Las elecciones del 25 de noviembre dejan tocado el proyecto de CiU. La pérdida de apoyos sugiere que los recortes han pesado más que la apuesta soberanista.
En 2010, Artur Mas se convertía en president ocultando sus planes de efectuar unos drásticos recortes. Dos años más tarde, con las economías catalana y española al borde del colapso, CiU recurrió a sus banderas para silenciar la creciente crispación social. Por ello, cuando el líder de CiU se presentó como ‘la voluntad del Poble’, muchos en Catalunya desconfiaban de él. El 25N ha sido contundente: Hay más ‘Poble’ al margen de Artur Mas.
Era la primera vez que CiU incluía en su programa electoral una referencia explícita a la creación de un Estado propio. Ese giro explica que este Parlament sea el más independentista desde la II República, con hasta 87 diputados (de 135) que se han comprometido con la convocatoria de un referéndum de autodeterminación. Lo es, además, apoyado en las primeras autonómicas donde la participación supera a la de las generales. Quienes votaban al PSOE o al PP al Congreso y se abstenían en las autonómicas han llenado las urnas y con ello han dinamitado las encuestas electorales, pero no la correlación de fuerzas en el Parlament. La caída en votos de CiU (de 62 a 50 diputados) ha beneficiado a Esquerra Republicana (de diez a 21 escaños) y no al PSC o al PP, lo que sugiere que los ‘recortes’ le pasan más factura a CiU que el soberanismo.
El proceso soberanista no se para, pero la derrota de Mas cuestiona su liderazgo en la derecha catalana, como las críticas de La Vanguardia, afín a CiU, parecen indicar. No es para menos: apoyándose en ERC para gobernar, CiU tendrá que suavizar
los recortes que le demanda la alta burguesía catalana, lo que le augura problemas. Y es que ‘los mercados’ temen más a una Catalunya independiente de la Troika que a una Catalunya fuera de España con Mas como garante del programa neoliberal en el nuevo Estado. Durán i Lleida, el dirigente de Unió callado durante meses, le ha lanzado la primera perla: “No podemos dejarnos arrastrar más: hemos dejado huérfanos a centenares de miles de catalanistas no independentistas”. No es nuevo: el PNV ya volvió al ‘redil’ autonomista tras el fin del Plan Ibarretxe.
Esquerra está de vuelta
Esquerra ha recuperado los 11 diputados que perdió hace dos años. Su ‘milagro’ tiene nombre: Oriol Junqueras, un outsider carismático que tomó en 2011 el control de un partido al que nueve meses antes no estaba afiliado. Historiador, tertuliano, eurodiputado y alcalde de Sant Vicenç dels Horts, en su primer año reunificó una formación acosada por las escisiones, incluyó independientes en listas, renegó del Tripartit y primó la cuestión nacional sobre la social. El 25N pidió ‘votos’ para presionar a Artur Mas hacia la independencia, lo que le ha acercado a un electorado que fluctúa entre ambos partidos (en 2003, ERC ganó 10, CiU perdió 11; en 2006, ERC perdió 2, que los ganó CiU; en 2010, ERC perdió 11; CiU ganó 14). Por delante se ha llevado a Solidaritat Catalana per la Independencia. En ese contexto, Esquerra se ha ofrecido a sostener al Govern, al contrario que en 2003, cuando optaron por el PSC para acelerar sus contradicciones ‘nacionales’. Nueve años más tarde y tras el ‘sorpasso’ a los socialistas, repetirán estrategia con CiU. Su apoyo condicionado a convocar una consulta independentista es un caramelo envenenado. Si Mas recula en la consulta, CiU sufrirá otra sangría de votos. Si la lleva adelante, implosionará internamente.
El hundimiento del PSC
Con 19 escaños en el Parlament, Rajoy sale reforzado del triple ciclo electoral gallego, catalán y vasco. Es la caída del PSOE, sin una alternativa a la izquierda, lo que da margen al gallego. En Catalunya, el 14,4% de votos del PSC empeora aún más su suelo electoral de hace dos años. Entonces optaron por un clásico en la política catalana: culpar a Madrid. Pero aún han añadido leña al fuego haciendo del federalismo el centro de su campaña. Pero, mientras la independencia se puede declarar unilateralmente, pocos en Catalunya creen en el proyecto federal. Han aprendido la dificultad de convencer a una opinión pública española que lleva una década divergiendo de la catalana. Pese al batacazo, Rubalcaba sonríe. Trasladando la crisis del PSOE al PSC de Carme Chacón, el cántabro tiene margen para realizar una renovación a su manera. Mientras tanto, es Ciutadans (254000 y 7,58%) quien capitaliza la caída del PSC, en una campaña donde intelectuales afines recitaron versos de Sabina sobre el himno de España. El crecimiento del partido que inspiró a UPyD deja una certeza: el nacionalismo español cada vez será más duro y la fractura interna ya es verosímil en Catalunya.
¿Cómo los mejores resultados en tres décadas de ICV-EUiA (9,9% y 13 escaños; el PSUC obtuvo 25 en 1980) pueden saber a poco? Veamos: Desde 2006, el PSC ha perdido 17 diputados, pero ICV-EUiA sólo ha ganado uno. Aunque su candidato, Joan Herrera, no es Saura, los ecosocialistas siguen pagando las heridas de la polémica gestión del segundo (2006-2010) al frente de unos mossos d’esquadra que reprimieron a estudiantes y activistas sociales. De ello y del giro al centro de Esquerra se han aprovechado las Candidaturas d’Unitat Popular (CUP-AE) para dar la campanada electoral. Con 126.000 votos, han arrastrado a las urnas a miles de abstencionistas.
Por ello acierta el politólogo Íñigo Errejón al calificar estas elecciones catalanas como ‘de transición’. CiU y el PSC sienten el acoso de las investigaciones de corrupción en los casos Palau y Mercurio. Mas sufrirá para acabar la legislatura y de los cuatro partidos más votados (CiU, Esquerra, PSC y PP) sólo los republicanos parecen tener margen de crecimiento. La última vez que ERC alcanzó la Presidencia de la Generalitat su experiencia fue truncada por el fascismo, que ejecutó a Lluís Companys en 1940. Sin embargo, respaldar los recortes de CiU también deslegitimará a Esquerra, lo que dejará un espacio sin cubrir a su izquierda. Aunque una Syriza catalana parece lejana, la tensa calma anuncia cambios rotundos. Así, el 25N es el punto intermedio de un ciclo, no su final
LAS CUP LO QUIEREN TODO
Las CUP, una coalición de asambleas municipales, han mezclado a independentistas, anarcosindicalistas, estudiantes, antiglobalización e ‘indignados’. Sus vídeos de campaña o su lema “Ho Volem Tot” (“Lo queremos todo”) eran pura estética 15M. Lo era también su cabeza de lista, David Fernández, un periodista golpeado por los mossos en el desalojo de la acampada de Plaza Catalunya, que defiende que “son los movimientos sociales quienes representan a las CUP, y no al revés”. Sus tres diputados son un guiño a movimientos sociales y 15M, que impulsarán experiencias similares en otros territorios. Las CUP han hecho de la crisis ética y democrática un campo de batalla principal: limitación de mandatos a una legislatura, independencia de créditos bancarios, techo salarial de 1.600 euros, rendición de cuentas en asambleas. Si renuncian a los beneficios derivados de su entrada en el Parlament (asesores,financiación), provocarán un terremoto en la izquierda.
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