ANÁLISIS, ASTURIAS // SILENCIOSA DESERTIZACIÓN DE EXPLOTACIONES AGRÍCOLAS
Un campo arrasado

El proceso de reacomodo autoritario de la producción en los últimos años no
ha tenido lugar en la industria, sino en el medio rural.

24/06/06 · 1:47
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El desmantelamiento agrícola
e industrial de Asturias
es la condición necesaria
para la implantación
de un modelo de desarrollo
social y ecológicamente insostenible.
Los proyectos de urbanización
masiva del litoral con segundas
residencias y la concentración
cada vez más aguda de la población
en la zona central -la gran urbe
asturiana- son manifestaciones
concretas de este modelo. El progreso,
asociado con formas de vida
devoradoras de recursos, provoca
el fin del mundo rural y de
las prácticas productivas, los vínculos
sociales y las expresiones
culturales vinculadas a aquél. El
auge del sector de la construcción
como uno de los principales motores
de la economía, apoyado en las
grandes infraestructuras, es expresión
de esta tendencia.

El proceso de modernización
agraria, que comienza a partir de
los años sesenta inducido por las
nuevas empresas agroalimentarias,
ha provocado la desaparición
de miles de explotaciones y la incorporación
de las que sobreviven
a la lógica del capitalismo agrario.
Las grandes industrias y las empresas
de la gran distribución, mediante
la concesión de créditos y
la incorporación permanente de
nuevos equipamientos e insumos
agrarios, introducen a las explotaciones
en una dinámica de endeudamiento
que las subordina
permanentemente a los intereses
de dichas empresas.

La incorporación del Estado español
a la Política Agraria Comunitaria,
que promueve la concentración
y la deslocalización,
ha significado el cierre masivo de
explotaciones. En 1980 el número
de explotaciones lecheras era
de 42.735. Veinticinco años después,
se han reducido a menos de
3.500. Con la amenaza de que solamente
sobrevivirían las explotaciones
competitivas, se ha logrado
el enfrentamiento de intereses entre
los pequeños y los grandes ganaderos,
que han asumido los valores
de la competitividad. Se produce
un proceso de concentración
e industrialización de las explotaciones
y el desplazamiento de la
producción hacia áreas específicas.
A pesar de la imagen bucólica
que nos transmite la publicidad de
las grandes industrias, la producción
está crecientemente desvinculada
de una base territorial propia
y la gestión de los residuos ganaderos
y el desecho de purines
generan problemas crecientes.

El sector agrario asturiano tiene
una población envejecida. La empresarización
ha impuesto la incorporación
de nuevas actividades
vinculadas a un trabajo de tipo
gerencial: del campo a la cuadra
y de la cuadra a las oficinas.
Se sufre una creciente exposición
a productos tóxicos (medicamentos,
agrotóxicos...) y aumenta el
riesgo de accidentes de trabajo
con la incorporación de maquinaria
y tecnología sin que exista una
adecuada formación para manejar
los nuevos instrumentos. El
trabajo asalariado es escaso, aunque
ha crecido en los últimos años
en las explotaciones más grandes
y modernizadas, destacando la explotación
de inmigrantes en la
economía sumergida, con horarios
de doce horas diarias y baja
remuneración.

Las transformaciones en la familia,
que siguiendo el modelo
urbano evoluciona de la familia
amplia a la nuclear, junto con la
desaparición de las ayudas vecinales,
provocan el incremento del
peso del trabajo del titular de la
explotación y del trabajo femenino.
Son muchas las mujeres que
soportan un empleo fuera de la explotación,
sus tareas agrarias y el
trabajo de cuidados. La pluriactividad
de la familia campesina significa
la precariedad en empleos
externos y la ‘autoexplotación’ en
las labores agrarias. La jubilación
anticipada o la salida hacia otros
ámbitos laborales son continuas.

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