La realidad de las banlieues francesas ha cambiado poco desde la revuelta social que tuvo lugar en octubre de 2005, cocida a fuego lento desde hacía años.
- NATERRE. Nacer en los quartiers sensibles y las ciudades de Habitation à Loyer Modéré (HLM) o viviendas económicas es, en el contexto de una Francia exclusiva y excluyente, un estigma difícil de superar. Ludovic Baillard.
El 27 de octubre de 2005 todo explotó. Bonna y Zyed, dos chicos de Clichy-sous-Bois, en la periferia parisina, murieron electrocutados al refugiarse en un transformador mientras huían de la policía. Este hecho fue el desencadenante de que la furia y la desesperación acumuladas de miles de jóvenes franceses se materializaran en una revuelta social. El entonces ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, alimentó la revuelta con sus declaraciones en las que calificaba como “chusma” a estos jóvenes. Durante aquellos días se declaró el Estado de Emergencia en todo el país, recurriendo para ello a una ley de 1955 promulgada por la IV República para hacer frente a la insurrección en Argelia.
Desde entonces, uno de los temores de Sarkozy ha sido que se repitiesen los incidentes de 2005 y se evidenciase que las políticas aplicadas no han tenido efecto en el problema de las periferias francesas. El presidente francés presentó en 2007 otro plan para las banlieues, conocido como Plan Esperanza. El plan, que fue calificado en su momento como el Plan Marshall para los barrios marginales, se basaba en aumentar la seguridad: enviar 4.000 policías más a los suburbios. Pero también en acabar con el aislamiento (con una inversión de 500 millones de euros en transportes) y en ayudar a cien mil jóvenes a encontrar empleo.
“Sacralizar la escuela”
Pero el Plan Esperanza no ha sido efectivo puesto que en mayo de 2009, en otro intento de reconquistar los barrios de la periferia, Sarkozy autorizó los registros de alumnos y la creación de un cuerpo especial de intervención en los centros educativos ante el dato de que, en cinco meses, se habían registrado 251 incidentes con armas en las escuelas francesas. La presentación de esta medida estuvo acompañada de un discurso solemne, ante la presencia de 500 responsables de los cuerpos de seguridad franceses, en el que el presidente habló de “sacralizar la escuela”.
Pero ni la politique de la ville ni los planes de Sarkozy, presentados como la piedra angular de las políticas públicas para la lucha contra la degradación de los suburbios y contra la exclusión de las poblaciones que viven en ellos, han cambiado las cosas. Las banlieues siguen sumidas en el paro, la pobreza, el fracaso escolar y la exclusión social. A la espera de políticas sociales que aporten herramientas para combatir el subdesarrollo social en el que se encuentran la educación, el empleo, la sanidad o la cultura; o que ganen la batalla a la exclusión interior y social en la que vive los jóvenes de las banlieues.
REFERENTES CULTURALES DE LOS SUBURBIOS
El hip hop combativo es una referencia central para muchos jóvenes de las banlieues. Desde que Assassin empezara en 1990 con mensajes radicales sobre racismo, ecologismo o colonialismo, grupos como IAM de Marsella o NTM de Paris son los grandes referentes del rap de los '90. Actualmente, el hip hop comercial se ha incubado en radios y televisiones, rompiendo con la cultura originaria de expresión política y promoviendo cada vez más un estereotipo agresivo, viril, delictivo, resignado, individualista, consumista y carente de expectativas. Aun así quedan integrantes de grupos como Anfalsh o La Rumeur (o su compañera de universidad, Cassey, con su Zone Libre), que no se han amedrentado ante la criminalización y los continuos litigios judiciales por difamación de las élites políticas. Nuevos proyectos como Skalpel (uruguayos del distrito 93 parisino) o Keny Arkana (con su colectivo marsellés La Rage du Peuple y su inspirada Victoria con los piqueteros argentinos), demuestran que pervive una tradición rapera rebelde que transmite una memoria del colonialismo y una cultura de solidaridad y lucha organizada contra la explotación. También hay películas de culto como La Haine (El Odio) o Ma 6-T va craquer (Mi barrio va a estallar, de J-F. Richet). La primera está arraigada en el plano humano de los personajes. La segunda es más descarnada y rabiosa mostrando la violencia policial como detonante de una conciencia insurreccional al grito rapeado de «La sédition est la solution! / Révolution! / Multiplions les manifestations! / Passons à l'action!».
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