ANÁLISIS: CONFLICTOS TRAS LA SUPUESTA DIVISIÓN ENTRE LAICOS E ISLAMISTAS
Falsas dicotomías en Turquía

Antonio Cuesta, corresponsal
de Prensa Latinaen
Turquía, desgrana para
DIAGONAL algunas de las
claves para comprender la
realidad política del país.

21/06/07 · 0:00
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13 MAYO, ESTAMBUL. Cientos de miles de personas salieron a las calles para mostrar su apoyo a una Turquía laica./ MSF

Los últimos acontecimientos
sucedidos en Turquía
han levantado una intensa
campaña en los medios occidentales
desde la que al actual
partido en el Gobierno (Partido de
la Justicia y el Desarrollo -AKP-) le
están lloviendo todas las culpas de
los males que se viven en el país.
La elite laica no ha permitido la
candidatura para la presidencia ni
del actual primer ministro, Recep
Tayip Erdogan, ni de su canciller de
Asuntos Exteriores, Abdullah Gül.
La actuación del principal partido
de la oposición (Partido Republicano
del Pueblo -CHP-), la connivencia
del Tribunal Constitucional
y las amenzas del Ejército han impedido
momentáneamente que el
AKP consiga la jefatura del Estado,
en vísperas de unos comicios legislativos
que avalarán, casi con seguridad,
su reelección.

Sin embargo, la respuesta de
Erdogan a ese envite ha sido la modificación
constitucional para que
la elección del presidente se realice
mediante sufragio universal en lugar
de por el parlamento, confiando
con ello en que sean los votantes, y
no los militares, quienes le permitan
acceder a la jefatura del Estado.
En este sentido, el veto del aún presidente
de la República, Ahmet
Necdet Sezer, no ha hecho sino
alargar un trámite que ahora deberá
ser ratificado en referéndum.

En medio de esa lucha por el poder
se esconde -bajo la apariencia
de un duelo entre laicos e islamistas-
una dura pugna sobre qué modelo
se impondrá en los próximos
años y quién liderará el mismo.
Durante décadas la elite del Ejército,
de las instituciones del Estado
y los partidos políticos del régimen,
al amparo del ideario kemalista,
han actuado en beneficio propio
coartando cualquier atisbo de disidencia
o de participación popular.
El secularismo en Turquía no propugna
la separación entre el Estado
y la religión, sino el control del primero
sobre la segunda, lo que se ha
traducido en la persecución y represión
de cualquier supuesta amenaza
contra el sistema establecido.

Las tensiones centro-periferia -una
burocracia urbana frente a la sociedad
rural- se han presentado hasta
hoy como la lucha entre modernizadores
y conservadores o de laicos
contra islamistas. Sin embargo, la
sociedad turca, mayoritariamente
musulmana, presenta una imagen
de sí misma menos polarizada de lo
que dan a entender estos análisis.
Según un estudio de la Fundación
de Estudios Económicos y Sociales
de Turquía, una amplia mayoría de
los ciudadanos rechaza la idea de
que la religión deba desempeñar algún
papel en la vida política.

El amigo americano

Desde el 11-S, el país ha vuelto a tomar
un destacado papel geoestratégico
como fiel aliado de los EE UU
y de Israel. La guerra contra Iraq
provocó algunas discrepancias con
el Gobierno de Ankara, pero en lo
fundamental éste ha aceptado las
políticas diseñadas por Washington
para la región, tanto en lo que hace
referencia a la colaboración con el
Estado sionista, como su participación
en el denominado “diálogo de
seguridad energética”, un acuerdo
con el que se dará una salida al
Mediterráneo de los hidrocarburos
procedentes del Caúcaso para obstaculizar
las exportaciones de gas y
petróleo de Irán y Rusia.

Pero la apuesta más importante
del Gobierno de Erdogan sigue
siendo el ingreso de Turquía en la
UE. El AKP cuenta con un amplio y
heterogéneo apoyo social, entre los
que se encuentran tanto empresarios
musulmanes como descontentos
por la corrupción y el desprestigio
de la clase política en general.
Hasta ahora ha efectuado cuantas
reformas le ha permitido el sector
laico, pero su alto grado de pragmatismo
y su compromiso con el neoliberalismo
auguran mayores y más
profundas transformaciones que
enervarán el ánimo de la elite laica.

El denominado sector kemalista,
vertebrado en torno al Ejército,
es una amalgama que integra tanto
a la corrupta clase política como
a importantes sectores de las
instituciones del Estado, pasando
por un sector de la patronal agrupada
en la muy influyente Asociación
de Industriales y Empresarios
de Turquía. Todos ellos son
beneficiarios y socios en el negocio
de mantener las actuales reglas
del juego en Turquía, y en el
provechoso reparto que de ello se
deriva. Y son plenamente conscientes
de que el camino hacia la
UE traerá privatizaciones, recortes
de gastos y empleos en el sector
público, y una seria transformación
en las fuerzas armadas,
que afectará tanto a su organización
e influencia política como a
su papel de actor empresarial de
primer orden en la economía.

Lo que hoy se vive en Turquía
es un desafío entre dos tendencias
burguesas. Si como parece el
AKP realmente aspira a cambiar
las bases del modelo actual, en
pos de una homologación “democrática”
por parte de la UE, la
oposición utilizará cuantos resortes
tenga a su alcance para intentar
frenar las reformas y salvaguardar
los privilegios que le
otorga el actual sistema. El revés
momentáneo que ha supuesto la
congelación de las conversaciones
entre Bruselas y Ankara, lejos
de frenar a Erdogan, le ha llevado
a redoblar su apuesta, y para ello
necesita no sólo una nueva mayoría
parlamentaria sino también la
presidencia de la República.

Las elecciones de julio desvelarán
el camino del país para su futuro
cercano. A la sempiterna represión,
la dureza de las condiciones
laborales y la ausencia de derechos
y coberturas sociales ahora habrá
que añadir, si gana el AKP, un descomunal
programa de privatizaciones
que el Gobierno ha decidido
aparcar hasta garantizarse una
nueva victoria electoral.

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