Entre 1991 y 2003, el Consejo de Seguridad de la
ONU, liderado por EE UU y Gran Bretaña, impuso un
régimen de sanciones económicas sobre Iraq que, según
la propia ONU, provocaron la muerte de más de
1,5 millones de civiles iraquíes.
- Foto: Antonio Navia
Hans Von Sponeck,
coordinador humanitario de la ONU en Iraq y responsable
del programa Petróleo por Alimentos entre 1998
y 2000, año en que dimitió, no ha cesado desde entonces
de denunciar la política de sanciones como “otra
forma de guerra”. Su denuncia queda plasmada en
Autopsia de Iraq (Ed. del Oriente y del Mediterráneo),
que ha presentado recientemente en España.
DIAGONAL: ¿Por qué decidió abandonar
su puesto como coordinador
humanitario de la ONU para Iraq?
HANS VON SPONECK: Se trató del
reconocimiento por mi parte de que
lo que estaba haciendo no tenía ningún
impacto para cambiar la política
[de sanciones] de la ONU. Y cuando
te das cuenta de que no puedes cambiar
una política y que esa política es
muy negativa para la población, entonces
te preguntas: “¿Puedes continuar?”,
y si la respuesta es “sí”, entonces
formas parte del problema.
D.: Esa política de sanciones provocó
la muerte, según la propia ONU,
de 1,5 millones de iraquíes civiles...
H.V.S.: El número no es tan importante.
No sé si fue un millón y medio,
dos millones, un millón... una sola
persona muerta por una mala política
es ya demasiado. ¿Y qué pasa con
los que no murieron, qué pasa con
los que están vivos: ancianos, jóvenes,
estudiantes, madres, padres, trabajadores...
qué tipo de vida tienen
tras 30 años de dictadura, 13 años de
sanciones, tres guerras y, hoy, una
ocupación ilegal? ¿Cuánto es capaz
de soportar un pueblo? Hay iraquíes
que me dicen: “Es mejor estar muerto
que vivir en esta realidad”.
D.: ¿Había una intención política tras
el embargo de la ONU a Iraq?
H.V.S.: Desde luego, la idea que tenían
los americanos y los británicos
era hacer presión económica sobre
el pueblo iraquí para que se rebelase
contra Sadam Husein. Querían deshacerse
de Sadam, pero hasta finales
de los ‘90 éste era un objetivo
oculto. El mensaje que lanzaban era:
“La gente está sufriendo, hay armas
de destrucción masiva, debemos darles
derechos”, pero tras este mensaje
se escondía otra intención. Y en 1998
Clinton introdujo en el Congreso la
llamada Acta de Liberación de Iraq,
en la que hay muchas referencias al
cambio de régimen. Ese año decidieron
sacar a la luz que el objetivo principal
no eran las armas de destrucción
masiva, sino el cambio de régimen,
porque el Gobierno de Sadam
se había convertido en un poder regional
muy fuerte que no estaba de
acuerdo con la política exterior de
EE UU. Ése fue el inicio de una época
para preparar la invasión de Iraq
si la presión económica no llevaba a
un cambio de régimen desde dentro.
D.: Al final, la ONU no impidió la
guerra y acabó legitimando la ocupación.
¿Cuál es su credibilidad hoy?
H.V.S.: No se trata tanto de la credibilidad
de la ONU sino que muestra
más bien su debilidad cuando algunas
naciones deciden no aceptar la
voluntad de la comunidad internacional.
La ONU muestra que no puede
ser mejor de lo que sus miembros
quieren que sea. Ésa es la gran tragedia.
Esto me lleva a la conclusión de
que debemos trabajar duro para reformar
la ONU. ¿Qué significa? Si,
en el caso de Iraq, EE UU, Gran Bretaña,
España y otros deciden no
aceptar el proceso legal, deben saber
que habrá consecuencias, quizá un
castigo. Si las cosas hubieran ido
bien, cuando EE UU decidió seguir
su propio camino, los otros 190
miembros deberían haber dicho: “De
acuerdo, entonces boicotearemos
vuestras mercancías, tomaremos
medidas...”. Esto no pasó porque el
mundo siempre acepta las acciones
de los poderosos. La cuestión es cómo
podemos cambiarlo. En mi opinión
es muy urgente que eliminemos
el derecho a veto en la ONU.
D.: ¿Y qué pasa con las políticas de
doble rasero a nivel internacional,
por ejemplo, con el caso de Irán?
H.V.S.: Ése es el problema. No puedes
tener un tratado de prohibición
de pruebas nucleares y una política
de no proliferación y a la vez decir a
Irán: “Tú paras lo que estás haciendo,
pero yo sigo haciendo lo que
quiero”. En EE UU están trabajando
en una nueva generación de armas
nucleares pero dicen a Irán: “No puedes
seguir con el enriquecimiento de
uranio incluso si no está prohibido
por las leyes internacionales”. Bajo
las normas de la OIEA un país puede
enriquecer uranio hasta cierto nivel
con fines pacíficos. Irán comete un
error al no permitir a los inspectores
el libre acceso para verificar que sus
intenciones son pacíficas, pero la verdad
es que no hay evidencias de que
Irán haya cruzado la línea roja. Sin
embargo, EE UU sí la ha cruzado,
porque está produciendo material
nuclear y no permite que la OIEA inspeccione
sus instalaciones. Dondequiera
que mires, hay un doble rasero
enorme. Dices a Bolivia, a India, a
Sudáfrica: “Debéis abrir vuestros
mercados”, pero tú cierras tu mercado
y no permites que los productos
agrícolas entren a Europa o EE UU.
Eso es doble rasero. Pero el mundo
en 2007 ha dejado de aceptar esto.
D.: ¿En qué ha cambiado la situación?
H.V.S.: Las políticas de los poderosos
siguen prevaleciendo, pero hoy
el clima político es distinto. Primero,
la intervención en Iraq ha sido un desastre.
Además, nuevas alianzas se
están formando en el mundo: la
alianza entre China, Rusia, Pakistán,
India e Irán en el grupo de Shangai;
la ronda de Doha fracasó por Brasil,
Sudáfrica e India; una cooperación
China-África... Todas estas nuevas
alianzas dan una señal a EE UU: que
el mundo, los nuevos poderes emergentes,
como China e India, no quieren
aceptar ciegamente las políticas
de un país llamado EE UU que tiene
una estrategia en el Proyecto para el
Nuevo Siglo Americano y en la
Política de Seguridad Nacional de
2002 que dice: “debemos guardar el
control”. Y el mundo dice: “No. No
puedes decir que quieres ser el número
uno a nivel militar, político, social,
cultural, económico. Esto ha dejado
de ser aceptable para nosotros”.
D.: En este nuevo clima político,
¿pueden los responsables de las sanciones
y de la guerra ser juzgados?
H.V.S.: En teoría la respuesta es sí,
porque ante la ley, todos somos iguales.
Pero en un mundo con una ‘política
de los poderosos’ no pasa de este
modo. La situación es distinta cuando
tienes poder, dinero e influencia.
Pero hoy hay una oportunidad porque
tenemos una ley internacional
que hace 60 años no teníamos. Y la
gente está más informada, se organiza,
es más activa... y por primera vez
personas de todo el mundo fueron a
Estambul al Tribunal Internacional
sobre Iraq [celebrado en 2005], donde
juzgaron a Bush y Blair y los declararon
culpables. No tiene valor legal,
pero el próximo paso será tomar
el veredicto del pueblo y convertirlo
en un conjunto de medidas legales.
En Inglaterra, algunos abogados están
preparando un juicio contra Blair;
abogados de EE UU han llevado a
Rumsfeld y Bush ante la justicia en
Alemania. Hoy, muchos no pueden
visitar nuestros países: Rumsfeld no
vendrá a Alemania; Kissinger, cada
vez que viaja a un país, llama a la embajada
de EE UU para estar seguro
de que no será arrestado. Eso es bueno.
Deben darse cuenta de que no
pueden jugar con el futuro de los países
y de las personas.
D.: Usted ha calificado a Bush y a
Blair como “dictadores”...
H.V.S.: Si llamamos a Sadam “dictador”
es correcto. Pero si año tras año
el presidente de EE UU dice a otros
lo que tienen que hacer, también él
es un dictador, porque dicta. Cuando,
en los días anteriores a la invasión
ilegal de Iraq hubo una iniciativa
en la asamblea general de la ONU
para votar una resolución de unión
para la paz, EE UU escribió una carta
a los países que iban a apoyar la
resolución y dijo: “Si la apoyas, lo
consideraremos como un acto no
amistoso y habrá consecuencias”.
Eso se llama soborno, eso se llama
coerción, eso se llama dictadura. Así
es que un dictador tiene muchas caras
y se viste de muchas maneras; sólo
tenemos que reconocerlos y hacer
lo que la ley nos permite hacer.
Pax Americana y democracia
_ H.V.S.: La Pax Americana se
acaba, y creo que el mayor
peligro no viene de fuera,
del fracaso en Iraq, sino de
dentro de EE UU. El pueblo
americano no tiene salud, ni
física ni mental. En EE UU
hay un problema: la calidad
de vida. Y debemos preguntarnos
si es ése el tipo de
democracia que queremos.
Y, ¿qué es democracia?
¿Tiene el pueblo americano
distintas opciones? Sí. Pero,
¿tiene las opciones que se
merece en términos de
ingresos, bienestar, reparto
de riquezas, oportunidades?
No, así es que, ¿qué es
democracia? Y la democracia
en Finlandia será distinta
de la democracia en Iraq.
En algunos países significa
el fortalecimiento de la familia,
de la comunidad, no el
fortalecimiento del individuo.
Eso quizá es bueno o
aun mejor que la democracia
que practicamos. ¿Estamos
seguros en Occidente
de que tenemos un modelo
fantástico? ¿Es la felicidad
mayor que en Asia o en África?
El artículo 26 de la Declaración
Universal de los
Derechos Humanos dice
que todo el mundo tiene derecho
al pleno desarrollo de
la personalidad humana.
¿Tienen este derecho en los
suburbios de Los Ángeles?
¿Has visto las imágenes del
Katrina en Nueva Orleáns? Y
cuando ves gente con un nivel
de educación tan bajo.
La Pax Americana no puede
mantenerse con personas
sin educación ni salud.
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