EL AGOSTO NEGRO DE LAS POTENCIAS DEL EURO
Alemania y Francia prueban su medicina

La crisis de la deuda en
la UE sigue quemando
etapas: si a mediados de
agosto Italia era la que
aprobaba un nuevo plan
de ajuste, el 25 de ese
mes, Alemania probó las
dudas sobre su deuda.

- La obsesión interesada de Merkel y Sarkozy con el déficit

05/09/11 · 8:00
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A partir del 1 de noviembre el italiano Mario Draghi ocupará el cargo de presidente del Banco Central Europeo en sustitución de Jean-Claude Trichet. Foto: Parlamento Europeo.

Que la crisis de la deuda también
se le ha ido de las manos al eje
franco-alemán ha resultado evidente
el 25 de agosto. Después de
que los gobiernos de París y
Berlín impusieran nuevos recortes
a sus socios más pobres de la
eurozona
, junto con la introducción
de un vínculo constitucional
al balance de cuentas (sobre el
modelo alemán), y el Banco
Central Europeo (BCE) aceptara
comprar bonos del Tesoro de los
países más en riesgo, el trato parecía
estar sellado: las economías
más solidas de la eurozona amparaban
a los países en dificultades
a cambio de una reducción
de la soberanía fiscal
. Una soga
al cuello de Italia y España (que
se añadía a la de Grecia y
Portugal) en las firmes manos de
Merkel y Sarkozy.

Sin embargo, en una tranquila
tarde del jueves 25 de agosto,
Europa descubrió que los dos
guardianes del euro tienen muy
poco de firmes
. De repente, mientras
la mayoría de las bolsas europeas
estaban subiendo, la tempestad
perfecta se desató sobre el parqué
de la Deutsche Borse: órdenes
de ventas por la cifra récord
de 2.000 millones de euros procedentes
de Estados Unidos
hundieron
los títulos bursátiles alemanes
y entre los inversores se desató el
pánico sobre los rumores de una
bajada de la calificación crediticia
del país que por primera vez parecía
correr el riesgo de perder el
juicio máximo de la triple A
por
parte de las agencias de rating.

En unas horas, la alarma quedó
en nada, la bolsa germana cerró
en pérdidas, pero no tanto, y las
agencias de calificación de riesgos
declararon que no tienen ninguna
intención de suspender a
Alemania. Sin embargo, tras el
susto, París y Berlín han comprendido
que no pueden mantener
la ilusión de aprovechar la crisis
de la deuda para construir una
Europa a su imagen
. No tienen
tanta fuerza y los especuladores
se lo han recordado: quien corta
el bacalao en la crisis de la deuda
no son las cancillerías
que ayudan
a Grecia a cambio de grandes
pedidos de armas o dan el dinero
a los países mediterráneos solo
para salvar sus bancos, que poseen
grandes cantidades de bonos
griegos, italianos, españoles. Si,
del otro lado del charco, algún
fondo de inversión decide especular
un poco sobre los títulos
alemanes, la solidez de los principios
económicos de ningún país
serán capaces de pararle.

Un plan fallido

Mientras Merkel y Sarkozy pensaban
reforzar sus intereses a
través de un nuevo “gobierno
económico” del área euro, sólo
trabajaban para el conjunto de
intereses financieros y empresariales
que hoy está de moda llamar
“mercado”
. La idea de los dos
mandatarios era bastante simple:
frente a una moneda, el euro, que
no tiene detrás una única política
fiscal y económica
, parecía necesario
estrechar vínculos entre los
países. Un camino hacia el rigor
presupuestario hecho a medida
de las ambiciones electorales del
presidente francés y de la estrategia
económica de la canciller alemana.

Así, después de haberse
asegurado un aliado como el nuevo
presidente del Banco Central
Europeo (Mario Draghi, italiano
de pasaporte y muy alemán en
teoría económica) podían plantearse
crear en un futuro próximo un
ministro de Finanzas europeo.
Sin embargo, el empujón bursátil
del 25 de agosto ha demostrado
al eje franco-alemán que, a
pesar de la grandeur, las cancillerías
de París y Berlín sólo son
una pieza del puzzle
: el nuevo
curso de rigor de la política económica
europea podrá servir para
tranquilizar al contribuyente
alemán o garantizar la reelección
de Sarkozy, pero sobre todo recuerda
de muy cerca los viejos
ajustes estructurales
que han vivido
varios países (muchos de
América Latina) tras la estrategia
del Consenso de Washington:
privatizaciones, recortes al sector
publico, ajustes, “sangre, sudor
y lágrimas”.

Próxima estación, Italia

Por si no fuera bastante lo que
ha pasado en Grecia, Irlanda y
Portugal, este verano Italia ha tenido
que soportar en mes y medio
dos planes de “ajuste” por
una cifra que roza los 100.000
millones de euros
. Uno a finales
de junio y el otro, tras algunos
“días horribles” en la bolsa de
Milán y después de soportar la
creciente presión sobre la enorme
deuda publica transalpina, a
mediados de agosto.

La receta planteada es la misma
de siempre: recortes a los servicios
sociales, subida de la edad
de jubilación y liberalizaciones;
sin embargo, el gobierno de
Silvio Berlusconi ha decidido retomar
también el camino de la
privatización de los servicios públicos
que los italianos acaban de
suspender tras el referéndum de
junio sobre la gestión del agua
.

Una medida impulsada en nombre
de la emergencia que bien demuestra
cómo, tras cada desplome
bursátil, la soga se aprieta
aún más
. Y poco importa si del
otro lado hay las firmes manos de
la cancillería alemana o las de los
tentáculos del mercado.

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A partir del 1 de noviembre el italiano Mario Draghi ocupará el cargo de presidente del Banco Central Europeo en sustitución de Jean-Claude Trichet. Foto: Parlamento Europeo.
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