Las protestas contra Erdogan siguen en Turquía
Caceroladas y concentraciones silenciosas tras el desalojo de Gezi

Días después del desalojo violento del parque Gezi el sábado pasado, las protestas en las calles de Estambul y Ankara se repiten a diario y también las detenciones. Mientras, muchas personas están llevando a cabo caceroladas y manifestaciones silenciosas en las plazas.

, Estambul (Turquía)
19/06/13 · 12:56
Concentración en una plaza de Estambul tras el desalojo del parque Gezi. / FOTO: Damins Beret.

Muchos afirman que la vida en Estambul ha vuelto a su normalidad. Basta ver las calles cercanas a Taksim y al parque Gezi, o recorrer los distritos de Beyoğlu y Beşiktas, ambos centro de fuertes enfrentamientos con la policía en las últimas dos semanas, y constatar la agitación y efervescencia propias de la ciudad. Las principales calles con sus comercios, los transeúntes en sus quehaceres y ese sonido mezcla de música y bocinas. Incluso la plaza de Taksim vuelve a estar abierta al tránsito público y a los peatones después de que la policía la mantuviera acordonada. No obstante, hay una serie de cosas que no son normales, después de la expulsión violenta del parque Gezi, cierta alteración se percibe en la ciudad que aún conserva el tono de contestación.

La primera de ellas es la de las nueve de la noche. Desde que se iniciaron las protestas hace poco más de dos semanas, la gente desde las ventanas, los balcones o las puertas de su casa inicia un concierto de cacerolas. En ciertos barrios no dura más que un par de minutos, en otros, se prolonga hasta que sus intérpretes consideren necesario. Otro gesto que se desarrolla paralelo al de las cacerolas es el de la intermitencia de luces. Cuando la noche ha hecho su entrada triunfal las luces de casas y apartamentos son prendidas y apagadas de forma consecutiva. Dado que la topografía de la ciudad es dominada por colinas, aquel titilar no pasa desapercibido. Sin embargo, tanto luces como cacerolas no son formas nuevas.

La que definitivamente sí es una forma nueva de protesta, es la que se debe al bailarín y coreógrafo Erdem Gürdüz quien el lunes pasado permaneció ocho horas de pie frente al Centro Cultural Ataturk ubicado en una de las esquinas de la plaza Taksim, edificio que también debe ser demolido según los planes de renovación de la plaza. En silencio, sin ninguna pancarta, sin ninguna bandera, Gürdüz dio inicio a lo que ahora se conoce como “Duran adam” (Hombre de pie). Esa misma noche algunas personas se sumaron al plante. Posteriormente, hacia las dos de la mañana, el artista y sus espontáneos compañeros fueron detenidos y puestos en libertad poco después.

Al día siguiente, esta acción fue replicada en muchos lugares y por distintas personas: en el interior de centros comerciales, frente a la cadena de televisión pública NTV y en algunas plazas públicas decenas de personas permanecieron de pie y en silencio. Por la noche, Taksim volvió a ser el centro de atención esta vez porque casi un millar de personas permanecieron de pie, la mayoría en silencio, algunas leyendo, conversando, otras sentadas en algún banco... Nadie lanzó ninguna consigna, sólo una o dos banderas turcas (imprescindibles aquí) presiden la concentración pacífica.

Nueva fase de protestas y represión

Así se inaugura una nueva fase de contestación pero también de represión. La policía ha iniciado seguimientos, detenciones selectivas y el primer ministro Recep Tayyip Erdoğan ha amenazado con abrir procesos judiciales a abogados, médicos y comerciantes que hayan dado ayuda a los manifestantes. Sólo durante el martes pasado, 85 personas fueron detenidas de forma 'selectiva' en Estambul y en Ankara. Además, el Gobierno ha iniciado el estudio de  un proyecto de ley para restringir y controlar el uso de las redes sociales, principalmente Facebook y Twitter.

Sin el parque Gezi, que ya funcionaba como epicentro de contestación, no es raro que la gente encuentre nuevas formas de protesta. No obstante, las formas de represión que el Gobierno empieza a implementar son viejas conocidas que encuentran cabida gracias a la ambigua Ley Antiterrorista y al estricto Código Penal de Turquía. En muchos sentidos, la vida en Estambul ha vuelto a la normalidad, pero las dos semanas de protestas han marcado una ruptura cuyas consecuencias ahora empezamos a ver.

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