Multimillonario mexicano, tercera fortuna del mundo e íntimo amigo de Felipe González. Pasen y vean.
- Dibujo : PACO ARJONA
Carlos Slim Helú, 66 años, mexicano
de origen libanés, no es un rico a
la vieja usanza, rentista e ignorante.
Su estilo es más el de un magnate
postmoderno en la línea de los
representantes de la nueva economía:
neoliberales con un punto de
conciencia social. Tercera fortuna
del mundo, tras el estadounidense
Warren Buffet y el dueño de Microsoft
Bill Gates, y primera sin discusión
de América Latina, Slim aparece
por derecho propio como un
auténtico poder fáctico en México,
un país con más de 100 millones
de habitantes-clientes (más de 20
en su capital) que ocupa el puesto
9º del mundo por PIB y el 69º por
distribución de la renta, y donde “el
club de las 20 familias” controla el
6% de la riqueza nacional.
Hecho gracias a sí mismo y a las
oportunas ayudas de sus amigos
gobernantes, Slim se convirtió en
un miembro del gotha de los 587
hombres más ricos del mundo
cuando en 1990 compró a la baja
Teléfonos de México (Telmex) a su
amigo el presidente Carlos Salinas
de Gortari. Gran Houdini de las
coyunturas políticas, pagó 400
millones de dólares por un emporio
empresarial oficialmente valorado
en 12.000. Un chollo favorecido
por la necesidad de liquidez
de una hacienda pública endeudada
al acudir al rescate de un
sistema bancario víctima del
‘tequilazo’, la crisis económica
que sacudió al país centroamericano
a finales de los ‘80.
Pero el afortunado Slim está lejos
de ser el clásico tiburón financiero.
Discreto y enemigo del espectáculo,
el hombre que casi monopoliza
la telefonía fija, móvil e internet en
México y disputa a la española
Telefónica el mercado de la comunicación
en Argentina, Colombia y
Brasil, es visto y aceptado por sectores
punta de la burguesía continental
como un bastión desde el
que drenar a los gobiernos ‘socialpopulistas’
que van copando democráticamente
el poder al sur de Río
Grande. Dueño de buena parte del
casco histórico de la capital mexicana,
es famosa su habilidad para
trenzar alianzas con los principales
trust regionales (los Azcárraga, los
Cisneros, los Perenchio, los Marinho).
Tanto como su pericia para
poner a su servicio las agendas de
políticos de postín en la reserva.
Así, emulando el fichaje del ex canciller
Schröder por Putin para las
gasística Gazprom, Carlos Slim ha
hecho del ex presidente español
Felipe González Márquez su principal
agente de influencia en la zona.
Con provecho evidente para ambos.
Porque los buenos contactos de
González han permitido a Slim tutear
a muchos jefes de Estado,
desde el rey de Marruecos a Hugo
Chávez, pasando por Daniel Ortega
y Evo Morales. Y ahora, los rumores
apuntan a un auténtico órdago de
Slim de la mano de su ‘ideólogo’ de
cabecera: la toma del control accionarial
del diario El País, medio de
gran influencia en el mercado hispanoparlante
que en los últimos años
ha militado en la crítica cerrada a
los gobiernos ‘antiimperialistas’ surgidos
en el área. Si esta especulación
se concretara, Slim-Prisa, y su
socio, el Banco Santander de Emilio
Botín, prácticamente dominarían los
mercados financieros y de comunicación
de una región que amenaza
con ensayar la vía democrática a un
cierto igualitarismo.
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