ORIENTE MEDIO // EL GOBIERNO YEMENÍ SE OPONE A CUALQUIER TIPO DE INTERVENCIÓN
El avispero yemení

Los tambores de intervención
norteamericana
en Yemen empiezan a
sonar mientras se repiten
esquemas semejantes en
otros países de la región.

28/01/10 · 0:00
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Algunos ya se han apresurado
a colocar a Yemen
en la lista de “Estados fallidos”,
una sensación
que se puede acrecentar tras la firme
decisión de Estados Unidos de
abrir un nuevo frente en su campaña
mundial “contra el terror”.
Los conflictos violentos se suceden
por todo el país, algo que, unido
a la pobreza y la corrupción que
afecta a la sociedad yemení, hace
que no sea difícil augurar un complicado
escenario en el futuro.
Desde hace meses, el norte de
Yemen está siendo objeto de una
guerra encubierta. Por un lado están
los miembros del clan Houthi,
de religión zaydi, una rama del
chiismo, y por otra las fuerzas gubernamentales,
con el poyo de las
tropas de Arabia Saudí y la asistencia
de EE UU. En esa región, en torno
a la disputada frontera entre Yemen
y Arabia Saudí, y que podría
albergar importantes recursos
energéticos, los combates han producido
cientos de víctimas en los
últimos meses, y a pesar de la extraña
alianza entre los otrora enemigos,
los rebeldes siguen atacando
las fuerzas de ambos Estados.
La ausencia de servicios e infraestructuras,
la marginación
económica y las tensiones tribales
aumentan las diferencias con el
centro y cierran las puertas a cualquier
solución a corto plazo.
Además, la utilización de la religión
le ha servido tanto a Yemen
como Arabia Saudí para intentar
situar detrás de la rebelión a Irán,
lo que no se atreve a respaldar ninguna
otra fuente.
Y al mismo tiempo, en el sur del
país, asistimos a un creciente movimiento
secesionista, que según algunos
analistas locales podría ser
usado por algunos elementos jihadistas
para poner en serios aprietos
al Gobierno de Sanaa. Lo cierto es
que en los últimos meses en esta
zona también ha ido aumentando
el rechazo hacia el Gobierno, y desde
2007 todo un abanico de reproches
y protestas se han saldado con
varios muertos y atentados contra
las fuerzas gubernamentales.

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GRUPO DE SOLDADOS yemeníes tomando posiciones durante las enfrentamientos con los rebeldes chiítas de Al-Houthi, cerca de la frontera de Arabia Saudí con el norte de Yemen. Agencia EFE

Alianzas tribales

En el sur, los agravios se vienen sucediendo
desde hace tiempo: problemas
en torno a la confiscación
de tierras, el retiro obligatorio para
los oficiales del sur, la exclusión de
la población de las redes de influencia
y de los beneficios del Gobierno
central, el desigual reparto de los
réditos del petróleo… A ello se ha
sumado recientemente una nueva
alianza que engloba a destacados
lideres tribales (no hay que olvidar
que el país tiene una clara caracterización
en torno al sistema clánico
del mismo), dirigentes sociales, antiguos
miembros del ejército del
sur, exiliados, y últimamente también
se habría sumado un antiguo
aliado del presidente, con un importante
pasado como mujahidin
en Afganistán; incluso algún dirigente
local de al-Qaeda también ha
manifestado su respaldo a las demandas
del sur.
Esos dos focos de atención han
centrado durante meses la actividad
y respuesta de Sanaa, lo que ha
permitido que el tercer punto clave
de ese complejo avispero yemení
desarrollase una importante red
operativa. Si a comienzos de esta
década tanto Washington como Sanaa
daban por desarticulada la rama
yemení de al-Qaeda, los posteriores
hechos se han encargado de
desmentir ese triunfalismo.
La llamada segunda generación
de militantes de al-Qaeda tuvo un
impulso clave con la fuga de decenas
de militantes, algunos muy
cualificados, de una prisión yemení
en 2006, así como una mayor localización
de los mensajes (alternancia
del paraguas ideológico del
jihadismo transnacional con elementos
propios de una agenda local)
y la construcción de contactos
entre algunas tribus locales. Finalmente,
el anuncio de la transformación
de las dos ramas de la región
en una nueva organización,
al-Qaeda de la Península Arábiga,
ha supuesto el salto definitivo para
testificar el peso que ha podido adquirir
este grupo en Yemen y en el
conjunto de la región.
A día de hoy, Yemen representa
una de las sociedades más complejas
del mundo, y la coyuntura
que atraviesa puede verse seriamente
empeorada si se produce
una intervención norteamericana.
La incapacidad del Gobierno
local para hacer frente a los retos
anteriormente mencionados, unida
a una presencia militar de EE
UU, no hará sino incrementar el
rechazo popular a esa situación.
La experiencia de los bombardeos
de aviones estadounidenses en
Afganistán o Pakistán (con el reguero
de víctimas civiles que ello
supone) debería servir como aviso
a navegantes.
Yemen todavía no es un Estado
fallido, pero parece que algunos
podrían empujarlo a esa situación.
Esos actores que sostienen
el palo con el que pretenden golpear
el avispero yemení deberán
medir la reacción que puede producir
esa acción.

AGRAVANTES

La ausencia del Estado en
muchos lugares y la incapacidad
para dotar a la población
de los servicios básicos (educación,
salud…) hacen que la
situación empeore aún más. La
inseguridad, la crisis económica
(aumento del déficit, carencias
energéticas, limitado sector privado,
inflación, descenso de las
exportaciones) y social (tasas
altísimas de paro y analfabetismo,
cortes de agua, carencias
alimentarias…) son síntomas
que llaman a la preocupación.

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GRUPO DE SOLDADOS yemeníes tomando posiciones durante las enfrentamientos con los rebeldes chiítas de Al-Houthi, cerca de la frontera de Arabia Saudí con el norte de Yemen. Agencia EFE
GRUPO DE SOLDADOS yemeníes tomando posiciones durante las enfrentamientos con los rebeldes chiítas de Al-Houthi, cerca de la frontera de Arabia Saudí con el norte de Yemen. Agencia EFE
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