México
Nestora Salgado: "Al Gobierno le interesa tener al pueblo jodido para poder explotarlo"

Hablamos con Nestora Salgado, comandanta de la Policía Comunitaria de Olinalá (Guerrero, México), encarcelada de manera arbitraria durante dos años y siete meses. Fue declarada inocente el 18 de marzo de este año.

, Barcelona
20/05/16 · 17:58
Nestora Salgado. / Anxo Santiago
“En la celda no había lámparas. Todo era oscuridad. No se veía absolutamente nada. Yo les había dicho que tenía un poco de miedo a la oscuridad. Y por eso me metieron ahí, sola, donde no había lámparas ni ventanas y hacía frío”.

El 21 de agosto de 2013, Nestora Salgado fue detenida por el Ejército y la Marina de México. La acusaron de secuestro y delincuencia organizada. Pero todo fue una mentira. Nestora pasó dos años y siete meses en prisión, detenida injustamente.

“Nací en un pueblo que se llama Palito Redondo, municipio de Olinalá, en el Estado de Guerrero. Mi familia era muy unida. Me enseñaron que todos tenemos el mismo valor, me enseñaron que hombres y mujeres tenemos que respetarnos. Mi padre fue médico tradicional y siempre ayudó a la gente que no tenía. Él y mi madre nos enseñaron a dar cariño a los demás, pero también nos enseñaron a protestar, a no quedarnos callados ante las injusticias”.

Nestora se casó muy joven. Pero un día decidió irse a Estados Unidos para ahorrar dinero, construir una casa y ofrecer una mejor vida a las tres hijas que tuvo. Y lo consiguió. Fue una de sus primeras batallas. Una batalla para salir adelante y mejorar sus condiciones de vida y las de su familia.

“Me fui sin papeles. Crucé por Tijuana. Al primer intento no pude pasar. Me perdí pero tuve la suerte de encontrarme a una señora muy linda que me ayudó. Yo creo que era mi ángel. Y gracias a ella pude cruzar y llegué a San Diego. Ahí conseguí un trabajo. Luego me fui a Washington, donde trabajé mucho. Tres trabajos al día: camarera, mesera y bartender. Mis jefes me apoyaron y me pagaron clases de inglés. Aprendí. Y luego conseguí mi residencia”.

Cuando mejoró su situación, Nestora comenzó a ayudar otros migrantes, de varios países, no sólo de México, que no tenían trabajo, comida o dónde vivir. También se preocupó por las mujeres víctimas del machismo. A todos ellos les tendió la mano.

“En esa etapa aprendí mucho a defender los derechos humanos. Y desarrollé algo así como dotes de consejera. Porque mucha gente llega y no sabe qué hacer, cómo defenderse. Yo les explicaba qué hacer para ir a un shelter [albergue] donde podían dormir y comer, les aconsejaba adónde dirigirse para buscar un trabajo. A las mujeres víctimas del machismo las ayudaba para que denunciaran y se defendieran de las agresiones”.

Después de 11 años viviendo en Estados Unidos, Nestora regresa a México. Al volver, encontró que la pobreza, las injusticias, la explotación y el abuso de poder reinaban con mayor magnitud que antes.

“Veo que no hay avances y que hay mucha necesidad en nuestra gente. En los pueblos la gente está abandonada. Y eso le interesa al gobierno, tener al pueblo jodido para poder explotarlo y saquear los recursos del país. Así que yo comencé a organizarme con los pueblos para cambiar un poco las cosas. Uno de nuestros máximos problemas era la inseguridad, así que nos organizamos para tener seguridad. Así se formó la Policía Comunitaria”.

Cansados de las extorsiones, la delincuencia organizada y el narcotráfico, el pueblo de Olinalá se levantó en armas el 27 de octubre de 2012. Con rifles y machetes, cientos de personas salieron a las calles a gritar ya basta. En medio de ellos, una figura femenina hablaba por un altavoz para organizar la revuelta. Era Nestora Salgado, comandanta de la Policía Comunitaria.

“Nunca fue mi intención tener un mando. La gente me lo pidió y yo lo acepté con respeto y mucha responsabilidad. Nos organizamos para defendernos. Hay cierta gente, mestizos, que se sienten españoles, que no nos quieren, porque dicen que somos indios. Cómo es posible que unos indios nos van a gobernar, dicen. Pero nuestra lucha es para todos, para la seguridad de todos. Y gracias a nuestra organización, bajamos los crímenes y las extorsiones, yo diría que en un 100 %, y no 90 %, como han dicho”.

Estamos en el Barrio Gótico de Barcelona conversando con Nestora. Tiene los ojos hermosos, grandes, bien arreglados; el pelo largo, recogido, y habla con elocuencia. No pierde el hilo del discurso y parece como si adivinara las preguntas. Me mira, y no me deja preguntar:

“Como mujer no fue fácil. Al principio no me tenían confianza. Pero vieron que soy honesta y me gané la confianza de los hombres. También he recibido muchas amenazas de muerte. Y me dicen que van a matar a mi familia. Cargar con esa responsabilidad es pesado. Es un peso muy grande. Muchas veces, cuando salgo de casa, me despido y no sé si voy a regresar”.

Entre otras irregularidades, a Nestora la detuvieron sin orden de aprensión, la llevaron a un penal de máxima seguridad y estuvo aislada, prácticamente incomunicada.

“Mi celda estaba cerca de la sección de varones. En medio de la oscuridad, escuchaba los gemidos de los reos que eran golpeados por la policía. A veces quisiera olvidar esos gemidos”.

Después de nueves meses de aislamiento, Nestora pudo ver a su abogado, pero apenas un momento. Fue declarada presa política y hubo diversas movilizaciones para exigir su liberación. El 3 de febrero de 2016, el Grupo de Trabajo sobre Detención Arbitraria de la ONU declaró que la detención de Nestora había sido ilegal y demandó al Gobierno mexicano su liberación inmediata.

“Después de la oscuridad me llevaron a una celda con una luz intensa, con lámparas que estaban encendidas todo el tiempo. No podía dormir y se me lastimó la vista por esa luz. No me daban medicamentos cuando me enfermaba y a veces se les olvidaba llevarme de comer… Hubo momentos en los que pensé que más valía estar muerta. Tuve la intención de suicidarme, de ahorcarme. Pero saqué fuerzas. Yo sabía que mis compañeros no me dejarían sola. Pensaba en mi familia. Y eso me dio fuerzas para sobrevivir”.

El 18 de marzo de 2016 Nestora fue declarada inocente. Fue liberada por falta de pruebas. Fue absuelta de todos los cargos que le imputó la fiscalía del Estado de Guerrero.

“Ahora estoy de gira en el Estado Español como parte de la campaña "Ponle nombre y rostro a las y los presos políticos de México". Estoy aquí para denunciar que en México el Gobierno no respeta los derechos humanos, para exigir justicia por los estudiantes normalistas de Ayotzinapa, y para exigir la liberación de mis compañeros presos políticos de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias de Guerrero-Policía Comunitaria [CRAC-PC]. Por eso estoy aquí, para denunciar”.

Por un instante, Nestora observa el vacío, como hablando consigo misma. Sonríe. Después me mira directamente y dice: “Ya no le tengo miedo a la oscuridad. Quisieron doblegarme, pero no pudieron”.

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