Vicecanciller de Alemania y presidente
del Partido Demócrata Libre.
- SOCIOS. El liberal Guido Westerwelle junto a la canciller alemana Angela Merkel.
Guido Westerwelle no
está a la altura del
puesto que ocupa,
sentencia el semanario
alemán Der Spiegel. Y es
que cada vez son más los desplantes
tanto a los socios de
coalición, los conservadores de
la CDU, como a quien se atreva
a inquirirle sobre sus más que
dudosas propuestas en materia
de política económica. En sus
apariciones públicas se muestra
extremadamente altivo y, a
veces, resentido. No hace
mucho logró concitar la vergüenza
común de los alemanes
al negarse a responder a la pregunta
de un corresponsal
extranjero, formulada en inglés,
y añadiendo que él, en Alemania,
habla alemán. Una nueva
contribución al desgaste, al
descrédito del, no lo olvidemos,
titular de exteriores del gobierno
teutón.
Las encuestas de intención
de voto más recientes no
dejan lugar a dudas: mientras
los socios mayoritarios de la
coalición se mantienen dentro
de los parámetros de las últimas
elecciones, los liberales de
la Partido Demócrata Libre
(FDP) sufren un descenso en su
popularidad sin precedentes:
en sólo siete meses los liberales
han dilapidado la mitad de
la confianza que los alemanes
les otorgaron en los últimos
comicios (un 14,6 %). Para
colmo de males, la prensa alemana
acaba de destapar una
serie de escándalos del actual
titular de Exteriores que podrían
acelerar su salida del Gobierno.
En su número del 15 de marzo
Der Spiegel publica una detallada
lista de contactos del entorno
privado de Westerwelle que
se benefician, de una manera u
otra, de su privilegiada posición
en el gobierno. Por si esto no
fuera suficiente, el abogado
renano actúa con una arrogancia
sin precedentes y se reafirma
en su derecho de hacer del
Ministerio de Exteriores un
apéndice de su vida privada.
Durante su reciente periplo
diplomático por varios países
del continente sudamericano,
Westerwelle se hizo acompañar,
a expensas del erario público,
de Michael Mronz, su compañero
sentimental. Aun así, cualquier
intento de pedir responsabilidades
al ministro se
encuentra con una airada acusación
de homofobia. Westerwelle
huye hacia adelante, pero
el cerco se estrecha poco a
poco en torno a él.
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