En 2015 las cosas empezaron a ir mejor, porque los accidentes y las muertes en el trabajo se dispararon.
“La penuria que vive el mercado laboral desde hace dos años ha suavizado uno de los indicadores tradicionalmente más adversos: la siniestralidad“. Así comenzaba una noticia en 2010 que describía cómo “la crisis”™ había reducido los accidentes laborales a mínimos de hace 30 años.
Un momento, ¿cómo que penuria? En 2015 las cosas empezaron a ir mejor, porque los accidentes y las muertes en el trabajo se dispararon. Como bien sabe el lector, el indicador de desarrollo de un país es “la industria”, y ahí vamos genial, ya que los decesos crecieron un 30,4% el pasado año. Mejor morirte de un golpe en una fábrica que de un infarto en un chiringuito. Que se vea que no somos un lugar de veraneo.
Ahora conocemos que “la recuperación económica ha propiciado que la mitad de las horas extra no se paguen” o que, como indicaba otro titular, “las horas extra no pagadas crecen más que el empleo” (porque por lo visto no son trabajo). Vienen encajadas en distintos packs: “Te hago contrato de cuatro horas pero trabajas ocho” (el resto te lo pago en negro, si te lo pago); “o haces las extra o te vas a la calle” (tengo nosecuántos esperando en la puerta, etc.).
La próxima vez que escuches “crear empleo”, piensa: “Fraude masivo en la contratación”. Creamos empleo al trabajar –que no al ser contratados-, pero un sencillo ajuste legal permite esconderlo, no hay más historia.
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