CHINA // 156 MUERTOS EN ENFRENTAMIENTOS ENTRE LA ETNIA HAN Y LA MINORÍA MUSULMANA UIGUR
Contradicciones tras el conflicto en Xinjiang

Los conflictos entre la
mayoría han, que engloba
a más del 90% de la población
china, y etnias minoritarias
como los uigures,
han dejado a principios de
julio varias jornadas de
violencia interétnica.

22/07/09 · 0:08
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Texto de A.L.F.

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Las ayudas para la población han en el pasado han dejado en minoría a los uigures en ciudades como Urumqi.

Los hechos del 5 de julio y de los
días sucesivos en Urumqi, capital
de la Región Autónoma Uigur de
Xinjiang, en el noroeste de China,
difieren según quién los cuenta.
Pero muchos coinciden en que
esas jornadas de violencia interétnica
y represión han sido unas
de las más sangrientas de la historia
reciente de China.

La versión oficial de los hechos,
la que han trasmitido el Gobierno y
los medios de comunicación chinos,
habla de muertos y heridos victimizando
a los chinos de etnia han.
Apunta a las organizaciones uigures
en el exilio –el Congreso Mundial
Uigur y la Asociación Uigur
Estadounidense, ambas presididas
por Rebiya Kadeer, quien ha recibido
últimamente duras críticas en los
medios de comunicación chinos–
como fuerzas externas instigadoras
de la violencia protagonizada por
los uigures. Ésa es la idea general
de lo sucedido que tienen en China.

Cuando se revisan las crónicas y
los análisis publicados por la prensa
extranjera, sin embargo, esa versión
se tiñe de claroscuros. Aparecen las
sombras de la represión ejercida por
las autoridades, la violencia vengativa
de los habitantes de etnia han de
Urumqi y un contexto de desigualdades
y dominación cultural que
puede estar detrás del descontento
de la comunidad uigur de Xinjiang.

Este contraste de visiones, que se
siente con más intensidad dentro de
China, contribuye a revitalizar el imperante
nacionalismo han y acentúa
los prejuicios contra las minorías rebeldes
(uigures o tibetanos). En este
caso, siendo los uigures una comunidad
de tradición musulmana, culturalmente
emparentada con los pueblos
turcomanos de Asia central, se
refuerzan las insinuaciones que se
llevan haciendo desde hace unos
años sobre una posible vinculación
con el terrorismo islámico.

“Paternalismo desconfiado”

Desde la perspectiva de los chinos
han, el descontento de las minorías
étnicas no tiene razón de ser. Se recuerda
el desarrollo económico que
ha experimentado la región bajo el
auspicio de la inversión estatal, así
como la exención de algunas normas,
como la del hijo único, para las
etnias minoritarias como la uigur.

Según el analista Xulio Ríos, director
del Observatorio de Política
China
, se puede hablar de un “paternalismo
desconfiado” por parte del
Estado. “Por una parte se ha llevado
a cabo una labor importante de revitalización
cultural, promoción del turismo
y del desarrollo, atribución de
más derechos que a los han... especialmente
en los últimos años. Pero
el sentido de la protección tiene
una orientación antropológico-turística
que pretende despolitizar el
problema de la identidad nacional
y sinizar. Ese proceso, que se da en
paralelo con el surgimiento del nacionalismo
chino, identificable al
nacionalismo han, configura el
diagnóstico del momento”.

Detrás del descontento de las minorías
está sin duda el efecto de la
política ejercida desde Beijing. Desde
la década de 1950 la inmigración
de chinos de etnia han a las regiones
occidentales del país ha sido
masiva. En Xinjiang se canalizó en
buena parte a través del Cuerpo de
Producción y Construcción de
Xinjiang, una organización que ha
construido granjas, pueblos y ciudades
al servicio de los inmigrantes
han y la explotación de los recursos
naturales del territorio, rico en reservas
de gas y petróleo y de alto
valor geoestratégico para Beijing.

“La inmigración es muy importante”,
destaca Ríos, “pero también lo
es el modelo de desarrollo que promueven
las autoridades centrales,
más en función de las necesidades
del crecimiento global, que provoca
comportamientos neocoloniales en
relación a esa periferia”.

Actualmente, los uigures son la
población minoritaria de las grandes
ciudades como Urumqi, que han
ido cambiando su fisonomía en función
del modelo de ciudad moderna
que entienden en la China oriental,
muy controvertido por sus costes
para el patrimonio y el medio ambiente.

Ese desarrollo impuesto se
torna depredador para la comunidad
uigur, que, en un contexto de
desequilibrio político, económico y
ya incluso demográfico en algunas
ciudades, tiene que optar por renunciar
a su propia identidad para conseguir
integrarse en ese sistema culturalmente
ajeno que representan
los han y promueven las autoridades
del Estado chino. Las comunidades
uigur y han viven separadas,
entre ellas se ha consolidado un muro
de incomprensión mutua y resentimiento
compartido al que contribuye
el discurso nacionalista oficial.

La respuesta del Gobierno central
ha sido recuperar el orden a través
de la fuerza. No se reconoce el conflicto
subyacente para contextualizar
los hechos, sino que se habla de
paz y armonía para describir la convivencia
entre las diversas comunidades
de Xinjiang. “La represión es
la respuesta predominante, y eso
puede llevar a una mayor radicalización”,
sugiere Ríos. “El escenario político
que tiene China por delante es
muy complicado en ese sentido.
¿Cómo conseguir reducir la hostilidad?
Sólo con medidas políticas. La
manera de ganarse la lealtad de las
nacionalidades minoritarias es exaltando
y promoviendo su identidad,
no combatiéndola o reprimiéndola”.

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