La Nuit debout se enfrenta a la terapia del shock

El movimiento de contestación a la reforma laboral cumple dos meses en las plazas.

24/05/16 · 17:16
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La Plaza de la República, en París, es el epicentro de Nuit Debout. / Olivier Ortelpa

Francia está viviendo una ola de protestas contra la nueva legislación laboral que pretende imponer el Go­bierno de Hollande. La movilización popular contra la llamada Ley El Khomri se está produciendo con el trasfondo del estado de excepción tras los graves atentados de noviembre.

París tiene en su zona céntrica un urbanismo muy orientado al consumo, con bulevares llenos de tiendas y espacios destinados al turismo. Pasear estos días una tarde por la irreductible e intermitente aldea gala de Place de la Republique supone descubrir una anomalía. El movimiento Nuit debout lleva más de un mes regresando cada tarde y desmontando a las 12 de la noche, resignificando este espacio público con un sentido político.

Esta presencia de gente organizándose, protestando, conociéndose y cooperando entre sí con alegría contrarresta una importante carga de luto que impregna la plaza. A los pies de la imponente figura de Marianne, alegoría de la República, conviven con las proclamas del movimiento cientos de flores, velas y carteles que homenajean a los muertos en los atentados de Charlie Hebdo y los de la sala Bataclán.

La ciudad y sus habitantes sufrieron un shock con aquellas matanzas y ése fue el epicentro de la muestra colectiva de dolor. “Desde los atentados estábamos todos como con una oscuridad interior. Se te contagia el miedo, la sensación de que todo está mal”, dice Ioana, participante en Nuit debout. “Para curar esa tristeza colectiva sólo había una medicina posible y era esto”, sentencia.
 

 

Doctrina del shock

En su ensayo La doctrina del shock, la canadiense Naomi Klein sostiene la hipótesis de que el neoliberalismo aprovecha las crisis para generar cambios sociales. Tal vez sea mera coincidencia temporal, pero el Gobierno de Hollande, que acaba de prorrogar el estado de excepción hasta julio, no ha dudado en sacar adelante la reforma más dura para los trabajadores justamente en este periodo.

Probablemente Hollande daba por descontada la oposición de los sindicatos. Alguna huelga, protestas callejeras, interrupciones de tráfico. Pero no podía prever el desborde ciudadano. Para el activista de Attac Frédéric Lemaire, el germen del movimiento fue la apropiación por parte de la gente de las campañas llamando a la movilización planteadas por los sindicatos. “Más de un millón de personas firmaron en pocos días en internet contra esta ley y muchísima gente empezó a elaborar sus propios memes y vídeos llamando a la protesta”.

Un grupo reducido de activistas, la mayor parte agrupados en torno a Convergence des Luttes (convergencia de luchas), planificó quedarse a pasar la noche del 31 de marzo, día de la gran movilización sindical. “Necesitábamos comunicar que no íbamos a volver a casa, que íbamos a seguir en pie, sin detener la protesta”, relata Marion, que participa en la comisión de Internacional. El llamamiento funcionó, y en los primeros días la asistencia creció de forma exponencial. Marzo nunca acabó, y el movimiento se extendió al mes de abril y ahora al de mayo.

“Existía una necesidad de expresarse, de compartir los pensamientos críticos hacia la situación social que estamos viviendo”, explica Marion. Para el observador externo llama la atención el clima festivo que reina en la plaza. Se hacen conciertos, hay música, se bebe, se baila. Hay una alegría colectiva que se percibe, la gente sonríe todo el tiempo.
Francia es un país con una fuerte tradición política y organizativa, con una izquierda relativamente numerosa, al menos en cuanto a siglas. Hasta ahora, sin embargo, el descontento social provocado por las políticas gubernamentales había
sido capitalizado en mayor medida por el Front National de Marine Le Pen.

El activista Frédéric Lemaire apunta como posible explicación al lenguaje. Cuenta el ejemplo de un cuadro del Partido Comunista Francés (PCF) que visitó una fábrica de Rennes y le preguntó a un muchacho por su voto. El joven le dijo que siempre había votado PCF, pero que en las últimas había votado a Le Pen. “¿Por qué?”, le preguntó el político. “Marine Le Pen habla como no­sotros”. “Los cuadros de la izquierda dicen a la gente que harán cosas por ellos, Le Pen dice: la gente somos nosotros”, aclara Lemaire.

Numerosos retos

El movimiento se enfrenta a numerosos retos internos y externos. En su interior conviven diferentes estrategias, tácticas y concepciones muy diversas de la hoja de ruta a seguir. Precisamente el encuentro y la confrontación de estas diferentes visiones suponen para la activista Marion “el ingrediente principal del movimiento que viene”. Porque está en permanente construcción. La Euro­co­pa de fútbol empieza en junio, y la plaza de la República es un espacio que las autoridades necesitarán usar para sus ceremonias. “Da igual si no vamos a estar en la plaza en un mes, las comisiones que existen ahora van a seguir el trabajo”, dice Marion.

También es bastante evidente que la composición étnica no refleja la misma proporción que componen “los de abajo” en la sociedad francesa. Que todavía está por ver si conseguirán llevar la movilización a las periferias. El movimiento tampoco es tan masivo como lo han sido otras tomas públicas de las plazas. Los tiempos de la movilización, además, parecen marcarlos más los actores previamente existentes, como sindicatos y colectivos de izquierda.

A nivel externo, parece francamente imposible que la gobernanza neoliberal cambie su estrategia de disciplinamiento laboral en un país que ya ha puesto la velocidad de crucero hacia su nuevo paradigma social. Sin embargo, es inevitable recordar la reflexión que hacía Gramsci sobre la Revolución Fran­cesa. El sardo explicaba que no se ganó con el asalto a la Bastilla, sino que se había empezado a ganar 30 años antes, con la Ilustración y la Enciclopedia.

Las personas que participan en el movimiento han convertido la plaza de la República en un ágora polivalente donde se pueden encontrar proyecciones, arte en muy variadas formas, bibliotecas, comedores gratis y muchos stands en apoyo a diferentes causas. A su alrededor es fácil ver reunida a alguna de las 80 comisiones y grupos de trabajo que se han creado, así como la cita diaria con la asamblea general.

El 76 de marzo, 15 de mayo en el resto del mundo, la plaza registra una asistencia espectacular. Desde la megafonía de la asamblea general se pide que todo el mundo se siente. Como si fuera la ola en un estadio de fútbol, a una señal, la gente empieza a levantarse y estalla en gritos de alegría y aplausos. En los ojos de los participantes se nota la ilusión de estar haciendo algo grande y se puede leer aquel microrrelato de Jean Cocteau: “Lo consiguieron porque no sabían que era imposible”.

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