La mejor contrapublicidad termina por despuntar casi sin esfuerzo de entre la propia diarrea publicitaria.

La campaña electoral del 26J ha vuelto a ofrecernos memorables desentendidos comunicativos. Por ejemplo, la imagen de Rajoy en vallas y anuncios del País Vasco acompañada de un “alde” en euskera, que significa “a favor”, pero también “fuera” Rajoy. Es la campaña del Partido Popular vasco para estas elecciones y el peculiar juego de palabras que aporta nos recuerda que la mejor contrapublicidad termina por despuntar casi sin esfuerzo de entre la propia diarrea publicitaria. Pero no todas las disonancias publicitarias son así, también las hay intencionadas y cuentan con su propio campo dentro de la comunicación social y sus correspondientes tácticas, libros y especialistas. Ahí está, por ejemplo, el Frente de Liberación de Vallas Publicitarias (por traducir de alguna manera Billboard Liberation Front), que lleva desde principios de los 80 modificando los grandes anuncios de la publicidad exterior, sean grandes lonas o complejas estructuras de tubos de neón.
Mientras el discurso del confort se extendía en los años sesenta entre los medios de comunicación y el hedonismo apuntalaba el nuevo imaginario de la clase media consumista, el arte pop recogía y reutilizaba todos esos códigos y lenguajes comerciales que anunciantes y “anunciadores” utilizaban con evidente éxito. Poco después, la herencia de la vanguardia surrealista y situacionista de principios de siglo XX confluye en un fenómeno contracultural que advierte en la publicidad una herramienta de propagación de la ideología capitalista. Así, las grandes metrópolis de la costa oeste norteamericana y Nueva York fueron el punto de partida de una sinuosa y cambiante corriente que bebe ideológicamente de diversas reivindicaciones de los derechos humanos para intervenir en el espacio urbano con propuestas artísticas y experimentales.
Entre ellas, la candidatura a la alcaldía de San Francisco a finales de los 70 de Jello Biafra, líder del grupo punk Dead Kennedys, que fue capaz de erigir la gamberrada como eje de su campaña contrapropagandística.
Desintoxicación cultural
Una década después se fragua Adbusters, asociación significada internacionalmente por una crítica ácida y corrosiva de la opulenta sociedad occidental. A través de pósters, antispots, libros y mediáticas campañas de lo que han venido a denominar “desintoxicación cultural”, es una de las primeras organizaciones en utilizar la contrapublicidad y también en crear un discurso alrededor de los memes (reciclando el término de Richard Dawkins en su libro El gen egoísta), es decir, las ideas que alteran los estereotipos culturales y se propagan por el imaginario social como lo hace un virus. Aunque no deja de ser una imagen idealizada de estas herramientas contraculturales, apunta con acierto a internet como el espacio de cultivo ideal para su popularización, especialmente en el terreno de la política.
El Billboard Liberation Front lleva desde los 80 modificando los grandes anuncios de la publicidad exterior
A golpe de ratón encontraremos rápidamente una significativa cantidad de carteles electorales alterados, como los que se ríen de la bucólica estética primaveral en la propaganda del PSOE y su aire setentero, que recuerda a “las postales religiosas y los poppy cards de Hallmark”, según Pilar Portero y Ana Cañi1. En una parodia con esa misma estética de un cartel electoral para Ciudadanos vemos a Rivera entre flores y textos bíblicos: “No juzgues a nadie; sólo a ti. Israel”.
Hoy estamos más que nunca faltos de utensilios que nos permitan delimitar entre tanto estímulo
Internet y un creciente número de aplicaciones de retoque fotográfico para todo tipo de plataformas y dispositivos posibilitan la alteración de la publicidad y su rápida difusión a través de las redes sociales y las aplicaciones para móviles. Y es en este escenario especialmente propicio para el meme contrapublicitario donde ya se ha hecho imprescindible, antes de cada campaña electoral, combinar la ironía política con el último estreno cinematográfico. Por ejemplo, cuando en el cartel de la comedia Tenemos que hablar, de David Serrano, los protagonistas han sido sustituidos por Susana Díaz señalando amenazante con el dedo a Pablo Iglesias.
Este tipo de alteraciones en pósters cinematográficos se han hecho tan frecuentes que Álex de la Iglesia alteró el cartel de El diario de Bridget Jones: sobreviviré” para anunciar su comedia Crimen ferpecto. La película del director de El día de la bestia ridiculizaba el ambiente de esos grandes almacenes tipo El Corte Inglés, así que la contrapublicidad les debió de parecer la herramienta adecuada.
Pero la contrapublicidad no siempre son piezas sueltas. En ocasiones, se convierte en campaña a medio o largo plazo a través de completos sitios web, como el que creó El Mundo Today para satirizar la campaña de Mariano Rajoy. En rajoypresidente.es el eslogan del Partido Popular pasa a ser “España va sola”, dado que la formación de Rajoy promete en esta web “dejar que las cosas se arreglen cuando las cosas vayan mal” y “dedicar dos horas por las mañanas a trabajar por España”. [La web satírica anunció el 21 de junio la retirada de dicha página ante las amenazas de demanda del PP, N. del E.].
Lejos de encontrarnos ante el espectador históricamente más preparado, hoy estamos más que nunca faltos de utensilios que nos permitan delimitar entre tanto estímulo y tan abrumadora densidad informativa. Han crecido de forma espectacular los discursos, los eslóganes y las proclamas, pero seguimos careciendo de herramientas que rompan con el monólogo publicitario y el paradigma neoliberal que lo alimenta. Quizás los memes contrapublicitarios añadan más ruido. O quizás sean un ejercicio indispensable para una sociedad mentalmente saludable.
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