Salir es fácil si sabes cómo. Una fábula sobre el despertar de la fuerza del Mercado Social.
Te despiertas a golpe de alarma de tu iPhone, siete y diez, suena la SER desde la aplicación que te proporciona el explorador privativo, vale, va, diez minutos más, con bastante PRISA, enciendes la luz que te suministra Unión Fenosa, abres el grifo de la ducha que te calienta Gas Natural. Con la toalla por turbante aún, prendes la kettle para hacerte un Hornimans (el sabor de una taza de té...), te comes unas galletas Fontaneda McVities, un Actimel bebido y unas uvas que vienen de Chile. Te metes en un tupper unos restos de una pasta preparada que hiciste anoche: Gallina Blanca, grupo Alimen. Mientras suenan las señales horarias de las ocho y se te enfría el té, te da por leer la cajita donde vienen las bolsitas de la infusión: ME FUNCIONA, se llama. ¿En serio? Pepa Bueno pincha “I got you, babe” de Sonny&Cher. Bajas a la carrera a por el Hyundai, ingeniería japonesa; conduces sola hasta el trabajo, te metes en las oficinas. Bien. El día acaba de comenzar. En tu cabeza, sigue sonando el temazo de la banda sonora de Atrapado en el tiempo. “I got youuu, babee...”. Y tanto que si me tienen, piensas.
Al día siguiente. Te despiertas a golpe de alarma de tu iPhone, siete y diez, suena la SER, vale, va, diez minutos más..., hasta que el sonido del timbre te saca del segundo sueño. ¿Quién leches será? Con el albornoz del Primark mal abrochado y el pelo tieso como la mojama gracias a unos productos sionistas Garnier, vas a abrir la puerta pensando que será tu vecina, que otra vez dice que tu coche no le deja sacar la bici. Desde el móvil se escucha de nuevo la canción de ayer. ¿Otra vez? Al abrir la puerta, un hombre vestido de verde y tan pequeño que parece un duende, te pregunta si te has cambiado ya. ¿Cómo? La verdad es que te sale bastante borde, pero el hombre no parece mal tipo. “Sí, que si te has cambiado ya”. Te das cuenta de que estás en pijama. “No, no me he cambiado”. “Entonces es el momento. Te invito a un té”. Estás tan dormida y tan sorprendida que le dejas pasar. El hombre lleva un pequeño termo (todo es pequeño en él) con una bebida que sirve en dos pequeños vasitos. “Bebe”, te dice. Sigue sonando la canción de Atrapado en el tiempo y ya piensas que aún no te has despertado.
Apuras el vasito y, ¡voilá! Desde el navegador Firefox de tu nueva red conectada a un nodo de guifi.net de la radio ha dejado de sonar el soniquete de la SER y la cancioncita que te recordaba a Bill Murray. En su lugar, un anuncio de Restaurante Sal y Azúcar, comida casera. Ahora suena una cumbia. Radio La Suegra. El pequeño señor vestido de verde sigue en medio de tu cocina y está transformando a golpe de baile un montón de cosas: una ricas rebanadas de pan de centeno hecho en un pueblo cercano a tu ciudad salen de tu tostador enchufado, según él, a la red de Som Energía, cooperativa de consumo energético.
El duende te propone echarle a las tostadas miel de cantueso, también producida en la sierra de tu ciudad por un apicultor tradicional. Y unos albaricoques de unos frutales tampoco muy lejanos han aparecido en el cesto de la fruta. ¡Qué jugosos! Con una pirueta, el hombrecillo transforma tu albornoz raído “Hecho en Pakistán” por un mono verde fluorescente directamente reciclado de los 90, ¡wow!
Al bajar a la calle, te percatas de que estás en un edificio de viviendas comunitarias, no sabes si subir a tu bici que hace años que no tocas o apuntarte a ese coche compartido en tu barrio. Y en tu vieja tartera han aparecido unos boniatos al horno que huelen a gloria. ¿Boniatos? Nunca te hubiera dado por comprar boniatos. Una nueva sonrisa se te pone en la cara.
“Pero, a ver, ¿tú quién demonios eres?”, le preguntas al tipo bajito. “Soy MES, el genio del Mercado Social. Tú misma me invocaste al vivir 365 días atrapada infelizmente en todos estos hábitos de consumo”, dice el hombre señalando tu cocina y tu casa. “¿Mercado Social? Eso parece un juego de palabras imposible”. “Jeje, sí, pero no: somos algo real, una red de producción, distribución y consumo de bienes, como el pan y la miel que te acabas de comer, o de servicios, como tu nueva conexión a internet... Nuestra red funciona de otra manera, más allá de todo el enganche capitalista”.
La verdad es que nunca te había dado por pensar que había “otra manera”. El duende verde y pequeño te sigue contando más acerca de criterios éticos, democráticos, ecológicos y solidarios con los que funciona el mercado del que viene; te habla de las empresas, las entidades, así como de las consumidoras individuales y colectivos. “Vaya, suena muy bien, MES... Pero lo de “quitarse” de la economía capitalista no debe ser tan fácil, ¿no? Yo, por ejemplo, no tengo tiempo. Mañana, sin ir más lejos, cuando me levante no estarás tú aquí para recordarme todo esto... Y yo iré al súper de aquí al lado, que abre 24 horas y además tiene ofertones”. “Ajá, es verdad, nadie dijo que esto fuera fácil: tendrás que dedicar algo más de tiempo a tus compras, y a veces los precios de los productos son más altos, pero porque están en consonancia con su valor real. Ya lo decían las abuelas: lo barato sale caro”.
Y así sigues charlando durante horas con MES, este simpático duende que te ha mostrado un espejo difícil de no mirar. ¿Qué demonios le habrá echado a esa infusión a la que me ha invitado? No tienes ni idea, pero sí sabes que ya no podrás mirar las cosas ni consumir como antes, cuando te sentías atrapada.
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