CERCA DE 80.000 OBREROS CHINOS TRABAJAN EN DIFERENTES PROYECTOS A LO LARGO DEL CONTINENTE
China en África: de la ideología al negocio

La necesidad de recursos
energéticos y materias
primas ha llevado al país
asiático a reforzar sus
vínculos con África
mediante una exitosa
estrategia que mezcla
ayuda al desarrollo con
negocios sin escrúpulos.

29/03/07 · 0:00
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Construye carreteras en Sudán,
puentes en Ruanda y centrales hidroeléctricas
en Guinea Ecuatorial.
Gestiona granjas en Zambia, vende
teléfonos móviles en Kenia, pone en
órbita un satélite nigeriano... De repente,
China parece estar hasta en
el último rincón del continente africano.
Proporcionando ayuda contra
la malaria, enviando cascos azules o
dando apoyo político sin hacer preguntas
incómodas.

La presencia china en África no
surge de un día para otro. “Durante
las décadas de los ‘60 y ‘70, la política
de Mao hacia el Tercer Mundo
llevó a China a iniciar proyectos de
colaboración con varios países africanos,
en solidaridad con sus movimientos
de liberación”, explica
Mario Esteban, del Observatorio de
Política Exterior Española. El año
1993 impone un cambio de perspectiva.
En ese momento, el gigante
asiático pierde su autosuficiencia
energética y se ve obligado a buscar
en el mercado internacional suministros
para su economía. China recupera
entonces el interés por África
como proveedor de recursos
energéticos, materias primas y mercados
donde colocar sus productos.
Y puestos a hacer negocio, los
chinos lo hacen mejor que sus competidores
occidentales. La diplomacia
china respecto a África es exquisita.

Desde 2000, año en que se inicia
el Foro para la Cooperación
China-África, las visitas recíprocas
entre dirigentes chinos y africanos
se han convertido en algo habitual.
El tercero de estos foros reunió el
pasado noviembre en Pekín a más
de 40 jefes de Estado del continente.
Allí, se acordó doblar la ayuda financiera
en 2009, préstamos a un
interés preferencial, condonación
de deudas millonarias, un fondo de
desarrollo común o el aumento de
becas a estudiantes africanos. Para
Xulio Ríos, analista del tema,
China aspira a reforzar sus vínculos
con los países africanos mediante
una estrategia que incluye la participación
activa en la construcción
de infraestructuras, proyectos de
bienestar social y auxilio en la formación
de recursos humanos”.

Un negocio imparable

La estrategia está dando resultados
extraordinarios. En 2005, China pasó
a ser el tercer socio comercial del
continente, por detrás de EE UU y
Francia. Según datos del Gobierno
chino, los intercambios entre China y África se han cuadruplicado en los
últimos cinco años y crecen a un ritmo
imparable. En 2006, ese comercio
era ya de 55.500 millones de dólares,
cifra que, en estimaciones del
Fondo Monetario Internacional
(FMI), se duplicará para 2010. El
principal interés de China en el
continente consiste en diversificar
suministros de petróleo y materias
primas. Actualmente, África proporciona
el 30% de las importaciones
chinas de petróleo, con Angola,
Congo y Sudán como principales
proveedores, seguidos de Nigeria,
Guinea Ecuatorial, Gabón, Chad,
Libia o Argelia. Y junto al petróleo,
las materias primas: madera de
Gabón, fosfatos de Marruecos, algodón
de Benín, aluminio y diamantes
sudafricanos, cobre de Zambia, cobalto
del Congo, uranio y oro de
Zimbabwe, carbón de Etiopía, etc.

La lista es interminable (ver mapa).
Frente al pasado colonial de sus
competidores, la política china respecto
a África está, según documentos
oficiales, basada en “la igualdad
política, la no injerencia en los temas
internos de cada país y en el principio
del beneficio mutuo”. El sistema
chino de negocios resulta difícil de
superar. Elige países con potencial
de crecimiento y les concede créditos
muy favorables, invirtiendo en
sectores deficitarios descartados por
los occidentales. Así, China “toma
posiciones en áreas vitales, para obtener
más tarde el acceso a la explotación
de valiosos recursos”, señala
Ríos. La reconstrucción de Angola es
un caso paradigmático. Desde 2004,
la inversión china levanta escuelas,
hospitales, vías de ferrocarril, fibra
óptica y todo tipo de infraestructuras
a cambio de petróleo y beneficiosos
contratos de explotación para sus
empresas. De esta forma, Angola
crece desorbitadamente mientras
supera a Arabia Saudí como principal
exportador de petróleo a China.

La otra cara de la presencia china

Sin embargo, no todo son ventajas.
La no injerencia en temas internos
puede significar también falta de escrúpulos
a la hora de ganar dinero.
Para los dirigentes chinos, el aislamiento
internacional de algunos países
africanos supone mercados
atractivos márgenes de beneficio, dada
la escasa competencia que deben
afrontar sus empresas. “China suscribe
acuerdos de cooperación militar
con regímenes que vulneran
derechos humanos de su población”,
afirma Esteban. La cobertura
ONU de las matanzas perpetradas,
con armamento chino, por el gobierno
sudanés en Darfur a cambio
explotación petrolífera no es un
excepcional, denuncia Human
Rights Watch. En Zimbabwe,
Gobierno chino vende al régimen
Mugabe tecnología con la que reprimir
a la oposición, como contrapartida
por el acceso a los recursos
país. Lo mismo ocurre en Eritrea
Guinea Ecuatorial.

Socios poco recomendables

Por otra parte, “el apoyo económico
chino a regímenes marginados
por su corrupción y falta de transparencia
interna desbarata los intentos
occidentales de vincular
ayuda financiera internacional
las prácticas de buen gobierno”,
comenta Esteban. En Angola,
exigencias de mayor transparencia
en la gestión del petróleo
condición para el préstamo exterior
fueron sorteadas en 2004
el gobierno de Luanda recurriendo
al crédito asiático. En Guinea
Ecuatorial, la visita en enero
ministro de Exteriores chino sirvió
para dejar, bajo cuerda, un donativo
de casi dos millones de euros
al dictador Obiang”.

Además, no es del todo cierto
la ayuda china esté completamente
al margen de intereses políticos.
Junto con el beneficio económico,
los chinos consideran el potencial
diplomático del país a la hora facilitar
su apoyo. “La carta africana
es muy importante a nivel internacional
porque son muchos votos
la ONU y organismos relacionados”,
dice Esteban, “muy útiles para bloquear
temas de derechos humanos
o el reconocimiento internacional
de Taiwán”. De hecho, el principio
de “una sola China” es una imposición
tácita para cualquier país africano
que quiera llamar a las puertas
del gigante asiático.


El riesgo de un nuevo colonialismo

Los intercambios comerciales
tampoco están libres de sombras.
Las tecnologías y productos
textiles que llegan
desde China “son muy apreciados
porque son baratos y
buenos para una población
con escaso poder adquisitivo”,
señala Ríos. El problema
es que los productos chinos
consiguen nuevos mercados
a costa de las débiles industrias
manufactureras de los
países africanos. Para Javier
Santiso, economista jefe de
la OCDE, existe el riesgo de
que “gran parte del continente
africano quede atrapado
en una especialización de
materias primas sin conseguir
salir de la pobreza”. Sin
embargo, “la principal responsabilidad
de esa situación
recaería en la mala gestión
de los ingresos comerciales
por parte de los dirigentes
africanos”, apunta Esteban,
mientras recuerda que “la
demanda china ha elevado el
precio mundial de las materias
primas, contribuyendo a
que la economía subsahariana
creciese a buen ritmo en
los últimos años”.
Sudáfrica es un claro ejemplo
de este dilema. En dicho país,
las importaciones de productos
textiles chinos han supuesto
la pérdida de 60.000
empleos, denuncian los sindicatos.

Su presidente, Thabo
Mbeki, advirtió recientemente
del peligro de caer en una
“relación colonial” con China
si el continente no actúa con
cautela. Otros países, como
Marruecos o Lesotho, también
están viendo amenazadas sus
industrias textiles. “En Zambia,
las elecciones presidenciales
del pasado septiembre estuvieron
marcadas por las protestas
contra la contratación
de trabajadores chinos para la
explotación minera, en detrimento
de la población local”,
comenta Esteban. Lo mismo
sucede en el sector angoleño
de la construcción. Responsabilidad
suya o no, la presencia
china comienza a
despertar recelos en varios
países africanos.

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