Corrupción
La mujer más rica de Angola, la hija del dictador Dos Santos

Isabel Dos Santos está presente en 16 grandes empresas en Angola, 17 en Portugal, una en Suiza, otra en Chipre y otra en Madeira.

06/09/16 · 10:50

En España es bien conocido el proceso de absorción de cajas que inició La Caixa a partir de 2011. Tan sólo un año después de crear CaixaBank, La Caixa absorbió el conglomerado de cajas que formaron Banca Cívica (Caja Navarra, Caja Canarias, Caja de Burgos y Cajasol) y mantuvo otras inversiones en bancos de fuera del país, como fue el caso del BPI –Banco Portugués de Investimento–.

Menos conocida es la larga y dura lucha en que está envuelta La Caixa por el control del BPI. Esta batalla, por supuesto, ha de disputarse según las reglas del juego europeas, pero el contrincante no es portugués, ni español, ni siquiera europeo, sino angoleño. La todopoderosa Isabel Dos Santos, hija del presidente de Angola, Eduardo Dos Santos, 'La Princesa' o 'La Leona', como la apodan los que no la ven con buenos ojos, la mujer más rica de África lleva años impidiendo que La Caixa se haga con el control del BPI. Es una lucha de culturas, de mentalidades, una lid entre la forma europea de hacer dinero y la forma africana.

Isabel es una empresaria mil millonaria en un país donde el 54% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza y al que The New York Times declaró como el país del mundo en que los niños tienen más peligro de morir. Esto ha hecho fuerte a Isabel, más que fuerte, implacable hasta el capricho.

Su primer negocio fue un club/restaurante en la zona de Luanda conocida como A Ilha (La Isla), un barrio/trinchera para la súper reducida clase alta del país. En realidad, según la revista Forbes, el propietario inicial del club, allá por 1997, vio su negocio peligrar por ciertos problemas sanitarios y fiscales, y encontró la solución metiendo de socia a la hija del hombre más poderoso de Angola. Hoy el Miami Beach Club es el local de referencia para escuchar buena música en Luanda y comer y beber a precios europeos.

Y hoy la hija del presidente está presente en 16 grandes empresas en Angola, 17 en Portugal, una en Suiza, otra en Chipre y otra en Madeira: banca, energía, cemento, distribución, finanzas, servicios, sector inmobiliario, restauración, supermercados, telecomunicaciones, centros de negocios, diamantes y, por supuesto, petróleo. Se dice que Isabel no es más que una testaferro de su padre, considerado por Forbes como el peor presidente de la historia de África —sólo por detrás de Teodoro Obiang—, y el mandatario más rico de África, quizá del mundo.

Pero la realidad es más compleja. Isabel Dos Santos es una empresaria que surgió del podrido sistema político y económico que su padre lleva 37 años manteniendo. Esa hermética estructura de represión política, económica y policial formada por generales y antiguos generales, empresarios y gobernantes ha permitido que Isabel, la empresaria, haya creado un imperio tan diversificado como agresivo. Porque lo que no consigue con táctica, lo consigue con influencias.

Viajemos a principios de 2008. El grupo Unicer, el mayor productor de bebidas de Portugal, anuncia a pleno pulmón la próxima apertura de una fábrica de cervezas en Angola. El mercado angoleño es apetitoso, el país es el tercer consumidor de cerveza de África y sus importaciones superan al nivel de consumo de la propia Portugal.

La fábrica debía abrirse contando con algunos socios angoleños, pero ocurrió que Isabel también quería tener una fábrica cervecera en Angola, así que propuso entrar ella como socia. Por supuesto el negocio ya estaba cerrado, incluso la Agencia Nacional para o Investimento —y cuyo presidente, Carlos Fernandes, también iba a entrar como socio de la cervecera—, había aprobado una inversión estatal de 84 millones para apoyar el proyecto. Así que los socios se negaron a incluir a Isabel en el negocio.

Pues bien, 8 años después Unicer sigue tratando de abrir su cervecera en Angola, mientras que Isabel dos Santos va a abrir en 2016 la primera fábrica de cervezas del país, controlada por Sodiba, la empresa de distribución que tiene con su marido. Carlos Fernandes fue apartado del ANIP y enviado a administrar fondos locales al norte, y en 2015 —año en que la fábrica preveía comenzar a comercializar su cerveza, aunque acabó posponiéndose para 2016— el gobierno angoleño aprobó una limitación extraordinaria a la importación de algunos bienes, incluyendo la cerveza.

Según Rafael Marques, el periodista más conocido en Angola por su férrea oposición a Eduardo Dos Santos —y por haber pasado varias veces por la cárcel por este motivo—, Isabel tiene dos formas de hacer negocios: “Participando de una empresa extranjera que necesita licencias para abrirse camino en Angola, o por medio de una concesión creada por real decreto de su padre”. Esto, sumado a una intrincada red de compañías offshore que afectan hasta empresas como la portuguesa Galp, hacen de su fortuna un entramado difícil de entender.

Quizá Isabel sea una testaferro de algunos negocios y cuentas de su padre, claro que sí. Incluso su madre, la exjugadora de ajedrez rusa Tatiana Kukanova, apareció en los papeles del SwissLeaks por unas cuentas con 4,5 millones de euros en el HSBC suizo.

Pero Isabel es más que eso, es probablemente el peor adversario empresarial al que puedes enfrentarte en Angola. Y no por sus dotes empresariales, sino porque su padre es sin duda el peor adversario al que puedes enfrentarte en Angola. Que se lo digan al activista Luaty Beirão, a Rafael Marques y a los cientos de presos políticos y de conciencia que han pasado por las cárceles angoleñas. Denuncias de tortura policial, represión, encarcelamientos indiscriminados, expropiación de tierras por parte del ejército para ofrecerlas a personas afines al régimen…, encararse a la familia Dos Santos no está de moda en Angola.

Pero si su salto al high bussiness llegó en 2000, cuando su padre acabó con el monopolio en las telecomunicaciones de Angola Telecom y ofreció el derecho de explotación de la telefonía móvil a la empresa de su hija, Unitel, la cumbre empresarial y de poder de Isabel Dos Santos llegó hace sólo unos meses.

El pasado 6 de junio Isabel Dos Santos tomaba posesión de su cargo como presidente del consejo de administración de Sonangol, la empresa pública que ostenta el monopolio del petróleo en Angola, y la mayor en tamaño del Estado. Para esto, el presidente Eduardo Dos Santos tuvo que nombrarla por real decreto, saltándose de paso unos cuántos artículos de la Constitución.

Tan importante ha sido este nombramiento que a Isabel le faltó tiempo para renunciar a sus cargos de administración en la operadora de telecomunicaciones NOS, en el banco BIC y en Efacec —esta última permanece investigada por la Comisión Europea por haber vendido el 66,1% de sus acciones a la empresaria angoleña— para evitar conflictos de intereses. Aunque quizá esta retirada progresiva de la administración de empresas portuguesas responda a que 'La Princesa' ya no es de fiar en tierras europeas. Meterse en un negocio con Isabel Dos Santos es como jugar a la ruleta rusa con el tambor medio lleno.

Por esto muchos portugueses respiran hoy un poco más tranquilos, ya que Dos Santos estaba consiguiendo demasiada presencia en el tejido empresarial de Portugal. Pero tanto si Isabel se queda en la administración de Sonangol, como si las denuncias de algunos juristas angoleños prosperan y la hacen caer de la presidencia de la petrolera, su presencia en Europa, y en Portugal en particular, no va a verse mermada. Aún le quedan sus participaciones en el Banco BIC, en el BPI, en Santoro Finance, Amorim Energia, Esperanza Holding, Kento Holding, Unitel International Holding, Grupo KJ, Niara Holding y Niara Power, Carana Management, NOS, Fidequity, Dorsay SGPS y Terra Peregrin.

Esto sin contar con la empresa de diamantes suiza De Grisogono, que ostenta con su marido, el coleccionador de arte africano Sindika Dokolo, y gracias a la cual La Princesa ha conseguido dar el salto con trampolín a la beautiful people de la alta sociedad europea. Lo que todos saben y muchos callan es que tras Isabel se esconde una realidad política y social tan envuelta de secretismo que, en algunos círculos, más que de nepotismo, se habla de “criptocracia”.

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