Opinión
El anuncio de la Lotería de Navidad como síntoma

El anuncio del Gordo de Navidad actuaría como algo así como un síntoma, pero sobre todo como una falacia, la de la vuelta a una forma de vida que, sin ningún tipo de nostalgia, sabemos que ni debe ni va a volver.

, miembro del Observatori d’Antropologia del Conflicte Urbà (OACU).
07/12/16 · 10:58

Este año, el mes de noviembre ha venido pleno de acontecimientos destacados. La elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos o la muerte de Fidel Castro y la ofensiva siria en Alepo han sido, sin duda, noticias destacadas en la prensa nacional e internacional.

Más cerca, en casa, hemos tenido también algunos hechos relevantes. Noviembre se abrió con la elección de Mariano Rajoy como Presidente después de casi un año de interinidad, y también tuvimos nuestro obituario local, el de Rita Barberá, sin duda un personaje mucho menos épico, para muchos, que el barbudo cubano. Guerras y ofensivas no hemos tenido, a no ser que contemos entre las mismas a la que vive en su seno el PSOE.

Sin embargo, a mí me gustaría quedarme con dos referencias de carácter, quizás, algo más secundario y que, aparentemente –pero sólo aparentemente–, no tienen nada en común. La primera ha sido una relativa sorpresa: el dato del paro registrado en noviembre ha sido negativo por primera vez desde 2013, rompiendo una dinámica que mostraba una tendencia al descenso del desempleo durante el penúltimo mes de cada año.

Este noviembre, sin embargo, el paro ha vuelto a crecer impulsado, sobre todo, por la finalización de los contratos vinculados a los subsectores vinculados al turismo, como la hostelería.

Y digo que nos debería sorprender relativamente porque un país que deposita parte de sus esperanzas de crecimiento económico en el turismo –y en una devaluación del salario y de las condiciones de sus trabajadores, algo no exclusivo de dicho sector– debería saber que la estacionalidad es parte inherente a dicha apuesta.

La segunda referencia es un fenómeno recurrente en el mes de noviembre desde hace décadas, el anuncio del Gordo de Navidad. Este año, el publirreportaje de Loterías del Estado se centra en la vida de Carmina, una maestra jubilada que siendo testigo del momento en que, en televisión, se canta el Gordo de la Lotería, pero sin apercibirse de que se trata de imágenes de archivo, piensa que el premio ha recaído sobre su décimo. El resto del anuncio muestra cómo su familia y los vecinos de su pueblo tratan, por todos los medios, de postergar el momento en que Carmina conozca la verdad.

Pues bien, y aunque la Navidad y todo lo que ella contempla es siempre objeto de una innegable reificación de determinados valores tradicionales, no es menos cierto que el anuncio de Loterías apuesta, en esta ocasión, por abundar en esta línea mostrándonos la actualidad y vigencia de un universo cada vez menos presente, el de aquellas comunidades medias y pequeñas culturalmente homogéneas plenas de relaciones sociales de carácter primario, esto es, familiares, vecinales, de amistad, laborales, etc., unas relaciones que se encuentran, de hecho, en riesgo de desaparición debido a la vorágine de la vida en la ciudad y del sistema capitalista reinante.

Y es que, en épocas de incertidumbre, qué mejor que volver al calor del hogar, de lo cercano, de lo próximo, a aquellas cosas que sabemos certeras e infalibles, a la nostalgia de aquella Gemeinschaft, o comunidad de Ferdinand Tönnies, donde primaban unas relaciones personales fuertes y unas instituciones sociales relativamente simples, frente a una Gesellschaft¸ o sociedad civil, individualista donde las relaciones comunitarias se muestran debilitadas. 

El llamado a la melancolía de un pasado siempre mejor, sin los vaivenes e inseguridades del moderno mundo capitalista, sin la presencia de minorías de extraños que hablan lenguas exóticas, más simple, pero sobre todo, más seguro es el canto de sirena que usan siempre aquellas opciones políticas chovinistas, nacionalistas y tradicionalistas de extrema derecha, que, afortunadamente, sin éxito aun en nuestro país, se dirigen a los perdedores de la globalización, trabajadores y trabajadoras como los que se han ido al paro este mes de noviembre, desclasados y abandonados, en muchos sentidos, por la política tradicional y el Estado del bienestar.

En este sentido, el anuncio del Gordo de Navidad actuaría como algo así como un síntoma, pero sobre todo como una falacia, la de la vuelta a una forma de vida que, sin ningún tipo de nostalgia, sabemos que ni debe ni va a volver.

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