constituciones europeas para establecer techo al gasto -ya aprobada por el Gobierno español-, no es tan minuciosa con los detalles de estabilización a la hora de determinar en qué consiste un "acuerdo internacional que será firmado como muy tarde en marzo”. “Sólo tres Estados de la UE recurrirán a la democracia parlamentaria para lo de [el] nuevo Tratado. Esto está cambiando, glups, de nombre”, publicaba en 140 caracteres el escritor Guillem Martínez. Finalmente, Bulgaria, la República Checa, Dinamarca, Hungría, Letonia, Lituania, Polonia, Rumanía y Suecia son los que han dejado escrito que, antes de adoptar una decisión de este calado, consultarán a sus respectivos parlamentos.
Detalles de la declaración
Las primeras disposiciones del epígrafe Una arquitectura reforzada para la Unión Económica y Monetaria, tienen como finalidad lograr una "unión de estabilidad presupuestaria" o “nuevo pacto presupuestario” a través de medidas de ordenación de los mercados internos de cada socio como el Pacto del Euro Plus (que afecta principalmente al marco de relaciones laborales) o normativas de estabilidad presupuestarias —también llamadas medidas de recorte— encaminadas a calmar a los mercados financieros.
Unos mercados que han reaccionado con moderado optimismo al acuerdo de todos los países salvo el que representaba los intereses de la City londinense, capitaneado por David Cameron. Concluidas, a las 16h del viernes, las comparecencias de los gobiernos europeos, “las bolsas siguen al alza y la prima de riesgo española, por debajo de los 400 puntos (en 379)”, publicaba la periodista de 20 Minutos Virgina P. Alonso. El miércoles 7, los bancos, principales actores en los mercados, ya habían recibido con gratitud la “barra libre de liquidez” y la reducción del apalancamiento –el soporte en la economía real de los activos de un banco— anunciada por el Banco Central Europeo a través de su presidente, Mario Draghi.
El tercer punto de la obra de mampostería presentada en Bruselas establece que, para lograr esos objetivos de estabilidad económica “será necesario un nuevo acuerdo entre los Estados miembros de la zona del euro, consagrado en ambiciosas normas comunes que plasmen su firme compromiso político en un nuevo marco jurídico”. En el desarrollo de ese punto sólo se explicita que aumentará el número de reuniones -se celebrarán al menos dos cumbres del euro al año- y que se trabajará “en pos de una política económica común” con la vista puesta en lo que el documento llama los países de referencia en una poco velada alusión a Alemania, verdadero motor de esta declaración. Otras posibles medidas como la coordinación de políticas contra el fraude fiscal no aparecen en un documento que sí apunta hacia una mayor coordinación económica. Tampoco se valora en el texto la posible implementación de medidas de estímulo de la economía a través de rentas no laborales, ayudas o similares.
Más participación del sector privado en la gestión de la crisis
El pacto sobre la divisa común europea deja al BCE como principal actor de los rescates de países en crisis por encima del Fondo Monetario Internacional, a través de la Facilidad Europea de Estabilización Financiera (FEEF) y el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), dotados de un techo revisable de 500.000 millones de euros para operaciones financieras. “Berlín no quiere oír hablar de eurobonos ni de manera hipotética a largo plazo. Se aleja más el escudo contra la especulación” apuntaba en su cuenta en una red social el corresponsal de Público, Daniel Basteiro; además, se explicita que el rescate de Grecia llevado a cabo en julio supone una excepción “de carácter único”. No obstante, “respecto de la participación del sector privado”, los 26 –todos menos el Gobierno de David Cameron— abrazan “las prácticas y principios consagrados del FMI, lo que quedará reflejado sin ambigüedad alguna en el preámbulo del Tratado”, establece el texto de Bruselas.
Como matiz a esta batería de medidas políticas, en un apartado de la Declaración, los gobiernos europeos reconocen que no todas las medidas podrán ser implementadas a través de disposiciones de Derecho derivado. Un acuerdo que se redactará en un plazo de cuatro meses es la única referencia en el texto a la forma de trasladar al proyecto vigente el avanzado marco de unión económica a la alemana, un modelo que ha quemado una nueva etapa hacia su consolidación hegemónica en Bruselas.
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