La X Conferencia Guerrillera de las FARC-EP tuvo lugar en Llanos del Yari entre el 17 y el 23 de septimebre. Fue la última asamblea del grupo guerrillero antes de la celebración del referéndum que dijo No al Proceso de Paz.

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Han pasado ya más de 52 años desde que se inició el conflicto armado entre el Estado colombiano y la guerrilla de las FARC-EP, y hoy el país se sitúa en el tercer puesto a nivel mundial en desplazamiento interno, con 5 millones a los que hay que sumar otros 6 millones víctimas directas de la guerra.
La falta de salud, de educación, de infraestructuras y la propia guerra han sumido a gran parte del pueblo colombiano en la miseria y en una de las mayores desigualdades sociales del continente sudamericano. La represión ejercida desde la burguesía industrial y la oligarquía terrateniente –ambas en pugna por el poder aunque aliadas contra el campesinado en lucha y en consonancia con EEUU– ha dejado un reguero de formas de represión: falsos positivos, desplazamiento interno sistemático, desaparición forzada, ejecuciones extrajudiciales, violaciones de los DDHH.
A pesar de toda esta estrategia de dominación, cuya principal fuerza de acción ha sido el paramilitarismo, no han logrado amilanar a todo un pueblo en resistencia. Todos estos años de represión no han impedido que los colombianos se haya organizado en infinidad de organizaciones sociales, colectivos, sindicatos… y por supuesto en insurgencias a modo de guerrillas que mediante la lucha armada han defendido los intereses del pueblo en contra del modelo económico neoliberal imperante y al fin del propio capitalismo.
El desarrollo de esta larga guerra no ha permitido al Estado colombiano vencer a las guerrillas, como tampoco le ha permitido a éstas tomar el poder. Esta situación de inmovilidad o empate se ha sumado al anhelo de paz de la sociedad y a la convicción de las organizaciones sociales de que la estrategia de lucha desde otras instancias que no sean la confrontación armada es el mejor camino, planteamiento que también han apoyado algunos sectores de la burguesía industrial, han conducido al actual Acuerdo de Paz.
Con todo, hoy Colombia después del Acuerdo de Paz firmado en La Habana, y que ha sido rechazado en referéndum, continúa siendo el país del mundo más peligroso para ejercer el sindicalismo. Las muertes selectivas de defensores de DDHH, líderes sociales y militantes de todo tipo de colectivos y organizaciones sociales están a la orden del día.
Llegado a este punto nos adentramos en los Llanos del Yarí en el departamento del Caquetá, puerta de la Orinoquía y de la Amazonía, donde la guerrilla ha instalado uno de los campamentos en el marco de la propuesta de las Zonas Veredales de Tránsito a la Normalidad. Es una zona de confrontación y disputa en la que se ha generado un fuerte apoyo popular debido principalmente a la inexistencia del Estado. Después de ocho horas recorriendo paisajes idílicos plagados de pastos para ganadería entre selvas, ríos y llanuras, llegamos a la X Asamblea Nacional Guerrillera, la última en la que todos los frentes y bloques refrendaron los Acuerdos de Paz.
Ya en la entrada nos registran dos guerrilleros con marcadas facciones indígenas –y es que casi el 70% de los miembros de la insurgencia tienen dichos rasgos–. Sin embargo en lo que a su identidad se refiere, ellos no se consideran indígenas, se consideran y se sienten campesinos.
Pero antes hemos pagado en las distintas veredas donde transcurría nuestra carretera un impuesto para las Juntas de Acción comunal, un impuesto que tiene como objetivo costear las infraestructuras viales y servicios para la comunidad. Éste es uno de los trabajos sociales más importantes de la guerrilla: organizar a la sociedad civil para autogestionar sus propios recursos. Rápidamente nos reciben y nos tratan bien, la sonrisa en sus caras no se puede olvidar, las ganas de acabar la guerra y de empezar otra vida son evidentes e ilusionantes.
Una vez instalados en el campamento guerrillero, uno comienza a sorprenderse al ver la estructura móvil donde los guerrilleros trabajan en labores del quehacer diario, como la cocina, donde han construido hornos con barro que funcionan mejor que cualquier horno eléctrico; duchas construidas en medio de una quebrada de un río, baños improvisados pero totalmente aislados y las caletas o cambuches, camas construidas con bambú y lecho de tierra y hojas.
Como si de un ecosistema se tratara, donde cada uno tiene una tarea asignada y todo funcionara al unísono, sorprende ver cada caleta con sus armas y su material de guerra junto a hijos y campesinos. Ante todo, la guerrilla es un grupo social humano.
Peleamos con distintos medios de comunicación de masas, sólo interesados en el morbo de familias que han llegado y no han encontrado a sus hijos o en la búsqueda de guerrilleras de la columna móvil de las FARC-EP, conocida como Teófilo Forero, cuerpo élite de la insurgencia que perpetró los más duros ataques contra el Estado.
Al final nos centramos con tres voces: la de los presos, la de las mujeres y la de los y las guerrilleras de la base. Las razones son claras: los presos son la punta de lanza de un sistema depredador e hipócrita en el que los que no se adaptan son sumergidos en las más terrible forma de represión que existe, la privación de la libertad. Pero a esto hay que sumarle la extraordinaria crisis carcelaria que vive Colombia, con un afinamiento del 200% en los centros de reclusión y la sistematización de la tortura como parte de la doctrina de seguridad nacional aplicada a todos los disidentes, incluidos sus familiares y el apoyo social con el que cuentan.
Las mujeres es el colectivo que más ha tenido que pelear sus derechos dentro de las organizaciones de izquierdas y en un contexto totalmente patriarcal, siendo Colombia una de las sociedades más conservadoras de América Latina.
Por último recogemos la voz de quien está en la base de la insurgencia y conforma el pueblo campesino, que son las principales víctimas de todo el conflicto. Conversando con la guerrillerada, como se definen a sí mismos, nos hablan de que la insurgencia es como una gran familia donde todo es colectivo y comunitario, también de la importancia de que las decisiones tienen que ver con el cuerpo guerrillero y no con uno como individualidad. Existen mecanismos de participación para la base, aunque al final las decisiones son tomadas por la jerarquía militar organizada en bloques y frentes dependiendo de la presencia en cada región.
Respondiendo a nuestras preguntas descubrimos que la construcción del enemigo en las FARC-EP es distinta de la del ejército colombiano, éste último más alineado con la doctrina de seguridad nacional en la que el enemigo carece de parte social y política, y simplemente son considerados terroristas. "Los militares son campesinos hijos del pueblo y de la patria, son víctimas del mismo sufrimiento que el nuestro. Son los burgueses quienes se atrincheran detrás de ellos”, nos cuenta un guerrillero anónimo mientras nos comenta lo buena que es la comida en el campamento.
La mayoría de ellos entraron con 13 años en regiones donde no había presencia estatal y donde la desigualdad y la falta de oportunidades, la carencia de salud y educación son la norma. La guerrilla fue su familia, donde aprendieron a socializarse, educarse y obtuvieron un oficio. Entre risas nos cuenta una guerrillera: “Cuando entré no tenía conciencia de lo que hacía, pero ahora tengo una formación y me debo a la lucha de las FARC-EP”. Todos remarcaban como uno de los peores momentos cuando comenzó el genocidio de la Unión Patriótica o el anterior proceso de paz fallido en San Vicente del Caguán, en la zona de despeje cerca de donde nos encontramos. Las columnas tuvieron que huir dejando atrás comida y estructura siendo bombardeados tanto ellos como la población civil.
Y por supuesto, no podían faltar los buenos momentos en los que muchos encontraron su pareja o el momento en el que se firma la paz y se abre un camino de esperanza. Preguntados por qué harían en un futuro escenario político, la gran mayoría de mujeres quieren ser comunicadoras sociales y los hombres suelen decir: "Donde el partido me diga".
Tras una larga espera conseguimos hablar con los presos que habían sido traídos en helicóptero para la asamblea y que tenían que volver a prisión hasta que se inicien las amnistías. Después de más de 22 años recluídos, han podido estar en libertad con sus familias, al menos por unos días de descanso.
Para ellos, el punto de la amnistía es muy importante, no sólo por los presos políticos sino por los miles de presos sociales que se encuentran en condiciones infrahumanas en las cárceles del país y que han cometido delitos menores, consecuencia de la exclusión social. Nos hablan de su labor social con otros presos en referencia a proceso educativos, pero lo que más nos llama la atención es la fuerte represión desplegada contra ellos resumida en la tortura, las cadenas perpetuas encubiertas y la represión contra sus familiares, víctimas inocentes de violaciones y tratos vejatorios con el fin de minar su moral.
Buscando la voz de las mujeres de la base encontramos la de Olga Marín, una de las guerrilleras más antiguas de la organización, quién fue parte de la Comisión Internacional y es actual miembro de la comisión de Monitoreo y Verificación del Alto al Fuego entre ambas partes. Sabemos que ella es un exponente de la lucha de las mujeres por sus reivindicaciones en el seno de las FARC-EP. Ella nos realiza una cronología de dicha lucha a través de los años y de las distintas asambleas y conferencias."Mujeres siempre hubo en la guerrilla colaborando entre enfermería, cocina etc¨, nos explica. Las guerrilleras conforman el 40% de las combatientes y son mayoría en el secretariado y en altas comandancias, siendo su voz igual de importante que la de los hombres.
La lucha ha sido larga, paso a paso hasta que las mujeres han conseguido hacer valer su propias reivindicaciones, pero lo más importante es que esta lucha ha sido en todo momento paralela a la misma de las mujeres en la sociedad colombiana, incluso alguna de las reivindicaciones coinciden en fechas. Desmontando así las falacias vertidas contra la guerrilla desde los medios de comunicación de masas, que hablaban de que las mujeres sólo tenían un papel de meras esclavas sexuales. Pero es innegable el machismo inherente a la sociedad campesina igual que a la propia sociedad guerrillera, así nos lo hacen saber las guerrilleras con frases como: "Las mujeres somos iguales que los hombres en el campamento, pero si un comandante está con varias mujeres adquiere un prestigio que nosotras no podemos tener". Aunque esta afirmación no se puede generalizar, otras voces opinaban que si los hombres estaban con varias mujeres, también era causa de desprestigio.
Después de bailar y disfrutar con la guerrillerada, volvemos a San Vicente del Caguán, donde conversamos con las gentes de un pueblo dividido entre el Sí y el No. Entre las opiniones de los detractores nos encontramos con frases como “En la biblia pone que los hombres no podemos vivir en paz, Salmo…”, reflejando el discurso evangelista alineado con la campaña desplegada por Uribe, exponente del paramilitarismo y de las peores masacres ocurridas en el país.
De entre los partidarios del Sí, las opiniones mayoritarias vienen de las víctimas, quienes han sido el centro de estos acuerdos y a las que se les va a reparar y por las que el pueblo colombiano va a acceder a la verdad de lo que sucedió. "A mí me robaron las tierras porque un infiltrado del Estado dijo que yo les hacía inteligencia. Era mentira, y estoy a favor del Sí porque ya no es posible que haya más sangre y en nuestras regiones falta mucha inversión, las FARC-EP tienen mucho dinero del negocio de la coca y deben invertirlo en nuestros pueblos”.
Ya en Florencia, capital del Departamento, volviendo a Bogotá, nos topamos con un aeropuerto atestado de militares de alto rango. Uno está conversando con un policía. El militar le dice al policía: “Es que el país se convertirá en 'castrochavista', como Venezuela”. El otro le dice que no está muy de acuerdo, pero que el punto de las tierras es de vital importancia ya que el policía es de origen campesino y sabe de primera mano que ellos han sido despojados de sus tierras mediante la violencia y que lo merecen, además de ser la solución al problema principal y causa fundamental del conflicto colombiano.
Todavía no sabemos que la cruda realidad va a manifestarse apenas pisamos la capital del país: la abstención ha ganado el plebiscito con casi el 63% de apoyo seguida del No, que apenas supera al Sí en 60.000 votos. Todas las regiones afectadas por la guerra y las principales ciudades y pueblos donde más víctimas ha habido han votado por la paz, pero en las ciudades y el centro del país, a excepción de Bogotá, ganó la continuación de la guerra o, como dicen ahora los detractores del proceso, la “renegociación”.
Leer: El prebiscito, la paz y Colombia: comprender la complejidad
Es evidente que mucha población colombiana que no ha sido afectada directamente por el conflicto armado, aunque sí indirectamente, piensa que sus principales problemas no terminarán con el acuerdo o al menos no se creará una mejor situación para que ésto suceda. Por otro lado, los máximos artificiaros de la campaña del No han sido los evangelistas alineados con el expresidente Uribe, aunque, como se ha demostrado, no tienen una alternativa y nunca pensaron que ganarían.
La situación es inestable, aunque no parece que los acuerdos se vayan a quedar en papel mojado. La comunidad internacional es clave en la presión para que se apliquen y así lo ha demostrado al conceder el premio Nobel de la Paz al presidente Juan Manuel Santos.
Entre todo este revuelo han salido a la luz las mentiras de la campaña por el No, centradas en los distintos miedos de la cultura e idiosincrasía de las regiones colombianas conformando un escándalo que ha hecho que el principal defensor de la campaña haya abandonado el cargo.
La esperanza continua en forma de organización social de base con el #Pazalacalle, movimiento ciudadano que nace de manera similar al 15M. Se han convocado asambleas horizontales en barrios y plazas, también se han generado iniciativas como una acampada en frente del Palacio Presidencial, cuyo objetivo es mantenerse al menos hasta que se implementen los acuerdos firmados. Esta nueva forma de lucha cargada de horizontalidad y que nace de la falta de presencia en barrios obreros y excluidos de la izquierda y de los movimientos sociales, pretende defender la paz con justicia social en un contexto urbano.
Tras todo este recorrido, vemos como, a día de hoy, resulta muy complicado que las FARC-EP renegocien, puesto que ya está firmado y el plebiscito no tenía vinculación jurídica alguna más que la política. Lo que es seguro es que se ha abierto una nueva etapa política en Colombia, en la que los movimientos sociales de base y la izquierda tendrán que hacer autocrítica y adaptar su lucha a las nuevas realidades. Por último nos quedamos también con el pensamiento libertario, apoyando la paz aunque criticando que ésta de pie a la consolidación de las políticas neoliberales y sea producto de un pacto de élites.
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