Europa
Brexit o el referéndum de la discordia

Reino Unido, cuya población decidirá en las urnas si marcharse o permanecer en la Unión Europea el próximo 23 de junio, vive una escalada de enfrentamientos que ha llevado a suspender la campaña debido al asesinato de una diputada durante un acto contra el “leave”.

17/06/16 · 12:41
Campaña del UKIP a favor del Brexit. / David Holt

Pocos debates políticos mantienen a una población tan perfectamente dividida como el de la permanencia o no de Reino Unido en la UE, que se decidirá en menos de una semana. La discusión sobre si seguir siendo o no uno de sus 28 miembros, cohesionados en su día tras la segunda Gran Guerra y bajo la premisa de que una unión política y económica evitaría una posible nueva contienda, es más intensa y reñida que nunca. Mientras los sondeos dan una ligera ventaja a los partidarios del leave, el ascenso de los enfrentamientos –llevado al extremo ayer con el ataque con disparos a la diputada laborista Jo Cox en pleno acto contra el Brexit, resultando con la muerte de la parlamentaria, al grito de “Britan first!”– ha llevado a ambos “bandos” a detener la campaña.

Pero ¿por qué abandonar la UE? Fue el propio presidente Cameron, aunque defensor de la permanencia, quien prometió este referéndum en 2013 en caso de ganar las elecciones de 2015 para calmar las presiones de parte de su propio partido y de la extrema derecha, vigorosos defensores de la salida. Los británicos, célebres euroescépticos, quienes siempre han considerado que su país da a la UE más de lo que recibe, se expresarán en una papeleta la próxima semana mientras la página YouGov ofrece datos significativos, como que sólo el 20% de los británicos menores de 25 años quieren salir de la UE (mientras que la cifra se eleva al 56% entre los mayores de 65).

La campaña oficial del Brexit, Vote leave, da varias razones para apostar por la salida europea: por ejemplo, evitar que la UE tome control de las fronteras, impedir la crisis del euro o que los inmigrantes colapsen el sistema sanitario. Hasta que llegue el momento de las urnas, tanto en prensa y televisiones como en la calle los argumentos en contra o a favor traen a debate asuntos como el mercado único y la libra, la inmigración, los derechos humanos o la solidaridad entre naciones.

A favor del libre mercado, contra la libertad de movimiento

El partido conservador de los tories apoyó en el pasado, de forma entusiasta, la permanencia en la Unión Europea como una gran oportunidad de mercado. Sin embargo, en la actualidad, el plan perfecto para muchos políticos conservadores defensores del Brexit, como Boris Johnson o Michael Gove, es que Reino Unido salga de la UE pero que permanezca, al mismo tiempo, en el mercado europeo. Aquellos que defienden el libre mercado sostienen que Bruselas impone demasiadas normas sobre el Reino Unido, y, mientras que muchos líderes empresariales prefieren conservar las relaciones con otros países vecinos para proteger las exportaciones y el crecimiento, otros opinan lo contrario.

Paralelamente se debate el asunto migratorio, tema clave de la campaña, en un país cuya potente economía ha hecho que la llegada de miles de buscadores de empleo de todo el planeta se multiplique desde 2012. Los problemas de dicha inmigración (como la bajada de salarios debido a la mano de obra barata) y el temor que en la ciudadanía inspiran han sido sobradamente utilizados al estilo Le Pen o Trump por los partidos ultraderechistas. Para muchos de ellos, tanto el distanciamiento con Bruselas como el control de las fronteras son dos piedras angulares (si no las únicas) en su discurso propagandístico, que achaca gran parte de los problemas británicos a la inmigración y critica las leyes europeas de “libertad de movimiento”.

“Necesitamos tomar el control de nuestras fronteras, dejar de dar ayudas a los inmigrantes”

Entre ellos, el más influyente es el partido por la Independencia de Reino Unido, UKIP, cuyo desorbitado protagonismo en los últimos años ha forzado a los conservadores a inclinarse hacia el euroescepticismo y cuyo líder, Nigel Farage, llama a hacer del día 23 “el día de la independencia”. “No se trata de racismo”, dice uno de sus seguidores. “El país está perdiendo su identidad, cultura y soberanía. Necesitamos salir antes de que el buque de la UE se hunda”.

Otro agrega: “Yo dejaría encantado que me quitaran parte de mi salario con tal de salir de esta UE podrida y corrupta. Los líderes no electos no tienen ni idea de cómo solucionar el mayor problema que afrontamos hoy: la inmigración. Necesitamos tomar el control de nuestras fronteras, dejar de dar ayudas a los inmigrantes. Nos vamos a pique si no luchamos contra esta invasión”. En la misma línea del discurso del odio, la campaña llevada a cabo por Vote Leave y el grupo Leave.EU ha sido acusada de racista al asociar delincuencia con inmigración y compartir un vídeo de una mujer violada por hombres de piel oscura.

Mientras tanto, hay instituciones políticas británicas que se muestran comprometidas con la permanencia: entre ellas, el Partido Liberal y los laboristas (entre ellos, la diputada asesinada, y cuyo líder, Jeremy Corbyn, ya advirtió de los “riesgos” del distanciamiento con Bruselas), contando además con el apoyo de los sindicatos. La comunidad internacional no ha perdido ocasión para pronunciarse sobre el trascendental referéndum: Bruselas entiende que saldría perdiendo sin Reino Unido, y todos los líderes europeos claman por la permanencia o Brestay.

Por otro lado, las comunidades que han luchado por su propia separación durante décadas no han perdido ocasión de posicionarse. Los independentistas escoceses piden el voto por la permanencia pero ya han advertido de que un Brexit aprobado contra su voluntad desembocará en un nuevo referéndum por su propia independencia. En consecuencia, analistas como David Mathieson opinan que “probablemente la salida de la UE tendría como consecuencia la desintegración de Reino Unido”.

La izquierda, por una Europa unida y solidaria

En las voces más progresistas hay tendencia a la permanencia, aunque a veces sea vista como el menor de dos males. Ese escepticismo lo muestra el periodista Georges Monbiot, que opina que aunque las directrices europeas no sean ideales, sin ellas “podemos despedirnos de la protección a nuestro medio ambiente, nuestra salud, condiciones laborales y, quizá un día, nuestros derechos fundamentales”.

Algo más de entusiasmo exhibe el periodista Owen Jones, quien, si bien en su día llamó a una campaña por el Brexit desde su columna en The Guardian, se muestra ahora más partidario de la permanencia y, de hecho, ha realizado la campaña Another Europe is Possible, que aspira a unir a la ciudadanía europea “sobre la base del descarrilamiento del TTIP por la presión popular en toda Europa” y aprovechando “el ascenso de movimientos como Podemos en España, que busca desafiar el programa de recortes y privatizaciones que se ha impuesto en todo el continente."

También comparte criterios y colabora en la campaña el exministro de Finanzas griego Yanis Varoufakis. Este político cree que un escenario en el que Reino Unido salga de la Unión Europea y continúe, al mismo tiempo, en el mercado europeo, como defienden algunos conservadores, supondría “el peor de los mundos”, y aboga por crear una Europa de alianzas entre partidos progresistas. Otros creen que la actitud escéptica hacia la UE no es más que un reflejo del descontento no ya de las élites políticas, sino ciudadanas: voces que tratan, en definitiva, de encontrar la solidaridad internacional en medio de la división y la violencia.

Es difícil aún saber cómo afectará a los extranjeros residentes en Reino Unido –entre ellos alrededor de 200.000 españoles–. Entre las medidas que Cameron y las élites políticas estudian implementar si el país se “independiza”, destinadas claramente a frenar la inmigración, está el recorte a los beneficios sociales de los trabajadores comunitarios residentes en UK.

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