Este hispanista de
EE UU analiza el futuro
inmediato de la política
económica de este país y
los objetivos del “centrista”
Obama y de su ‘nuevo’
equipo de Gobierno,
heredado en gran parte
de la era Clinton.
Antes que nada, es preciso
insistir en la vocación profundamente
centrista de
Barack Obama, centrismo
que en un sistema político radicalmente
escorado hacia la derecha desde
hace 30 años podrá parecer otra
cosa, y no lo es.
Dice el dicho que una cosa es predicar
y otra es dar trigo. Han terminado
las elecciones, con sus simplificaciones
y sus gestos retóricos, y toca
trabajar, dar trigo. Es el cometido
del nuevo equipo: repartir el dinero
de los contribuyentes para que dejen
de hundirse el sistema financiero, la
industria del automóvil con las empresas
asociadas y sus tres millones
de puestos de trabajo y un mercado
inmobiliario que a punto está de ingresar
cadáver en urgencias. Política
keynesiana pero con los controles
estatales que el actual ministro de
Hacienda, Henry Paulson, no puso
cuando había que ponerlos. Controles
para que los beneficiarios privados
de tantas y tan públicas dádivas
no hagan con esos capitales, como
han hecho algunos bancos, lo que les
dé la gana, como comprar otros bancos
con cuentas saneadas en vez de
reactivar el mercado de crédito.
El nuevo equipo, de claro marchamo
clintoniano, se ha formado en un
tiempo récord. Entre las elecciones y
la toma de posesión median dos meses
y medio, y en época menos revuelta
se podría formar un gobierno
sin prisas, como hizo Clinton en
1992, pero en el momento peligroso
que atravesamos se impone una aceleración.
Porque se parte de un hecho
político aterrador, tratándose de
un sistema presidencial con un Ejecutivo
no defenestrable: un vacío de
poder que es hechura de George W.
Bush, un presidente que carece de la
capacidad de presidir.
En esta circunstancia, Obama se
ha propuesto dos objetivos:
1. Llenar en lo posible ese vacío
antes de tomar posesión, nombrando
sin demora a personas de reconocida
solvencia que, sin embargo –y
es lo que se ha comentado poco en
nuestra prensa–, fueron los autores
de las políticas financieras que, absolutizadas
por la Administración
actual, nos han traído a tan mal traer.
En todo caso, los nombramientos de
Obama y la clara voluntad de que no
haya un vacío en la cima del poder
han servido, al menos momentáneamente,
para deshisterizar los mercados
y para dar una sensación de que
la nueva Administración actuará con
competencia, sensatez y una cierta
atención a nuestras desasistidas capas
medias y trabajadoras.
2. Tras ocho años de política a cara
de perro emanada de la Casa Blanca
y dirigida con ademán de psicópata
por el vicepresidente Cheney,
plantear un bipartidismo cuyo propósito
inmediato sería restar tensión
de un sistema político tensado al máximo.
Tensión procedente no únicamente
de un estilo, de una manera
de hacer política o de una ideología,
sino de algo más grave: la voluntad
de los colaboradores de Bush de
cambiar el modelo estatal, absolutizando
el poder presidencial y desmontando
el Estado de derecho. Al
mismo tiempo, Obama y su equipo
prevén un proyecto de más largo alcance
consistente en enraizarse sólidamente
en el centro con un programa
de reformas a fondo para que, a
la manera de Roosevelt, el Partido
Demócrata se perpetúe en el poder.
Proyecto que sería coadyuvado por
la posible vocación suicida de un
Partido Republicano reducido a una
base incondicional de votantes rurales
y semirrurales, mayoritariamente
masculinos y de raza blanca, cristianos
y de cualificaciones laborales escasas
y nivel educativo no muy alto.
En resumidas cuentas, una América
profunda que hubiera tocado fondo
y cuya líder sería Sarah Palin.
Vaya por delante que ni el nuevo
presidente ni su equipo están en condiciones
de garantizar un aterrizaje
incruento. Faltan casi dos meses para
la toma de posesión y puede pasar
cualquier cosa. O casi, porque lo
que no podrá darse ya es la mezcla
tóxica de criminalidad e incompetencia
que nos ha desgobernado durante
ocho años. Que no es poco.
EL GABINETE DE OBAMA... ¿UNA ESPERANZA DE CAMBIO?
HILLARY CLINTON
secretaria de Estado
Considerada como un
‘halcón’ demócrata,
Hillary es la primera de
30 altos cargos de la
Administración Clinton
presentes en el Gobierno
de Obama. Alabada por
el ex secretario de Estado republicano
Kissinger, Clinton está apoyada por el
lobby sionista, votó por la guerra de
Iraq y ha amenazado con atacar Irán.
RAHM ISRAEL EMANUEL
jefe de Gabinete de la Casa Blanca
Conocido como
Rahmbo, es miembro
del lobby sionista. Participó
en la guerra contra
Iraq en 1991, votó a
favor de la guerra de
Iraq y de la Patriot Act.
Nombrado por Clinton, fue directivo de
Freddie Mac cuando la entidad cometía
fraude y se vio envuelta en un escándalo
de pagos a campañas demócratas.
ROBERT GATES
secretario de Defensa
Actual secretario de
Defensa republicano.
Fue nombrado
por Bush padre director
de la CIA en 1991.
En los ‘80 estuvo involucrado
en el escándalo
de la Irán-Contra. Desde 2006 gestiona
la ocupación de Iraq y acaba de
proponer un aumento de 20.000 soldados
en Afganistán.
JOSEPH BIDEN
vicepresidente
Miembro del lobby sionista,
defendió como
senador la agresión del
Gobierno de Clinton contra
Yugoslavia en los ‘90.
Votó a favor de invadir
Iraq y Afganistán y por una
intervención en Darfur. Dice que Obama
deberá tomar decisiones “impopulares”
en política interior y exterior, pues “si son
populares, no son acertadas”.
TIMOTHY GEITHNER
secretario del Tesoro
Como presidente de
la Reserva Federal de
Nueva York, es uno de
los responsables del
rescate de la aseguradora
AIG. Defensor del libre
mercado, fue director de un departamento
del FMI. En los ‘80 trabajó en la
firma Kissinger Associates, del ex
secretario de Estado Henry Kissinger.
LAWRENCE SUMMERS
Dr. del Consejo Económico Nacional
Director económico del
Banco Mundial entre
1991 y 1993 y secretario
de Comercio con
Clinton, defendió exportar
la contaminación de los países ricos
a los subdesarrollados, y en
su biografía de Harvard se dice
que “ha dirigido la puesta en
marcha de la más importante
desreglamentación financiera de
los últimos 60 años”.
JANET NAPOLITANO
secretaria de Seguridad Interior
Como gobernadora de
Arizona, fue la primera
en enviar a la Guardia
Nacional a la frontera
con México para impedir
la entrada de inmigrantes.
Defiende establecer cupos de
inmigrantes para cubrir las necesidades
productivas y aprobó una
ley para sancionar a empresas
que contrataran a sin papeles.
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