CAMBIO CLIMÁTICO
Copenhague acentúa el fracaso de Kioto

Fracaso rotundo disfrazado de acuerdo plural, la
cumbre de Copenhague ha evidenciado la
imposibilidad de enfrentarse a la crisis climática sin
plantear un cambio de modelo económico.

24/12/09 · 0:00

Dos semanas de negociaciones de la
15 Conferencia de las Partes (COP-
15) de la Convención Marco de Naciones
Unidas sobre Cambio Climático
han creado un escenario político
que permite, al menos, dos reflexiones.
Primera: ha fracasado el
“multilateralismo”, basado en la dominación
de las grandes potencias
geopolíticas como Estados Unidos y
la Unión Europea, y crece el número
de países que ya no se dejan chantajear
por el G-7 o el G-20. Se encuentra
en peligro el carácter multilateral
de la Convención Marco de la ONU
y la participación igualitaria de todos
los países del mundo. Segunda, se
ha evidenciado que la lucha contra el
cambio climático sólo es viable a partir
de un cambio del sistema económico
y resulta esencial desarrollar
enfoques alternativos a las políticas
climáticas hasta ahora dominantes.

Los mayores emisores de Gases
de Efecto Invernadero (GEI) per cápita,
EE UU y la UE, no mostraron
ninguna voluntad para comprometerse
a reducir sus emisiones de
acuerdo con las exigencias científicas

(40% de reducción para 2020,
según las emisiones de 1990). “En
una conferencia diseñada para limitar
la emisión de GEI, se ha hablado
muy poco sobre reducción”, concluye
la red Justicia Climática Ahora,
en su valoración sobre la cumbre:
“Los países enriquecidos continúan
retrasando la puesta en marcha de
reducciones drásticas mientras desvían
la carga de la responsabilidad a
los emergentes y no pagan tampoco
las reparaciones por los daños causados
en todo el mundo”.

Especialmente en los últimos días
de la cumbre de Copenhague, EE UU
reunió a un grupo reducido de países
para sacar adelante un texto, plagado
de términos vagos, que no especifica
cifras de reducción de emisiones
para los países industrializados, ni
siquiera un objetivo global de reducción
de las mismas. Sin embargo,
una vez que alcanzaron la redacción
conjunta del texto, lo presentaron como
el Acuerdo de Copenhague, aunque
no había sido llevado al Plenario
para que se aprobara por el resto de
países. En consecuencia, los países
del ALBA –liderados por Bolivia–,
Sudán y Tuvalu rechazaron el documento,
ya que no incluye una cifra
de reducción de emisiones para los
países desarrollados.

Otro punto de conflicto ha sido el
objetivo de limitar el aumento de la
temperatura global en 2ºC, que el
Acuerdo recoge como objetivo para
estabilizar el clima, a pesar de que
más de cien países habían mantenido
que es necesario un objetivo de
1,5º C para evitar los peores escenarios
en África, los pequeños Estados
insulares y las regiones cercanas a
montañas con glaciares.

El documento final habla de un
“compromiso de los países desarrollados
para proveer recursos nuevos
y adicionales”, sobre todo en relación
a evitar emisiones de la deforestación
y degradación de bosques, algo
que, según los grupos ecologistas,
va a convertir los últimos ecosistemas
naturales en espacios privatizados
para el mercado de carbono y de
inversiones. Según el texto, a partir
de 2020 se pretenden movilizar
100.000 millones cada año para los
países empobrecidos, provenientes
de “una amplia variedad de fuentes:
públicas y privadas, bilaterales y
multilaterales, incluyendo fuentes alternativas
de finanzas”. Para los
ecologistas esta medida entraña una
nueva especulación financiera en los
mercados internacionales de comercio
de carbono y la generación de
nuevas deudas ilegítimas.

“Irresponsables e hipócritas”

La cumbre ha sido conducida por
los intereses propios de cada país y
por soluciones comerciales como el
impulso a los agrocombustibles, que
los grupos ecologistas consideran
creadores de enormes impactos socio-
ambientales. Josie Riffaud,
representante del movimiento mundial
de agricultores La Vía Campesina
dijo: “Tenemos que cambiar la
manera de producir y consumir, y
eso es lo que no se ha discutido en la
cumbre oficial. Los gobiernos de los
países industrializados y en proceso
de industrialización no están dispuestos
a enfrentarse al modelo de
desarrollo que ha creado el desastre
económico y ambiental”, añadió.

La sensación que ha dejado la
cumbre entre estos grupos es que
EE UU se ha burlado del mundo,
especialmente de los países más vulnerables,
evadiendo su responsabilidad
y diciendo –palabras más, palabras
menos– que “todo el mundo
tiene que asumir su parte”. Así, el
Gobierno de Obama ha dinamitado
el sistema de la ONU: en la COP-15
se ha instaurado el modo de negociación
en grupos de países selectos,
una estrategia habitual en la
Organización Mundial de Comercio.

La posición de la UE ha sido calificada
como “irresponsable e hipócrita”,
dado su apoyo al llamado
Acuerdo de Copenhague que, ni es
legalmente obligatorio, ni resuelve
la necesidad de financiación de las
medidas para la supervivencia en
los países más afectados por el
calentamiento global.

La presidencia danesa de la COP-
15 también fue objeto de duras críticas.
El primer día presentó un borrador
que no había sido discutido previamente
y apostó por reuniones secretas
y cerradas, algo que generó
desconfianza entre muchos países.
Asimismo, excluyó a la mayoría de
la sociedad civil acreditada de las negociaciones
en la segunda semana
de la cumbre. Amigos de la Tierra,
Ecologistas en Acción, SEO/BirdLife
y WWF, que participaron en las reuniones
llevadas a cabo en el Klimaforum,
denunciaron que los observadores
de las ONG “han sido reprimidos
duramente cuando sólo cumplían
con su compromiso social”.

Reparar la Deuda Climática

Una de las demandas más escuchadas,
tanto en las protestas y el Foro
Alternativo, pero también en la sede
de la cumbre oficial, fue la exigencia
a los países industrializados de reparar
su deuda climática con el Sur
Global. Según Jubileo Sur, una red
internacional por la abolición de la
deuda externa, “la deuda climática
es lo que los países del Norte (países
del Anexo 1 del Protocolo de Kioto),
corporaciones multinacionales e instituciones
financieras internacionales
deben a los pueblos del Sur, por
ocupar con sus emisiones de GEI
más espacio en la atmósfera del que
les corresponde, y generar un problema
en los países del Sur que ellos
no han creado, y del que, sin embargo,
sufren los peores efectos”.

Los defensores del concepto de la
deuda climática enfatizan que las reparaciones
deben incluir cortes drásticos
e inmediatos de las emisiones
de GEI como forma de dar espacio
atmosférico a los países en desarrollo,
así como la financiación del coste
total de las medidas de supervivencia
y requerimientos de mitigación
de los países en desarrollo.

Los ecologistas exigen, además,
que de esta financiación sean excluidas
entidades como el Banco Mundial.
Milo Tanchuling, de Freedom
from Debt Coalition Philippines,
considera que “la financiación no debe
tomar la forma de créditos y otro
tipo de deudas que crean instrumentos
responsables de miseria y pobreza”,
y defiende que esta financiación
se produzca a través de fondos públicos,
libres de condicionantes e imposiciones.

Para estos grupos, la
Deuda Climática no debería pagarse
con impuestos o contribuciones tomadas
de compensación por las emisiones
de carbono, ni mediante proyectos
que involucren Mecanismos
de Desarrollo Limpio u otras actividades
que violen los derechos de las
personas
, o que sean destructivas
para el medio; es decir, aquellos mecanismos
que sólo dan más falsas
soluciones ante la crisis climática.


MATAR KIOTO

18 años después de la Cumbre
de Río no se ha frenado el ritmo
de emisión de gases de efecto
invernadero, a pesar de que el
Protocolo de Kioto obligaba a
los países industrializados a una
reducción del 5% para el período
2005-12. Kioto fue descafeinado
y debilitado por la presión
de EE UU, que finalmente no ratificó
el texto. En Copenhague,
EEUU y la UE querían “matar
Kioto” para eliminar la “responsabilidad
diferenciada” y el carácter
obligatorio del acuerdo de 1997.

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