SAMIR AMIN, PRESIDENTE DEL FORO MUNDIAL DE LAS ALTERNATIVAS
“El desafío es pasar de la resistencia a la ofensiva”

Samir Amin, economista egipcio e intelectual
que preside el Foro Mundial de las Alternativas,
red internacional de centros de investigación y
de intelectuales militantes creada en 1997, analiza
la situación de los movimientos de lucha anticapitalista
y las perspectivas de futuro.
DIAGONAL lo entrevistó en el Foro sobre
Globalización y Desarrollo Desigual, en Madrid.

06/09/07 · 0:00
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SAMIR AMIN. Durante la conferencia
en Madrid el pasado mes de junio / José Pujol

DIAGONAL: Antes de Rostock, los
movimientos contra la globalización
neoliberal parecían acabados. En
Rostock, 100.000 personas salieron a
la calle contra el G-8. ¿Cómo ves la
salud del movimiento a nivel político
y social? ¿Con qué desafíos se enfrenta?

SAMIR AMIN: El liberalismo, la
ofensiva del capital y del imperialismo,
se cristalizó a lo largo de los ‘80,
pero se desarrolló en los ‘90, y hay
que resaltar que las reacciones de
resistencia se desarrollaron muy deprisa.
Desde mediados de los ‘90 los
movimientos de resistencia a esta
ofensiva se expandieron por todo el
mundo y tomaron la forma del Foro
Social Mundial (FSM), a partir de
2001 en Porto Alegre. Pero debemos
tener en cuenta que los FSM, como
los foros sociales regionales y muchos
de los nacionales, son lugares
de encuentro, nada más que eso, y a
veces, como con motivo de los G-8,
manifestaciones colectivas, que son
política, moral y psicológicamente
muy útiles, pero que no son lugares
donde se profundiza en el debate ni
se desarrollan estrategias de lucha.

Los foros sociales son por definición
abiertos: no hay censura ni prohibiciones,
pero a la vez es muy costoso
desplazarse por el mundo para
encontrar a otros colegas y camaradas
para manifestarse. Por ello existe
cierto desequilibrio en las representaciones
en el seno de los foros
sociales. Muchas de las organizaciones
mejor dotadas económicamente
no son las más interesantes desde el
punto de vista de las luchas que llevan
a cabo, como muchas ONG que
son, en el peor de los casos, parasitarias
de los movimientos de lucha
sin aportarles gran cosa y que están
sobrerrepresentadas. Por el contrario,
las grandes organizaciones ‘tradicionales’
que desarrollan luchas,
las organizaciones sindicales, obreras,
campesinas, por un lado no
siempre tienen los medios financieros
para tener una gran representación,
y por otro no necesariamente
dan prioridad a la participación en
este tipo de manifestaciones, y debemos
tener esto en cuenta.

D.: ¿Qué otras alternativas hay?

S.A.: En el seno de y en paralelo a los
FSM hay otras redes que intentan
poner en contacto los movimientos
de lucha. El Foro Mundial de las
Alternativas (FMA), que tengo el honor
de presidir y que fue creado en
1997, pone el acento en la elaboración
de la “convergencia en la diversidad”,
es decir, en la discusión de
objetivos y en la cristalización de estrategias
políticas comunes.

Por ejemplo, ¿cómo reconstituir el
frente unido del trabajo en unas condiciones
estructurales muy diferentes
de las condiciones estructurales
de la organización del trabajo hace
50 años? La forma de organización
del trabajo principalmente obrero en
la gran empresa y ahora, bajo el efecto
del liberalismo y de la revolución
tecnológica, la precarización, las deslocalizaciones,
la diseminación del
proceso productivo, han creado condiciones
y estructuras de organización
de las clases obreras muy diferentes.
Hay que encontrar las formas
de organización apropiadas. No soy
de los que dicen que los sindicatos
nunca sirvieron para nada. El salto
adelante del Estado de bienestar
nunca se habría producido sin los
partidos comunistas, sin los partidos
socialistas, sin los sindicatos que durante
un tiempo dieron a las clases
obreras una legitimidad política que
nunca antes habían tenido en la historia
del capitalismo y que están perdiendo
hoy. Pero las formas de organización
y de acción correspondían a
otro momento.

También diría que hay un progreso
en la conciencia democrática en el
sentido de que frente a las formas de
organización relativamente verticales,
que correspondían a otra época
de la formación de la expansión capitalista
y de la estructuración de las
clases obreras y que podían ser eficaces
en su época, hay hoy -debido
al aumento del nivel de educación-
mayores exigencias democráticas.
Creo que son positivas, pero también
provocan ilusiones, como que el movimiento
espontáneo podría crear alternativas
por sí solo. Yo creo que la
dialéctica, teoría y praxis, no puede
ser eliminada de las exigencias de
la convergencia en la diversidad, y
esta convergencia implica un reconocimiento
democrático real de la
diversidad de intereses sociales, nacionales,
etc., y de la diversidad de
culturas políticas.

El respeto de esa diversidad no excluye
la necesidad de construir la
convergencia, y el FMA fue creado
para ello. Cito los grandes asuntos:
reconstruir la unidad de la clase
obrera, construir la alianza obrera y
campesina. Para el 80% de la humanidad,
para los pueblos del Sur, la
población rural representa aún la mitad
o más de la población total. Por
ello, si no se responde a las necesidades
de supervivencia y de desarrollo
de esa masa campesina con políticas
de desarrollo que garanticen el
acceso al suelo y el uso eficaz del
suelo, del agua, etc., las clases populares
urbanas se quedarán relativamente
fragmentadas, aisladas y, en
consecuencia, débiles frente a sus
enemigos del capitalismo mundializado
y de sus agentes locales. Es un
problema que se plantea tanto a nivel
nacional en los países del Sur como
a nivel mundial: pienso en las
tentativas, a través del agronegocio,
de desposeer al campesinado del dominio
de su producción, que es el
producto de siglos de acumulación
de conocimientos científicos y tecnológicos,
en provecho de multinacionales
como Monsanto.

Otro asunto es el de la democracia,
y para mí la democratización de
las sociedades debe estar asociada
al progreso social y no disociada como
propone la fórmula occidental
que nos quieren vender. Asociar democratización
al progreso social en
todas sus dimensiones, y no sólo a
la gestión de la política por el supuesto
pluripartidismo y las elecciones,
es fundamental. Y en este ámbito
también hay mucho que hacer:
derrotar el proyecto de EE UU y de
sus aliados subalternos europeos a
través de la OTAN de control militar
del planeta, un control que muestra
que el capitalismo no puede dominar
el planeta sin el uso de medidas
de represión violenta incluida la
agresión militar.

D.: ¿Tienen los movimientos la capacidad
de intervención a nivel
mundial?

S.A.: Todos esos movimientos llevan
a cabo luchas legítimas, pero que la
mayoría de las veces están delimitadas
en el espacio y limitadas a un ámbito.
Es necesario que tomen conciencia
de que deben entrar en contacto
unas con otras e integrarse en
un proyecto o en proyectos alternativos
coherentes. Esto implica una visión
política y superar el ámbito particular
donde se llevan a cabo las luchas
por una alternativa positiva.

Y es principalmente a nivel nacional-
porque los cambios y cristalizaciones
políticas y la definición de las
culturas políticas particulares se
producen a este nivel-, que esta conjunción
puede producirse, pero es
también necesaria a nivel mundial:
puesto que el capital está mundializado,
para hacerle frente necesitamos
un internacionalismo de los
pueblos. Es por ello por lo que me
pronuncio por una quinta internacional.
En la etapa actual, las luchas
son mundiales en el sentido de que
se desarrollan en espacios que cubren
todo el mundo, pero no están
aún mundializadas porque les faltan
dos cosas: una es la voluntad de
construir una convergencia en la diversidad
a escala mundial, lo que
implica una visión internacionalista
y, en mi opinión, una perspectiva socialista.
Pero también implica el paso
de un movimiento defensivo a la
ofensiva; los movimientos son esencialmente
de resistencia: al neoliberalismo,
a las deslocalizaciones, al
desmantelamiento de las conquistas
sociales y los derechos laborales, a
la agresión policial y militar... El desafío
es pasar de la resistencia a la
ofensiva, es decir, lograr, a través de
las luchas, la cristalización de una
alternativa positiva.

D.: ¿Cómo se ha avanzado en este
campo?

S.A.: Creo que el paso de la defensiva
a la ofensiva se ha iniciado. En
América Latina, la victoria de Lula,
independientemente de lo que pensemos
sobre la evolución posterior
de Brasil, ha producido una ruptura:
la irrupción en la vida política del
pueblo brasileño, de la clase obrera,
de un partido como el PT, de sindicatos...
y aún no se ha pasado página.
Y tenemos otras “avanzadas revolucionarias”.
Venezuela lo es, y lo vemos
no sólo a través del inicio de las
transformaciones sociales internas,
sino también a través de propuestas
como el ALBA. Avanzada revolucionaria
también en Bolivia: el hecho de
que por primera vez en su historia
un indio, es decir, un representante
real de la mayoría de la población
campesina de ese país, sea elegido
presidente no es cualquier cosa.
Incluso la reelección de Ortega en
Nicaragua, aunque sea en condiciones
muy diferentes a las de la primera
victoria de los sandinistas, no es
cualquier cosa. Al igual que la victoria
electoral de Correa y la cristalización
de una izquierda alternativa radical
en países como México o Perú.

Creo que en América Latina esta
avanzada revolucionaria se explica
por el hecho de que los movimientos
sociales, que también han empezado
como movimientos de resistencia,
se han politizado y han cristalizado
en alternativas políticas que
cuestionan el poder establecido. No
defiendo el discurso de que el poder
establecido no tiene importancia, de
que la transformación se hace en la
sociedad, despreciando el poder. Ni
siquiera compartí la opinión del subcomandante
Marcos de que la cuestión
no es del poder; de hecho, el
movimiento neozapatista ha vuelto
a echar agua en su vino, y la articulación
con otros movimientos de
transformación política de México
empieza a ser una realidad. No soy
de los que, beatamente optimistas,
piensan que se ha pasado página definitivamente,
pero soy optimista en
el sentido de que estas primeras
avanzadas revolucionarias pueden
preparar el terreno para otras que
vendrán después.


África: el continente vulnerable

SAMIR AMIN: Buena
parte de África, en la
etapa actual del sistema
capitalista mundial,
es especialmente
vulnerable. Es por ello
que las políticas de
ajuste estructural que
han creado problemas
de deterioro grave por
todo el mundo son
todavía más devastadoras
cuando la sociedad
es relativamente
vulnerable y frágil
como lo es a menudo
en África.
Esto no impide que
haya reacciones a esta
situación, entre otras,
el renacimiento de los
movimientos campesinos,
movimientos que
estuvieron en el origen
de la independencia
de África. Y este renacimiento
de los movimientos
campesinos
se produce bajo nuevas
condiciones, es
decir, en contra no ya
de los poderes coloniales
extranjeros sino
de sus poderes locales
y nacionales.


Convergencia en la diversidad

SAMIR AMIN: Creo que
con el hundimiento de
Europa en el proyecto
antidemocrático de la
construcción europea,
cimentada en el neoliberalismo
económico y
social y en el atlantismo
político y mientras los
pueblos europeos no
deconstruyan ese proyecto
no habrá gran cosa
que esperar más que lo
que vemos hoy: la construcción
de un pseudoconsenso
en el que los
partidos políticos de la
derecha y de la izquierda
electoral no son muy
diferentes en lo que
hacen cuando están en
el Gobierno, es decir,
aliarse sobre las exigencias
del liberalismo.
Mientras no se deconstruya
ese proyecto el
pueblo europeo vivirá
con la ilusión de otra
Europa que le gustaría
que sea social, pero que
no lo será nunca.
También en otros lugares
del mundo hay reacciones
negativas. Vengo de
una región, la árabe, africana,
ampliamente
musulmana, en la que la
deriva hacia la ilusión de
una alternativa para-religiosa
y para-étnica son
también involuciones. No
soy pesimista con respecto
a los movimientos
de lucha en el mundo:
no están en declive, sino
que siguen creciendo,
pero siguen enfrentados
a desafíos y las respuestas
están lejos de cristalizar:
la respuesta para la
construcción del socialismo
del siglo XXI exige el
respeto de la convergencia
en la diversidad.

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