El uso del lenguaje inclusivo
Un discurso y una práctica más justa para ’tod*s’

Las autoras parten de que los usos lingüísticos reflejan estructuras sociales y plantean intervenir en la lengua para cambiar el orden social.

, antropólogas y lingüistas.
27/02/12 · 8:55
Edición impresa

Texto de Aitana Garí Pérez y Laura Tejado Montero

En el cuento Alicia a través del espejo, de Lewis Carroll, un personaje llamado Humpty Dumpty explica el significado de un poema e insiste en que "cuando yo uso una palabra quiere decir lo que yo quiero que diga; ni más ni menos." A esto, Alicia le contesta que "la cuestión es si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes". Y Humpty Dumpty zanja la conversación: "la cuestión es saber quién es el que manda, eso es todo".

En todas las sociedades existen relaciones asimétricas y jerárquicas que se construyen y expresan en el discurso, al mismo tiempo que éste contribuye a que estas relaciones se mantengan; es decir, los fenómenos sociales discriminatorios se manifiestan en los discursos. El sexismo presenta una imagen descalificadora y desvalorizada de las mujeres, mientras que el androcentrismo consiste en su exclusión e invisibilización. Del mismo modo, la homofobia plantea una imagen desvalorizada y peyorativa de la homosexualidad, mientras que el sistema de sexo-género binario invisibiliza y excluye del discurso cualquier realidad que no se ajuste de forma clara a la división entre hombres y mujeres.

La cuestión es de uso

Los idiomas no son machistas ni discriminatorios en sí mismos, lo son los usos que se hacen de ellos; dicho de otro modo, es en el discurso donde se expresan las ideologías. ¿Pero cómo expresamos nuestra ideología? Al seleccionar unos elementos de la lengua y no otros, al seleccionar unas estructuras gramaticales y no otras o determinadas palabras o expresiones y no otras.

La producción e interpretación de los discursos está estrechamente vinculada a su contexto sociopolítico. Aquí entra en juego lo apropiado y correcto según la normativa lingüística como principal freno a los cambios. Lo apropiado no deja de ser una convención que no es ajena a los discursos y categorías ideológicas hegemónicas, criticables por varios motivos: asumir una homogeneidad cultural en el habla que no se le presupone a otros ámbitos de la experiencia social; excluir cualquier uso conscientemente disruptivo de la lengua; obviar que lo supuestamente inapropiado puede ser enormemente pertinente, o la única alternativa posible, para expresar determinados sentidos.

Podemos y debemos plantear cambios en el uso de la lengua con el fin de intervenir en el orden social. El primer paso es cuestionar las creencias y suposiciones presentadas como "naturales" y "correctas", como sucede por ejemplo con el uso abusivo del masculino gramatical como genérico que ofrece discursos androcéntricos. La gramática es muy resistente al cambio porque está íntimamente relacionada con el uso adecuado y normativo de la lengua. Desde una postura crítica, no podemos aceptar un conjunto de normas inmutables que encorsetan nuestro uso de la lengua. Y es que hay que preguntarse qué clase de normas son y quién las define, para quién y con qué intención.

La lengua no deja de ser un código establecido que requiere adecuarse al contexto para entenderse plenamente. En el proceso comunicativo consciente o inconscientemente tenemos en cuenta elementos como el medio (no es lo mismo hablar con tus amigas que escribir para una revista científica), la audiencia (varía en función de si conoces o no a las personas destinatarias de tu discurso) o la intención comunicativa (tampoco es lo mismo intentar vender algo que expresar tus proyectos), por ejemplo. Contamos con un abanico de alternativas cuyo uso está condicionado al contexto en el que se produce la comunicación.

De hecho, el control por el uso de la lengua que cada una hacemos debe comenzar por una reflexión sobre los usos de alternativas, en este caso al masculino gramatical usado como genérico, dependiendo del contexto que se trate. Para ello, debemos pensar también en quién es el referente al que se pretende representar. ¿El referente es un grupo mixto cuyos componentes conocemos? ¿O es una persona de la que conocemos su sexo? ("Voy a mi médica de cabecera"). ¿O son personas indeterminadas o incluso prototípicas? ("Necesito pedir cita al médico").

Analizando el tipo de referente real al que aludimos, vemos que para unos casos es relativamente fácil y adecuado encontrar alternativas al uso y abuso del masculino como genérico, mientras que para otros hay disparidad de opciones y opiniones.

Decía Sapir que "los hábitos lingüísticos de nuestra comunidad nos predisponen hacia ciertas clases de interpretación". Es cierto que el machismo y la homofobia presentes en el uso que hacemos de la lengua sólo lograrán ser superados cuando cambien las estructuras sociales que producen y potencian estos usos. Sin embargo, se puede incidir paralelamente en la lengua y establecer una influencia recíproca entre lengua y orden social. Para ello hace falta cambiar algunos usos de la lengua, de forma que permitan nombrar a todas las personas de manera justa.

Cuando hacemos la selección de los elementos de la lengua para comunicarnos y no sólo del léxico sino también de las estructuras sintáctico-gramaticales, tenemos la oportunidad de posicionarnos ideológicamente a través de nuestra selección, de nuestro discurso, aunque esto suponga transgredir la norma, lo natural o la costumbre en pro de cuestionar el patriarcado. Así vamos generando condiciones de posibilidad que permitirán dar pasos hacia su erradicación.

Alternativas al abuso del masculino gramatical como genérico
Aplicadas sobre frases de números anteriores de DIAGONAL.

- Genéricos femeninos: "Las personas encontraron la fuerza de rebelarse".

- Colectivos y/o abstractos, femeninos o masculinos: "El pueblo saharaui» o «la población saharaui".

- Estructuras gramaticales: "Sandinista con honestidad es quien está ausente ahora".

- Duplicación y repetición: "Hombres y mujeres de todas las edades".

- Barra '/': "Encuentro de socios/as y colectivos", "un/a trans".

- Grafías como 'x', '*' y '@': A2sociación de expres@s y represaliad@s del franquismo".

Tags relacionados: Número 168 Ciencia
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comentarios

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    anónima
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    04/03/2012 - 9:42pm
    Humtpy Dumpty debería entrar en la RAE.
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    anónima
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    04/03/2012 - 7:21pm
    <p class="spip">¡Hola!</p> <p class="spip">Precisamente acaba de publicar Ignacio Bosque (uno de los lingüistas más reconocidos y respetados de la actualidad) un artículo sobre este tema, respaldado de momento por otros 26 académicos.</p> <p class="spip">Creo que es de lectura obligada ya que es un estudio científico escrito desde la visión de un especialista. Compartamos o no su opinión, vale la pena leer las palabras de una de las mentes más eminentes de la lingüística española. Dejo aquí uno de los enlaces donde se puede leer: http://cultura.elpais.com/cultura/2012/03/02/actualidad/1330717685_771121.html</p>
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    anónima
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    27/02/2012 - 7:32pm
    Obviare la parte de cotidianidad del uso de la palabra en cuanto al dominio sexista. Puedo estipular que el mismo existe. Y las formas que propones para acabar con esta practica son necesarias. Mi parecer se circunscribe al uso del idioma como instrumento de opresión. El ejemplo clásico que puedo citar se dio durante la transición. De como la manipulación llevo al pueblo a aceptar, el actuar gobierno. Con la amenaza de un posible levantamiento militar. Había varias tendencias sobre, lo que debería ser un gobierno pos franquista. Pero el concepto de, “levantamiento militar” o “sublevación”, sirvió para crear una especie de consenso basado en el miedo a una vuelta al pasado. No se si la autora de este articulo, piensa como yo, de que un pueblo bajo el palio del miedo, debe de ser sometido a una votación. Yo soy categórico cuando digo que no. Bajo miedo, un pueblo no puede ser sometido a votación. Pero así fue como se dio la transición, bajo el supuesto de que, ante la perspectiva de una posible sublevación militar, había que escoger de los malo lo menos malo. Es así como, se crea un discurso de poder. Hay un escrito de Gene Sharp, “<strong class="spip">De la Dictadura a la Democracia, Un Sistema Conceptual para la Liberación</strong>” que empleado a la inversa, sirve para la construcción de un discurso de poder. Lo dejo para que lo revises, es el ABC de como reventar un gobierno por medios pacíficos.
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    anónima
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    27/02/2012 - 7:20pm
    <p class="spip">@El_Diagonal Obviare la parte de cotidianidad del uso de la palabra en cuanto al dominio sexista. Puedo estipular que el mismo existe. Y las formas que propones para acabar con esta practica son necesarias. Mi parecer se circunscribe al uso del idioma como instrumento de opresión. El ejemplo clásico que puedo citar se dio durante la transición. De como la manipulación llevo al pueblo a aceptar, el actuar gobierno. Con la amenaza de un posible levantamiento militar. Había varias tendencias sobre, lo que debería ser un gobierno pos franquista. Pero el concepto de, “levantamiento militar” o “sublevación”, sirvió para crear una especie de consenso basado en el miedo a una vuelta al pasado. No se si la autora de este articulo, piensa como yo, de que un pueblo bajo el palio del miedo, no debe ser sometido a una votación. Yo soy categórico cuando digo que no. Bajo miedo, un pueblo no puede ser sometido a votación. Pero así fue como se dio la transición, bajo el supuesto de que, ante la perspectiva de una posible sublevación militar, había que escoger de los malo lo menos malo. Es así como, se crea un discurso de poder. Hay un escrito de Gene Sharp, “De la Dictadura a la Democracia, Un Sistema Conceptual para la Liberación” que empleado a la inversa, sirve para la construcción de un discurso de poder. Lo dejo para que lo revises, es el ABC de como reventar un gobierno por medios pacíficos.</p> <p class="spip">Enlace removido por razón de estilo. El manual se pude conseguir, bajo el titulo antes citado y al final, añadiendo pdf.</p>
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    anónima
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    27/02/2012 - 2:37pm
    Yo no sé cuál es la manera más correcta para cambiar el uso de la lengua, y estoy de acuerdo con l@s que dicen que el uso de los distintos símbolos "x", "@" o "*" no es la mejor opción (yo uso @ porque me recuerda una "a" superpuesta a una "o"). Sin embargo, sé porqué es necesario ese cambio: como mujer, recuerdo las primeras veces que, al comenzar mi andadura en eso del feminismo, leí alguna fórmula igualitaria. Había en ello un eco que sacudía mi cerebro, como una llamada "¡Sí, las mujeres también!". No intento sonar poética ni romántica, es algo mucho más racional, se trata de identificarte, de percibir la realidad que plantea un texto de una manera mucho más acorde con lo real. Así mismo, encuentro que el masculino genérico en ocasiones tergiversa las realidades y empaña el significado de lo expresado. Estoy pensando el libro que estoy leyendo: "Ébano", de R. Kapuscinsky, que narra las experiencias del periodista en distintos países de África. En frases como "me rodea un enjambre de niños"; "A una cierta edad, un niño iteso recibe una vaca"; "su presencia, su existencia [del ganado] unen al hombre con la luz suprema" y parecidas su uso no me deja entender si se trata de masculino o de "masculino genérico", puesto que no conozco las culturas en cuestión y no sé si el enjambre es sólo de varones, porque estamos hablando de una cultura en la que las niñas (las mujeres) no pueden abandonar sus hogares o, al revés, la mayoría (pero no todas), son niñas porque los niños un poco mayores ya son reclutados por los guerilleros; cómo tampoco puedo saber si los itesos les conceden una vaca también a las niñas (no, no lo hacen) y si la presencia del ganado une al hombre (masculino singular) o al ser humano con la luz suprema... El uso de las distintas fórmulas que visibilizan y esclarecen la presencia femenina en la realidad que describe un texto no es sólo una cuestión de reivindicación feminista, sino una manera de hacer mucho más fácil la comprensión de esa realidad.
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    anónima
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    27/02/2012 - 2:01pm
    <p class="spip">Hola, primeramente felicitar a Doña AITANA GARÍ PÉREZ y Doña LAURA TEJADO MONTERO por tan excelente artículo. Sin ánimo de entrar en controversias ni llamar al debate, aclaro que mi postura es meramente subjetiva y ceñida a los conocimientos que adquirí en mi formación académica hace ya algunos años.</p> <p class="spip">En dicha formación se me enseño que la lengua es una especie de "ser vivo" que evoluciona con la sociedad, pero que lo hace más lentamente para amortiguar las modas pasajeras que la puedan modificar permanentemente sin necesidad. Tengo entendido que ésta labor es realizada por instituciones como la R.A.E. También algo que aprendí fue que la lengua tiende a economizar el tiempo.</p> <p class="spip">Lanzadas éstas premisas que reverberan en mi escaso conocimiento del tema aprovecho el comentario de un tercero (que sabía mucho más que yo) y que me quedó grabado en la memoria: "[...] señores, debemos distinguir entre sexo y género en el ámbito del lenguaje. Es por ello que las mesas no se casan con los "mesos" [...]". Sin embargo, seguidamente nos explicó que el lenguaje no padecía de carácter sexista, sino economizador, a la hora de nombrar un colectivo, y que dicho nombramiento podía tanto ser una palabra de género masculino como femenino sin entrar en el sexo de tales.</p> <p class="spip">El uso de la letra arroba, tan solo por su similitud con la conjunción de la letra a y la o, no justifica, a mi parecer su empleo en la lengua escrita con fines sustitutivos. Y digo tan solo la escrita, porque carece de fonema. Tanto de lo mismo para asteriscos, barras, guiones o equis. Sin más intención que con la de opinar, me despido. Un saludo.</p> <p class="spip">Joaquín.</p>
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    anónima
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    27/02/2012 - 1:26pm
    Además de lo que estorban a la audición los formatos masculino + femenino ("compañeros y compañeras", "los vascos y las vascas") y a la lectura los continuos "/os, /as", creo que es bueno que todos los partidarios de atacar esta enfermedad en sus síntomas, recuerden que cada vez que utilizan un asterisco ("lector*s") o una arroba ("suscriptor@s") están dañando en sus derecho al colectivo de invidentes que utilizan las aplicaciones lectoras, que convierten en sonidos audibles para ellos los textos escritos que de otro modo no les son accesibles.
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    anónima
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    27/02/2012 - 1:12pm
    Aunque entiendo los argumentos de los comentarios anteriores, no creo que la finalidad de la modificación del lenguaje se deba, simplemente, a una cuestión lingüística. Quiero decir que, para mí, responde más a un arma política, por decirlo de alguna manera, en tanto que si no existiese lo que tan bien comentáis (machismo, patriarcado, etc. ya sea lingüístico, social...) no estariamos hablando de esto. A mí, por ejemplo, el hecho de usar "a" cuando se habla en general y en plural ("nosotras"), siempre me ha recordado al guante negro en el puño hacia el cielo de Tommie Smith y John Carlos en Méjico 68. En una sociedad que gira la cara e ignora cualquier modificación del significado por su capacidad para recoger, adaptar y reintegrar cualquier expresión de descontento en una elasticidad casi infinita, sólo nos queda trabajar sobre el significante.
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    anónima
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    27/02/2012 - 12:07pm
    Cada cual puede hablar como le de la gana pero como lingüista aficionado no considero que el lenguaje discrimine por que el genero neutro sea igual al masculino. Es como si digo que la biología me discrimina por no tener pechos. El lenguaje no es una creación racional, es una representación biológica de una necesidad. Si queremos el lenguaje perfecto hablemos todos esperanto, pero señores, ya tenemos una edad para andarnos con @, x y otros neoinventos.
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    anónima
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    27/02/2012 - 11:57am
    <p class="spip">A mí también me ha gustado el artículo, aunque no el titular y, por extensión, el uso y abuso de elementos como *, @ o ’x’, que se aconsejan al final del texto para conseguir introducir un lenguaje no androcéntrico. Lo veo absurdo, y explico el porqué: una persoa con especial sensibilización hacia este tema leerá por defecto la forma femenina <a href="todas" class="spip_out">tod*s-</a>, y usará también esta forma en el lenguaje hablado. Mientras tanto, aquella otra persona que carece de esa visión leerá por defecto en forma masculina <a href="todos" class="spip_out">tod*s-</a>, por lo que no se está consiguiendo absolutamente nada!</p> <p class="spip"><strong class="spip">Lo que no se nombra no existe</strong> y, como todas somos personas, yo creo que lo adecuado es el uso del femenino como genérico, admitiendo justamente la elipsis de la palabra ’personas’. Yo así lo hago, y el impacto que produce en mi interlocutora que me dirija hacia un grupo de dos hombres y una mujer como ’nosotrAs’ es exactamente lo que genera un cambio.</p> <p class="spip">Respecto a la repetición de términos [compañeras y compañeros], en países de América Central y del Sur es la práctica habitual: todas utilizan la doble forma. Tal vez en el Estado español resulte extraña esta práctica por novedosa, pero desde luego no es contraria a la lengua castellana. No olvidemos que si en un país como Guatemala se habla dicho idioma es por obra y gracia de la colonización... ;)</p>
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    anónima
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    27/02/2012 - 11:27am
    Estoy de acuerdo con Mujer,lesbiana,linguista porque a mi tambien me chirrian los oidos al oir la artificiosidad de ciertas construcciones linguisticas o palabras y no me gusta que mi lectura sea "estorbada" por las terminaciones os/as etc.Aunque comparta ideologicamente las posiciones feministas esa manera de expresarse me suena como "falsa" y poco "economica" en el sentido que MLL recordaba.
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    anónima
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    27/02/2012 - 9:22am
    <p class="spip">Me ha gustado el artículo porque está expresado sin radicalismos y bastante bien argumentado. Sin embargo, voy a presentar una tesis diferente (y que me temo difiere también de la postura de Diagonal). Hablo aquí como hispanohablante, mujer, lesbiana y lingüista: No me gusta retorcer la lengua hasta la falsedad, la artificialidad y casi el ridículo. Como hablante me chirrían los oídos (o la vista) cuando oigo o leo "Compañeras y compañeros" o "compañer*s" o cualquier otra forma. Como mujer (y lesbiana, si es que acaso esto es importante) jamás me siento ofendida ni excluida cuando se dirigen al grupo en el que me incluyo como "amigos", "compañeros"... Y como lingüísta, ese "plural de doble género" me parece absolutamente innecesario y contrario a la naturaleza de la lengua (de cualquier lengua). En el caso concreto del castellano y del latín, el plural "compañeros" (para seguir con el mismo ejemplo) no es necesariamente la forma masculina, sino que desempeña la función de forma NO MARCADA. Efectivamente, la función del masculino como forma no marcada nace en una sociedad fuertemente patriarcal, la indoeuropea, en la que la mujer está excluida de la toma de decisiones (ella es la excepción, por eso en la lengua es la forma marcada). Sin embargo, ya en el latín, miles de años después del nacimiento de la lengua común, se había despojado a la forma gramatical plural masculina de su carácter real masculino. De hecho, el latín ya crea adjetivos que comparten terminaciones en su forma plural (de los que en castellano tendríamos, por ejemplo "fiel, fieles", "inteligente, inteligentes").</p> <p class="spip">En cuanto al conjunto de las lenguas, a esos rasgos del lenguaje universal, "compañeros y compañeras" rompe con la regla básica de todas las lenguas de la economía del lenguaje. Es decir, es algo artificial.</p> <p class="spip">Me alegro de que el artículo, como he dicho antes, esté escrito con mucha sensatez y me gustaría recalcar la idea que en él ya está plasmada de que el lenguaje no es más que el reflejo de la sociedad. El machismo en el lenguaje (que existe, aunque no en los ejemplos que he señalado) no es más que los síntomas de una enfermedad: hay que tratar la enfermedad para que desaparezcan los síntomas.</p> <p class="spip">Como hablante y como lingüista no me gusta que se utilicen argumentos ajenos a la propia lengua para cambiar la forma en la que me expreso. Esa es mi opinión.</p>
  • Ilustración: Emma Gascó.
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