El debate público sobre la incineradora de Gipuzkoa ha subido un peldaño desde el 29 de mayo. A la masiva cadena humana contra la planta que quieren construir en el barrio de Zubieta le ha seguido una nueva iniciativa: ha nacido Gipuzkoa Zutik, el movimiento que ha organizado una acampada permanente frente a la Diputación. Se ha convertido en punto de encuentro para hablar de un gran número de problemas que afectan a la ciudadanía guipuzcoana.

La policía municipal de Donostia se ha acercado a la plaza Gipuzkoa la tarde del 29 de mayo y se ha encontrado con algo que no esperaban: una acampada en el parque situado frente a la Diputación Foral, cientos de personas de aquí para allá, trayendo cosas y preparando el lugar para pasar la noche. Y, entre todos, un chico, con el tricornio de la Guardia Civil en la cabeza, una sudadera parecida a la que llevaba puesta Goku en la serie Bola de dragón y una pistola de agua en la mano. Se ha acercado a los agentes y les ha dicho:
– Hola, ¿algún problema?
– Sí, ¿habéis pedido permiso?
– No.
– ¿Quién organiza esto?
– Todas.
– ¿Y hasta cuándo os vais a quedar?
– Hasta que nos echen.
– Muy bien.
– Que paséis un buen día.
Se han reunido en la plaza poco después de que finalizara la cadena humana contra la incineradora de Zubieta, respondiendo a una convocatoria difundida a través de redes sociales. La iniciativa Gipuzkoa Zutik no ha hecho más que comenzar y ya ha puesto el primer tema sobre la mesa: ¿la ciudadanía no puede organizar nada en una plaza sin pedir permiso previamente?
La convocatoria decía que se trajera alegría y saco de dormir, y proponía reunirse a las 16:00. La gente estaba reunida en varios círculos cuando hemos llegado, a las 16:30. Nos hemos acercado a uno y nos han dejado sitio para sentarnos al instante. Están tomando la palabra de una a una, cada persona se presenta y explica que quiere activar a través de la acampada. Está claro desde el principio que esto no va a ser solamente algo en contra de la incineradora, que la planta de Zubieta es un símbolo, una metáfora de un modo de hacer política, y que las personas reunidas lo relacionan con otras muchas problemáticas.
Han terminado todos los turnos de palabra. Han pasado algunos segundos sin que nadie hablara, los suficientes para que las personas sentadas en círculo se miren con una sonrisa nerviosa; y para darse cuenta de que nadie va a presentar un plan preconcebido a continuación. Esto es lo que hay: personas que tienen ganas de hacer algo reunidas en círculo. ¿Y ahora qué? “Bueno, yo creo que se puede hacer...”, ha comenzado una. Y poco a poco se han animado otras. Todavía no lo saben, pero están creando algo nuevo junto con todas las personas que van a hacer algo en las iniciativas de los próximos días.
Múltiplos de un experimento político
A partir de ahora comienza a dilatarse el tiempo y van a ocurrir muchas cosas a la vez. En tres semanas la iniciativa ha producido mucha más información que la que un movimiento social convencional puede generar en el mismo lapso de tiempo. Son acciones concretas; muchas conversaciones, nuevas complicidades que se van creando.
“Estas Son las verdaderas Juntas Generales de Gipuzkoa”, dice alguien en la plaza. La asamblea diaria de las 19:00 es el punto central del movimiento, pero aunque ese eje tiene importancia, las comisiones específicas tienen mucha autonomía; y gracias a los pequeños compromisos de cada persona la velocidad se va a ir multiplicando a medida que pasan los días. Este experimento político tiene las puertas abiertas a la creación de múltiplos, cualquiera puede poner en marcha una dinámica y trabajar sobre el tema que le preocupa.
Eso ha llevado el movimiento también a otros puntos de la ciudad y de la provincia. Acciones como la que se realizó con el lema “Nos preocupa el turismo” son una buena muestra de la voluntad de trascender la plaza: disfrazados de turistas en el paseo de La Concha, explicaron el daño que va a causar la incineradora a las personas que vienen de visita a la ciudad. “¡Menos mal que ellas vienen para una semana! Nosotras vivimos aquí”, dice el mensaje que se ha utilizado para llamar a la acción en las redes sociales. Denuncian con humor que los gobernantes organizan la ciudad para atraer turistas, dejando en un segundo plano las necesidades de la ciudadanía.
Y Gipuzkoa Zutik no es algo que esté ocurriendo sólo en Donostia: tras dos semanas de intensa actividad en la capital, varios pueblos han empezado a organizar sus propias asambleas locales, centradas en problemáticas más concretas. Es un hecho importante en una provincia en la que el 60% de la población se reparte en municipios de tamaño medio. Por lo tanto, las últimas dos semanas de junio pueden empezar a visibilizar hasta dónde ha calado el mensaje de este movimiento.
La plaza como punto de partida, no como fin
1 de junio, miércoles: la Policía Municipal se persona en la plaza Gipuzkoa. Han dicho a las reunidas que deshagan la acampada y, para cuando han empezado a hablar para decidir qué hacer, los propios agentes han comenzado a llevarse tiendas de campaña y objetos personales. La llamada se ha extendido rápidamente en las redes sociales, mucha gente se acerca a ayudar, cogen mochilas, mesas, utensilios de cocina y todo lo que puede salvarse y se dirigen nerviosos al Boulevard a través de la calle Elkano. La radio Info Zazpi está contando lo que ocurre. Una de las personas que estaba en la plaza entra en directo y entre otras cosas explica que “nosotras no defendemos una plaza, defendemos una idea”.
Es un matiz importante, ya que Gipuzkoa Zutik es diferente respecto a otras ocupaciones de plazas que se han conocido en el País Vasco. En los Askegunes que se han organizado para denunciar los juicios políticos, por ejemplo, una parte del relato siempre está en manos de la policía: la acción termina cuando los agentes detienen a las personas que el muro popular está protegiendo. Se consigue que la injusticia ocurra en la plaza pública y en un ambiente solidario, pero el punto de partida es siempre la injusticia. Aquí en cambio, el punto de partida es comenzar a crear justicia desde las acciones que se hacen en la plaza. Estamos ante una experiencia política prefigurativa: como ha descrito el antropólogo David Graeber, las prácticas diarias de este tipo de movimientos reflejan qué mundo quieren construir. Con la confianza en que los tipos de relaciones que son considerados normales no son la única opción –ni la mejor–, se comienza hoy mismo a funcionar como en el modelo de sociedad que se quiere conseguir; y eso convierte a la policía en un actor secundario.
Aunque a medida que el movimiento ha tomado cuerpo las intervenciones policiales se han intensificado: detenciones, cargas, identificaciones y vigilancia intensiva; los gobernantes han dejado de mirar para otro lado e intentan llevar a Gipuzkoa Zutik a una dinámica de acción-reacción, para que la ciudadanía lo relacione con un problema de orden público, tapando los graves problemas sociales que quiere poner sobre la mesa. Unai Oñederra lo ha explicado bien en su blog, en un post titulado “¿Por qué esa saña de la policía con la Nuit Debout de Gipuzkoa?”: “El potencial de una plaza ocupada es activar a gente que previamente no se ha movilizado. El objetivo es crear un ambiente propicio, una atmósfera agradable, de forma que la gente se vaya acercando e incorporando al movimiento. Gente de diversas edades, diferentes ideologías, procedencias varias… Esa es la virtud principal de esta forma de movilización. Conseguir eso se dificulta enormemente si hay una continua presencia policial amenazante, desalojos, identificaciones y detenciones”.
La reacción de las reunidas ante esa presencia policial ha sido, cuando menos, inusual. Lo que pasó el 6 de junio es una buena muestra: tras ser expulsada una vez más de la Plaza Gipuzkoa, la asamblea intentó volver. La marcha se detuvo frente a un muro de antidisturbios de la Ertzaintza y la gente comenzó a bailar, como habían decidido previamente. Totalmente descolocados ante la escena, los agentes arremetieron a porrazos contra la conga que tenían delante. “Será la primera vez en la historia que alguien carga contra una conga”, decía minutos después una persona que estaba entre las manifestantes.
Cómo superar las clasificaciones sociales previas
El mayor acierto del movimiento ha sido utilizar un lenguaje lo suficientemente abierto como para conectar con varios sectores de la población –el carácter intergeneracional de Gipuzkoa Zutik llama la atención–. La tarea pendiente es amplificar ese efecto, formular el movimiento de forma que sea capaz de desbordar identidades previamente configuradas. Es un tema que está en la agenda desde el principio. El filósofo Ekai Txapartegi puso la pregunta sobre la mesa durante el coloquio que tuvo con las reunidas: “¿Cómo nos perciben las personas que nos ven en esta plaza? Partiendo de nuestra autenticidad, ¿cómo podemos neutralizar la actitud de quienes, en principio, no quieren ser parte de nosotras?”.
Y es que estamos en el País Vasco. El conflicto armado todavía resuena en la memoria y ha dejado en herencia marcos muy identificables, en los que es fácil encasillar cualquier iniciativa. Basta con decir que “detrás de esto está la izquierda abertzale” para criminalizar protestas legítimas. El ex senador del PNV Iñaki Anasagasti sabe algo de esto: un texto que lleva su firma trató de asociar Gipuzkoa Zutik con ETA –para hacerse una idea del tono en el que escribió, basta decir que terminaba exclamando “¡¡Alerta Euzkadi!!”–. Pero ese tipo de actitud puede convertirse en un arma de doble filo: si las reunidas consiguen tener una imagen pública positiva –cosa que está consiguiendo con sus acciones imaginativas y sus mensajes representando al 99% de la población frente al 1%– puede quitar credibilidad a quien intente clasificarlas como radicales.
Tras ser expulsada de la Plaza Gipuzkoa y sufrir un duro marcaje en el Boulevard, la asamblea ha decidido cambiar de estrategia en su tercera semana: no ocuparán un punto fijo, se desplazarán de un barrio a otro y así serán más difíciles de neutralizar. En el momento en el que escribimos estas líneas se está moviendo desde Egia al Antiguo. Y el fin de semana se desplazarán en bici al barrio de Zubieta para reunirse con un vecindario que, hace pocos meses, veía con resignación cómo los planes para construir el crematorio de residuos avanzaban sin apenas oposición popular.
Puede que ahora vean el futuro con algo más de optimismo. La cúpula de la Diputación guipuzcoana empieza a dar muestras de nerviosismo. No pasa un día sin que el diputado de Medio Ambiente haga declaraciones en prensa, pero éstas se vuelven contra él: duda, titubea, no tiene respuestas. Una entrevista en la Ser en la que le preguntan por qué no hay profesionales médicos que quieran hablar en medios de comunicación sobre las bondades de la incineradora se ha difundido mucho estos días. La idea empieza a calar: la incineradora no es buena para la salud, ni es una buena inversión para las guipuzcoanas. Y se puede parar. ¿Será la única cosa que consiga cambiar este nuevo movimiento?
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