Grupos orangistas y lealistas reavivan las tensiones de un conflicto histórico que sigue vigente
Belfast: las raíces de un conflicto que la crisis exacerba

Los eventos del 12 de julio provocan una nueva oleada de violencia unionista que cuestiona el proceso de paz.

, Belfast (Irlanda del Norte)
16/08/13 · 8:24
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Belfast. Marcha orangista el 12 de julio de 2013. / Joan Mas Autonell

En el norte de Irlanda, todavía en manos británicas, las celebraciones del 12 de julio con los desfiles de la Orden de Orange han llevado a una nueva escalada de tensiones. La ira y la violencia han estallado entre ciertos sectores de una población polarizada, marcada por una conflictividad con raíces de profunda dimensión histórica que se viene arrastrando desde el proceso de colonización de los condados del Ulster por la corona inglesa en el siglo XVII.

La resolución por la retirada de la bandera británica del Ayunta­mien­to de Belfast el 3 de diciembre ya marcó un precedente. Lealistas de la comunidad protestante salieron a las calles protagonizando una escalada de protestas que desembocaron en disturbios. Los lanzamientos de piedras y cócteles molotov, los choques contra la policía o la quema de coches fueron la constante. “Las protestas por el tema de la bandera fueron tan sólo la punta del iceberg de una problemática que venía de antes. La magnitud de los hechos es una clara manifestación de los problemas que arrastra la comunidad lealista, frustrada por una clase política unionista que no defiende sus intereses en el Parlamento de Stor­mont”, opina Philip White, miembro de la comunidad protestante del sur de Belfast y trabajador social en el centro de desarrollo comunitario del distrito de Ballynafeigh.

Actualmente, la crisis económica y la ofensiva neoliberal han agravado la sensación de vulnerabilidad y de exclusión del sistema entre los sectores de clase obrera protestante que generalmente integran el lealismo, la rama más reaccionaria y militante dentro de los grupos partidarios a mantener la unión con Gran Bretaña. Según cree White, “se tendría que valorar y prestar más atención a las condiciones de la clases trabajadoras católica y protestante. Han sido las menos beneficiadas desde los inicios del proceso de paz”.

Actitudes racistas

Para Martin McKenna, antiguo trabajador comunitario en el Saint Gabriels College de Belfast y profesor de Historia y Economía: “Reali­da­des como el desempleo, la precarización, el hecho de tenerse que someter a un régimen de igualdad con la población de la comunidad católica o la llegada de nuevos colectivos de inmigrantes durante los últimos años han causado que los grupos lealistas se coloquen a la defensiva, retomen actitudes racistas y se endurezcan en el sectarismo”.

Los últimos días ha habido manifestaciones similares a estas a raíz de los hechos del 12 de julio. La comunidad protestante quiere presentar la festividad como una tradición sólo identitaria y cultural, pero la gran cantidad de marchas de los miembros de la Orden de Orange por todo el territorio de “los Seis Condados” demuestra el carácter ofensivo hacia la comunidad católica. “La existencia de la Orden de Orange es uno de los principales problemas que desestabiliza las relaciones entre las dos comunidades, un lobby demasiado poderoso en los barrios donde tiene presencia, con demasiada influencia sobre sus habitantes y también sobre ciertas figuras políticas unionistas” señala Michael Stevenson, desde 1970 residente en el distrito nacionalista de Ardoyne del norte de Belfast,  actualmente el punto más conflictivo al paso de las marchas.

“Una provocación”

En opinión de Stevenson, que vivió de lleno los años de plomo, “las marchas de la Orden de Orange son una provocación hacia los católicos, si no no tienen sentido. Que organicen los desfiles que quieran en las zonas neutrales y sus barrios, pero no en los barrios católicos. ¿Dónde está el respeto hacia los derechos de las comunidades católicas? Nunca habrá paz si los orangistas no dejan de marchar por nuestras calles”.

Una nueva oleada de disturbios volvió a estallar el 12 de julio. Esta vez, el veto de la Comisión de Marchas (Parades Comission) al paso de varias logias orangistas durante la tarde por un tramo de la calle de Crumlin Road, que llega al barrio católico de Ardoyne, generó la indignación. Los orangistas y sus seguidores percibieron la prohibición como una negación de sus derechos e iniciaron una fuerte protesta violenta contra el amplio dispositivo policial de urgencia con el que les impedía el paso del Servicio de Policía de Irlanda del Norte (PSNI).

Los lealistas reaccionaron rápidamente y extendieron la ofensiva de violencia por varios barrios de su influencia en Belfast y otras ciudades del Estado de Irlanda del Norte, como Derry o Portadown. La oleada de tumultos se reprodujo durante varias noches y duró prácticamente una semana. La ferocidad lealista también ha causado ataques en barrios católicos como es el pequeño distrito nacionalista de Short Strand, rodeado de barrios protestantes con fuerte influencia lealista en la zona del este de Belfast.

Según destaca el noticiario Irish News, en la incitación a la furia y la orquestación de los disturbios están teniendo un papel principal algunos miembros de grupos paramilitares lealistas teóricamente disueltos, especialmente los de la Ulster Volunteer Force, Fuerza Voluntaria del Ulster (UVF).

Según Philip White, “las organizaciones paramilitares tienen un gran poder aún actualmente entre la comunidad lealista. Si bien declararon que abandonaban las armas, el entramado de sus organizaciones sigue patente en el control de los barrios donde tienen presencia. A sus integrantes se les conoce como los miembros de la old school”. Los Acuerdos de Viernes Santo de 1998 (conocidos como Good Friday Agreements) y el proceso de paz que se inició marcan el fin de una situación particular de guerra civil de baja intensidad conocida con el nombre de los Troubles (1969-1998) en la que hubo más de 3.500 víctimas mortales durante sus tres décadas de duración. Aún así, hoy en día, tal como comenta White, “Belfast no ha dejado de ser una de las ciudades más divididas del mundo”. Un total de 99 líneas divisorias entre muros, rejas y barreras perpetúan la segregación entre ambas comunidades, afirma la asociación Belfast Interface Project.

Una fecha que divide

La fecha del 12 de julio es tradicionalmente controvertida al conmemorarse la victoria en la batalla del Boyne de 1690 del rey protestante Guillermo III de Orange sobre el defenestrado Jacobo II y sus tropas de católicos irlandeses. Durante el punto álgido de este día y sus prolegómenos, los miembros de la Orden de Orange se dedican a hacer desfiles con uniformes, banderas e insignias orangistas para recordar que la victoria en la histórica contienda del monarca de origen holandés aseguró la sumisión de Irlanda a Inglaterra y el mantenimiento de la hegemonía protestante. Es una forma simbólicamente agresiva de remarcar la existencia y la superioridad de la comunidad unionista sobre el terreno. Año tras año, los orangistas y sus seguidores provocan choques violentos al querer entrar a desfilar en ciertas zonas nacionalistas.

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