Mujer, inmigrante y con cargas familiares: el perfil de la
mano de obra en la principal zona productora de fresas
de Europa responde a una cuidada estrategia
empresarial apoyada por las instituciones
- CAMPAÑA DE LA FRESA. Recolectoras trabajando en un invernadero de Huelva
Considerado uno de los
principales enclaves de
la agricultura intensiva
mediterránea y de la ‘modernización’
del campo andaluz, el
cultivo de la fresa en Huelva ha pasado
ahora a ser presentado también
como un ejemplo a seguir debido
al nuevo modelo de gestión de
la mano de obra.
Desde su implantación en el año
2001, el sistema de contratación de
mujeres inmigrantes en origen ha
tendido a ser definido a partir únicamente
de las ventajas que genera para
el Gobierno, preocupado por frenar
la inmigración ‘ilegal’; para el
sector empresarial, que ha encontrado
en dicho sistema la posibilidad
de planificar con suficiente
antelación la campaña; y para las
trabajadoras, a las que se les ofrecería
una oportunidad para mejorar
sus niveles de vida. No es de extrañar,
por tanto, que bajo la idea del
beneficio mutuo empresarios, administraciones,
sindicatos mayoritarios
(UGT y CC OO) y algunas ONG
coincidan en considerarlo como el
“modelo ideal de la inmigración ordenada”,
frente al descontrol que,
en su opinión, suponía la inmigración
anterior integrada por trabajadores
marroquíes y subsaharianos.
Cuáles son las razones que explican
la preferencia por una mano de
obra femenina y qué concepción se
tiene de la inmigración son dos preguntas
que nos pueden ayudar a
desvelar, sin embargo, la otra cara
de la realidad que se vive en los
campos freseros. Los propios empresarios
no muestran inconveniente
alguno en señalar los argumentos
que les llevaron a demandar casi
exclusivamente mujeres desde el
primer año que se adoptaron estas
políticas de contratación (de los
7.000 contratos firmados en 2001 se
ha pasado a cerca de 33.000 en esta
campaña): junto a las clásicas ideologías
sexuales sobre el trabajo que
atribuyen a las mujeres una serie de
cualidades –como la flexibilidad, la
agilidad y la delicadeza– consideradas
innatas e idóneas para recoger
un producto de ‘primor’ como la fresa,
los empresarios insisten en la
mayor responsabilidad y entrega al
trabajo y la menor conflictividad
que les generan las mujeres en comparación
con los hombres.
La evolución de los criterios de
selección de las trabajadoras ilustra,
de manera ejemplar, cuál es para
los empresarios el perfil de la ‘trabajadora
idónea’: mujeres procedentes
de entornos rurales, de mediana
edad y con cargas familiares.
Con este perfil la patronal y el
Gobierno aseguran tener la garantía
de que las trabajadoras se desplazarán
a Huelva obligadas por sus
circunstancias personales y necesidades
económicas y regresarán a
sus países de origen una vez finalizada
la campaña.
Huéspedes del planeta fresa
Dicha lógica, que responde en buena
medida al modelo de la ‘trabajadora
invitada o huésped’, se apoya
en una visión instrumental que,
además de reforzar la distinción entre
inmigración legal e ilegal, reduce
la inmigración al volumen de mano
de obra que los empresarios necesitan
coyunturalmente para la
campaña de la fresa. La obligatoriedad
de firmar un compromiso de
retorno, el que las políticas de integración
no estén pensadas para estos
colectivos de trabajadoras temporales
o el modelo residencial establecido
(que lleva a las mujeres a
vivir en las fincas, aisladas de los
pueblos, y donde se asiste a una
fuerte segmentación sexual y étnica
de los espacios de convivencia) son
algunos aspectos que vienen a reflejar
esta concepción que se tiene
de la inmigración, la cual, entendemos,
poco tiene que ver con ese discurso
que presenta la contratación
en origen como una ‘gestión ética y
humana’ de la inmigración.
Por el contrario, la creciente feminización
del trabajo, que no hace sino
reflejar el papel central que adquiere
el trabajo barato y precario de
las mujeres inmigrantes en las cadenas
de producción global, logrando
que el sector fresero alcance competitividad
en los mercados agroalimentarios,
ha venido acompañada
de una clara fragmentación de la mano
de obra, lo que ha contribuido notablemente
a la desmovilización de
la clase jornalera y al retroceso de
los derechos laborales y sociales.
comentarios
0