El Instituto de Estudios del
Huevo nos dice que la
clave está en el código. Un
código para cada huevo
impreso sobre la cáscara. Y es que
la normativa en sanidad animal
y seguridad alimentaria
no deja cabos
sueltos. Así que
prestemos atención
a nuestro
huevo.
El primer
número nos indica
la forma de
cría de la gallina:
3 si vive (o
ha vivido) en una
jaula; 2 si está en
suelo (léase nave
industrial); 1 si es
campera (alguna vez
está al aire libre) y 0 si es
ecológico (nada de piensos transgénicos
en la alimentación). Los
siguientes dígitos y letras nos dicen
el país de origen de la ponedora, su
provincia, localidad y granja. Los
cartones de los huevos que copan
los supermercados nos muestran
ejemplares de aves felices que
gozan entre motivos campestres verdes
o amarillos. Ningún indicio de
que no exista bienestar animal. Sin
embargo las cifras cantan. En 1970
existían en el Estado español unos
42.627 millones de aves que ponían
662 millones de docenas de
huevos; en 2007, 42.754, ponían
928 millones de docenas huevos.
¿Cómo se ha incrementado tanto el
volumen de producción con apenas
100 millones de gallinas más? Pues
volvamos al código y centrémonos
en el primer dígito. Probablemente
sea un 3, ya que el 98% de las
gallinas ponedoras del Estado español
viven en jaulas o baterías (si
queremos ser más políticamente
correctas) con un
espacio equivalente al
de medio folio. Probablemente
le habrán
cortado el pico (el
estrés provoca que
se ataquen las unas
a las otras), tendrá
osteoporosis y las
patas deformadas.
Está en la naturaleza
de la gallina mudar la
pluma para volver a poner
huevos. Pues bien, para que
la ponedora en cuestión sea más
‘productiva’ se le fuerza la muda:
nada de agua, ni de comida ni de
luz. La gallina baja de peso y, si
sobrevive, en dos semanas habrá
realizado una muda que de manera
natural habría tardado cuatro meses
en hacer. Y otra vez a poner. Lo cierto
es que la gallina es otra víctima
más de nuestra lógica absurda de
consumo donde prima la avaricia de
las grandes multinacionales de la
alimentación y nuestra desmesura.
Consumir a costa de cualquier derecho,
cualquier bienestar, humano o
animal. Es cierto, la clave está en el
código y rechazar un simple 3
puede ser un buen inicio.
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