La iniciativa de Nicolás Sarkozy, el G-8 y Jeffrey Sachs
de crear una alianza entre gobiernos y multinacionales
para acabar con el hambre fracasa en Madrid.
- PALACIO DE CONGRESOS. Representantes de diversos países toman nota en esta Reunión de Alto Nivel.
Era la oportunidad de Zapatero.
Quería celebrar una gran reunión
con grandes soluciones frente a la
crisis alimentaria mundial. Pero a
última hora, gracias a las reticencias
de algunos países y organizaciones
sociales, el acuerdo no salió
adelante.
El 26 y 27 de enero representantes
de más de 152 países compartieron
mesa con grandes estructuras del neoliberalismo
y una escasa representación
de campesinos y ONG. El motivo
era la celebración de la Reunión
de Alto Nivel sobre Seguridad
Alimentaria para Todos en Madrid.
Una reunión que enlaza aparentemente
con los objetivos de la lucha
contra el hambre planteados en la
Cumbre de Roma el año pasado.
Entonces, se comprometieron 22.000
millones de euros para paliar la crisis.
Hasta la fecha sólo se ha materializado
un 10% y además en forma de
ayuda alimentaria. Mientras, la cifra
de hambrientos en el mundo ha alcanzado
los mil millones.
Esta vez la propuesta central de la
reunión ha nacido del G-8 y más directamente
de Sarkozy: crear una
Alianza Global por la Seguridad
Alimentaria. Alianza que ha sido impulsada
por Jeffrey Sachs, consejero
especial para los Objetivos del
Milenio en la ONU y ferviente partidarios
de las medidas neoliberales.
Esta Alianza, aparentemente democrática,
abre la puerta a que corporaciones
transnacionales y fundaciones
privadas entren a decidir sobre
alimentación y agricultura al mismo
nivel que los gobiernos y la ONU.
Representa un paso más en la política
de la Organización Mundial del
Comercio de un dólar un voto, lo que
deja a merced del mercado y las corporaciones
a decenas de países. Los
culpables de la crisis se sientan a negociar
en una línea marcada por el
Banco Mundial que, desde que comenzó
la crisis alimentaria, ha recetado
el aumento de la producción a
través de semillas mejoradas y fertilizantes.
De hecho, en 2008, este organismo
abrió un fondo de financiación
de 1.200 millones de dólares
para poner en marcha el suministro
de este paquete tecnológico a pequeños
agricultores. Mientras el precio
del trigo llegaba a subir un 130% y el
arroz un 66%, transnacionales de la
agro industria como Monsanto o
Cargill aumentaban sus beneficios
en un 45% y un 60%.
La Alianza no se ha consolidado,
pero eso no significa que el G-8 haya
renunciado a sus propósitos. Lo más
probable es que en próximas reuniones
vuelva a presentar los mismos
contenidos con distinto envoltorio.
Además, África está en el punto de
mira de esta Alianza a través de las
fundaciones y transnacionales que,
apoyadas por el Banco Mundial y el
G-8, ven el terreno preparado para la
Segunda Revolución Verde (el uso
de semillas mejoradas y fertilizantes
para aumentar la producción).
Asistentes polémicos
Dos de los asistentes a la reunión de
Madrid fueron la Fundación Bill y
Melinda Gates y la Alianza por la
Revolución Verde en África (AGRA,
por sus siglas en inglés). Aunque en
ningún caso hablan abiertamente de
transgénicos, sí apuestan y defienden
las semillas mejoradas y fertilizantes.
De hecho el fundador de
Microsoft se define a sí mismo y a su
mujer, Melinda, como unos “apasionados
de la tecnología”. Entre sus
propósitos está “ayudar a más de 150
millones de pequeños campesinos
del África subsahariana” a través de
semillas y fertilizantes. Por su parte,
AGRA, presidida por el antiguo secretario
general de la ONU Kofi
Annan, propone facilitar el acceso al
mercado internacional de los países
africanos proporcionando, créditos y
“desarrollando más de 1.000 variedades
de semillas mejoradas en los
próximos diez años”. Incluso propone
que no produzcan alimentos sólo
para el autoabastecimieto, sino para
el comercio exterior, cuando África
desde hace más de 40 años es importador
neto de alimentos.
Lejos de la propuestas neoliberales,
Vía Campesina, un movimiento
internacional de campesinos y campesinas
que aglutina a organizaciones
de 56 países distintos, pone sobre
la mesa la única salida posible a
la crisis: la soberanía alimentaria.
Para esta plataforma, los gobiernos
nacionales deben controlar su producción
de alimentos, y la alimentación
debe salir de la OMC, al mismo
tiempo que se fomenta la pequeña
producción. Vía Campesina señala
que hay que detener la labor de las
transnacionales que de manera sistemática
desplazan a los campesinos y
campesinas de sus tierras con grandes
monocultivos que contaminan el
agua, el aire y a la población local,
condenando a la miseria y al hambre
a millones de personas. La soberanía
alimentaria es la salida a la crisis.
- MARYAM RAHMANIAN. Representante del oeste de Asia en el IPC, una red de organizaciones
que trabaja por la soberanía alimentaria.
ENTREVISTA // MARYAM RAHMANIAN, FORMA PARTE DE LA ONG IRANÍ POR LA SOBERANÍA ALIMENTARIA CENESTA
“El G-8 no va a parar, va a buscar nuevos caminos”
Esta activista iraní relata
los pormenores de la
reunión y del rechazo a la
propuesta del G-8 para la
seguridad alimentaria.
DIAGONAL: ¿Cómo se ha conseguido
parar la Alianza?
MARYAM RAHMANIAN: Hasta el
último momento pensábamos que
iban a aprobar la Alianza, porque
Ban Ki-moon la apoyaba y continuamente
hablaban de hacer una
hoja de ruta. Pero parece que al final
pudieron más los países en desacuerdo
y la FAO.
D.: Una vez que la Alianza se ha
conseguido parar, ¿cómo crees que
intentará el G-8 llevar adelante su
propuesta?
M.R.: El G-8 no va a parar. Va a buscar
nuevos caminos para que la
Alianza prospere. Quizá intenten
negociar con los países que estaban
en contra, le cambien el nombre o
incluso intenten directamente controlar
la ONU para poder llevar a
cabo sus propias políticas. Este año
va a ser clave porque hay numerosos
encuentros.
D.: ¿Como el de ministros de Agricultura
del G-8 en abril?
M.R.: Hay que seguir muy de cerca
este encuentro. Es la primera vez
que hay una reunión de este tipo.
Han estado debilitando la FAO y
ahora quieren tomar el control total.
D.: ¿Cuál ha sido la estrategia para
debilitar a la FAO?
M.R.: La FAO se creó en 1945 como
un organismo democrático (cada
país con un voto) dentro de la ONU.
Su objetivo era tratar todo lo relacionado
con agricultura y alimentación.
A partir de 1970, cuando comenzó el
proceso de descolonización, surgieron
numerosos países que también
podían votar en todo lo relativo a
agricultura. Con los nuevos actores,
el Norte se dio cuenta de que ya no
podía controlar la FAO. Así que se
ha dedicado a desmantelar las atribuciones
de la FAO y crear nuevas
instituciones como el Programa
Mundial de Alimentos (PMA) o el
Fondo Internacional de Desarrollo
Agrícola (FIDA). La estrategia se
completa concediendo cada año menos
presupuesto a la FAO.
D.: Para las nuevas propuestas, el
G-8 apelará de nuevo a la crisis alimentaria
mundial.
M.R.: No es casualidad que esta propuesta
de la Alianza haya coincidido
con la crisis alimentaria. La estrategia
es muy sencilla. Si quieres hacer
una propuesta tan radical como concentrar
todo el poder de decisión sobre
la alimentación necesitas una situación
excepcional, una crisis. En
situaciones de crisis la gente espera
nuevas propuestas. Es lo mismo que
pasó en EE UU el 11-S. Lo que ocurre
es que esta vez la estrategia ha fallado
porque para la opinión pública
el momento más álgido de la crisis
fue el año pasado. Además, como
ellos son los responsables de la crisis,
necesitan que la gente piense que
están haciendo algo.
D.: Las organizaciones sociales han
estado poco representadas...
M.R.: Normalmente el problema de
representación lo suelen tener los
campesinos y las ONG. Los gobiernos
pueden intervenir libremente
pero en este caso no ha sido así. A
muchos ministros les han negado la
palabra. El encuentro se ha caracterizado
por un diálogo entre el G-8 y
África. El G-8 decía: “nosotros proponemos
esta Alianza estupenda” y
África respondía “sí, estamos de
acuerdo. Por favor, dadnos dinero”.
D.: ¿Cómo ha sido la participación
de corporaciones como Monsanto?
M.R.: Han sido muy precavidos a la
hora de destacar. Las corporaciones
quieren controlar el poder, pero no
quieren que la gente se dé cuenta,
así que se camuflan en un proceso
aparentemente democrático donde
intervienen campesinos y ONG.
Podrían haber llegado con una delegación
de 20 personas y controlar el
encuentro, pero no lo hicieron.
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