Más allá de una simple cuestión de solidaridad entre pueblos, el resultado de las elecciones griegas resulta clave para el futuro de la contestación a las políticas de austeridad.
Sigue el escrutinio de las elecciones griegas
Entrevista al activista griego Yorgos Mitralias: "No hay que buscar la solución a la crisis en un aislamiento entre fronteras nacionales"
- Imagen: Madrilonia
1. Gracias a Grecia nos hemos enterado de que la “crisis del Euro” es, en realidad, una apuesta de las elites financieras y el poder político europeo contra población europea. Ya sea por los mecanismos propios de los mercados de deuda, ya sea por las condiciones del rescate (que pusieron en marcha en 2010 FMI, Comisión Europea y Banco Central Europeo, la llamada Troika) el pago de la deuda se ha convertido en un yugo para la población griega. Hasta el momento en que se tocaron todos los límites para la formación de nuevas deudas, los bonos de deuda griega han sido los activos más rentables que han podido encontrar los agentes financieros de todo el mundo. Hay que recordar que en el verano de 2011 los intereses sobre la deuda griega llegaron a alcanzar el 110%, para hacer la situación, aún más injusta, mucho de este dinero procedía de créditos concedidos por el Banco Central Europeo al 1% de interés: los beneficios, obtenidos a costa de la población griega, han sido astronómicos.
2. El rescate de Grecia ha sido poco más que una maniobra de control político de la economía griega por parte de la Unión Europea y, muy especialmente, de Alemania. Aunque el gobierno alemán no haya parado de poner el grito en el cielo por los “costes” que le ha supuesto el rescate griego, lo cierto es que Grecia se ha convertido en una maquina de producir beneficios para Alemania. Por un lado, gracias a los altos tipos de interés de la deuda griega, Alemania automáticamente obtiene una prima de riesgo extraordinariamente baja y, por tanto, unos costes de financiación muy bajos que le permiten financiar su gasto público y que sus bancos, muchos de ellos en una situación muy delicada logren seguir accediendo a crédito. Además, todo el programa de privatizaciones asociado al rescate ha sido aprovechado a fondo por un puñado de empresas alemanas. Desde el primer momento, un miembro del Deustche Bank ha acompañado a los miembros de la troika en el programa de privatizaciones. La compañía de telecomunicaciones griega y el aeropuerto de Atenas ya están en manos alemanas y muchos otros bienes públicos privatizados están en el punto de mira.
3. Esta operación de desposesión ha estado recubierta de toda una retórica racista promovida por los medios y el propio gobierno alemán acerca de la población griega. Es habitual en estos medios escuchar que todo lo que ha sucedido a Grecia está justificado porque “falseó” sus cuentas públicas. Sin duda, pero hay que tener en cuenta que, en la era de la financiarización, no hay una sola contabilidad de cierto tamaño que no pueda ser puesta en cuestión. Las contabilidades financieras actuales están llenas de trucos contables que permiten una buena dosis de manga ancha a la hora de fabricar los balances. Es curioso que se haya utilizado el argumento de la “falsificación” contra Grecia y no contra los que, en aquel caso, diseñaron los mecanismos contables: el todopoderoso banco de inversión Goldman Sachs. Otra manera de estigmatizar a los griegos por parte de las elite alemanas ha sido promover la imagen de los “griegos vagos” que se dedican a parasitar al laborioso alemán medio. Esta visión, que es alimentada por políticos y periodistas alemanes, no se sostiene por ningún lado, los datos disponibles dicen más bien lo contrario, mientras que de media en Alemania se trabajan 1.390 horas al año de media, en Grecia son 2.119 horas.
4. La población griega lleva tiempo sometida a los privilegios de sus propias elites, privilegios que han sido redoblados por las cargas impuestas por el rescate. Los abultados datos del déficit público que arrastra Grecia tienen más que ver con la total amnistía fiscal a los ricos de ese país que a ningún programa de gasto público. Se calcula que desde el principio de la crisis de la deuda ya ha salido de Grecia el equivalente a su PIB, en un país en el que sólo 15.000 personas declaran ganar más de 100.000 euros anuales. En esta línea, los asalariados griegos cobran menos que en cualquier otro país de Europa, la masa salarial griega es porcentualmente más baja que en ningún otro país de la UE.
5. Gracias a Grecia hemos podido saber que la verdadera naturaleza política de la Unión Europea es extraordinariamente autoritaria. Cuando después de varios meses de fortísimas movilizaciones en Grecia, se arrancó a regañadientes un referéndum al entonces primer ministro Yorgos Papandreu, la UE montó una rebelión interna en el bloque de gobierno y apartó fulminantemente a Papandreu. Como no dio tiempo ni siquiera a formular las preguntas del referéndum, se puede entender este golpe de estado “blando” como una simple expresión de pánico ante cualquier forma de cuestionamiento democrático de la dictadura de la deuda impuesta por la troika (FMI, UE, BCE). Así hemos sabido que ese déficit democrático que siempre se ha atribuido a la UE es algo más que un mero defecto formal. Es, más bien, un proyecto, lleno de intención, del 1% para dotarse de un aparato institucional alejado de la voluntad mayoritaria.
6. La ciudadanía griega ha mantenido unos niveles de movilización no vistos en Europa desde hace varias décadas. La piedra de toque de estas movilizaciones, lo que les dio aire y transformó cualitativamente su significado fueron las ocupaciones de Plaza Syntagma, la plaza del parlamento griego, inspiradas en el 15M. Desde el primer momento para el movimiento de Plaza Syntagma la prioridad número uno fue acabar con el régimen de dominio brutal impuesto por la troika. El grito “No debemos, no pagamos” ha traspasado las fronteras griegas para significar en toda Europa al chantaje de la deuda a través del impago democrático. En Plaza Syntagma, como en el 15M, también se tenía claro que el problema no estaba en la alternancia de partidos sino en un régimen bipartidista estructuralmente sumiso a los intereses de los más poderosos.
7. La coalición Syriza, más que posible ganadora en las elecciones del próximo domingo, es el resultado político de este proceso de movilización y, muy especialmente, según ellos mismos reconocen, de Plaza Syntagma y el 15M. El ascenso de Syriza lleva las marcas de este radical proceso de innovación política y sus propuestas centrales abren horizontes estratégicos inéditos. Su propuesta central, el impago democrático de la deuda a través de una auditoría ciudadana dentro del Euro, marca una diferencia fundamental con lo que, hasta ahora, venía siendo la postura “izquierdista” canónica: la salida del Euro. Es evidente que la apuesta es plantar cara a las políticas de austeridad para forzar un cambio de políticas económicas dentro de la unión antes que simplemente salirse de la Unión. Frente a la alternativa de la salida del Euro y el shock económico para Grecia, Syriza prefiere discutir a quien pertenece la riqueza común de todos los europeos. Si toda va como parece, está será la primera vez que la omnipotente Alemania de Merkel, desde la crisis, y la Unión Europea, desde su fundación, no tengan más remedio que tener en cuenta a las poblaciones a las que, con su total sumisión a los intereses financieros, quieren condenar a la pobreza en los próximos decenios. Sólo con escuchar a las autoridades de la UE decir que Grecia está “chantajeando” a Europa ya podemos saber que se comienza a ejercer un contrapoder a la dictadura financiera.
8. La Unión Europea ha reaccionado a este cambio de la única manera que ha venido demostrando saber desde que comenzó la crisis, mediante las amenazas disciplinarias y la política del miedo. Por supuesto, la primera amenaza es expulsar a Grecia del Euro y condenarla al tratamiento de shock de unos mercados financieros expertos en destrozar pequeñas monedas. Pero no es tan sencillo, por una parte, en términos estrictamente políticos, la Unión Europea atravesaría varios umbrales en su proceso de conversión en una máquina autoritaria sumisa al nihilismo financiero. Por otra, en términos económicos, una salida de Grecia del Euro provocaría el impago total de la deuda griega, un redoblamiento de los ya violentísimos ataques sobre Italia y, sobre todo, España y, en última instancia, una brutal crisis financiera con los principales poseedores de deuda griega, los bancos alemanes y franceses, en su centro. Grecia tiene, pues, buenas cartas estratégicas para negociar. La Unión Europea lo sabe y ya ha lanzado su campaña electoral utilizando al Banco Central Europeo para que anime la salida de capitales de Grecia mediante la amenaza de no proveer de fondos prestados a sus bancos. En la misma línea de política extrema del miedo, la Comisión Europea confunde voluntariamente los controles de capital con un “corralito” a la Argentina, y amenaza con que se bloquearan los depósitos de los ciudadanos griegos si gana Syriza. A esto habría que contestar que precisamente la existencia de controles de capital, ahora prohibidos en la UE neoliberal pero habituales en las economías occidentales hasta hace bien poco, que fijan los grandes flujos financieros a un territorio, son los que evitan que se produzca un bloqueo de los ahorros de los ciudadanos de a pie.
9. El posible triunfo de Syriza marcará la muerte de un bipartidismo tan podrido e incapaz como el español y plantará cara a un régimen político de total subordinación a los intereses de los capitalistas financieros. Sólo por esto ya merecería ser apoyada. Pero lo que nos jugamos este domingo en Grecia es algo más que la solidaridad entre países del Sur de Europa con coyunturas similares, la victoria de la coalición puede abrir caminos políticos reales para que comencemos a plantear verdaderas alternativas de solución de la crisis. La propuesta del impago democrático dentro del Euro, así como la propuesta de promover una auditoría democrática de la deuda a nivel europeo, es algo más que una solución nacional para Grecia. De hecho, el horizonte para una contestación política genuinamente europea que cuestione el papel que han jugado las fronteras como líneas de contención de una crisis que es de toda Europa. Este escenario nos interpela directamente como ciudadanos sometidos a un régimen de expolio a escala europea y nos da la ocasión de sumarnos a esa vía en un momento en el que cada vez queda más claro que sólo la democracia, la fuerza política de los intereses de la inmensa mayoría de la población, el 99%; puede poner coto al proyecto de suicidio colectivo que representa el orden neoliberal europeo.
10. Las lecturas políticas que se hagan en España sobre la victoria de Syriza serán muy dispares, pero en la mayoría de los casos repetirán que ha ganado un partido de izquierda radical, un dato, que no por cierto, deja de esconder diferentes significados dependiendo de quien lo diga, ya sea quienes lo hacen para celebrar la victoria de las propias posiciones ideológicas o aquellos que tratan de desprestigiar la decisión de la mayoría de los griegos. Pero no debemos olvidar que lo realmente importante es que Syriza ha conseguido desbancar el bipartidismo y elaborar un programa de reformas para democratizar Grecia y la propia Unión Europea. Este programa recoge muchas de las cuestiones que han surgido en las plazas de diferentes lugares del mundo y que han puesto en el centro la profundización de la democracia y la distribución de la riqueza en beneficio de la mayoría.
La pérdida de legitimidad del actual régimen controlado por las cúpulas de los partidos y las elites financieras es algo que también está pasando en España, sobre todo a partir del 15 de mayo del año pasado, y no descartemos la posibilidad de que las plazas acaben derribando a Rajoy, Rubalcaba y sus aliados. Pero este movimiento de destitución tiene que venir acompañado de un proceso de constitución de un nuevo proyecto democrático. La pregunta es cómo hacer esto en España, donde, por diferentes cuestiones, no hay un partido como Syriza, y la población desconfía de los partidos políticos con toda la razón. Existen varias posibilidades, se nos ocurren dos: abrir un proceso de redacción de una nueva constitución como han conseguido en Islandia, y si esto no es posible directamente, la creación de una agrupación electoral no partidista, formada por personas normales con cargos revocables y que tenga como objetivo llegar al Parlamento con un sencillo programa que recoja una serie de puntos muy claros para democratizar el poder y la riqueza. La gente hará el resto.
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