Durante una visita a Diyarbakir, donde los kurdos han sido bombardeados por el Ejército turco, fue detenido el fotoperiodista alemán Willi Effenberger el pasado jueves.
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Desde el pasado julio de 2015, el Gobierno turco ha decretado en varias ocasiones el toque de queda en el centro histórico de la ciudad de Diyarbakir, Sur. Hay partes de la ciudad que aún continúan bloqueadas después de los combates entre el Ejército turco y el PKK. Muchas de las personas que vivían en este barrio eran refugiados del campo en territorios kurdos, que en los 90 huyeron por la guerra. Unas 350.000 personas se encuentran desplazadas según ONG que trabajan sobre el terreno. El 21 de marzo el Gobierno turco emitió una resolución para expropiar el centro histórico de Diyarbakir. Más de 150 hectáreas de terreno en las que se encuentran casas, comercios, monumentos. Una guerra silenciosa que no aparece en nuestros medios. Tal vez por la política mediática de Ankara. Durante una visita a dicho barrio fue detenido el fotoperiodista alemán Willi Effenberger el pasado jueves.
Estás visitando el este turco en calidad de fotoperiodista. Y nada más comenzar, eres detenido por la policía. ¿Qué ocurrió el pasado jueves para que fueses detenido?
Llevo unos días en esta región con mis colegas de la revista Lower Class Magazine. En ese momento estábamos en Amed (que en turco se llama Diyarbakir). Es una de las ciudades kurdas en las que durante meses se impuso un toque de queda. En Sur, el casco histórico de Amed, oficialmente el toque de queda se ha acabado. Pero es que nadie vive en el barrio ya. Algunas partes del barrio están acordonadas. Por todas partes hay cañones de agua de las fuerzas de seguridad turcas. Vehículos acorazados con metralletas, cordones policiales. El Estado se presenta como si fuera una fuerza de ocupación aquí.
La mitad de Sur está completamente destruida. Mientras tenían lugar los enfrentamientos todo fue tiroteado y arrasado por el Estado turco. Eso es lo que quería ver y hacer fotos de las barricadas que permanecen en pie. Pasé por delante de una de las zonas de seguridad y al volver vinieron dos policías de civil que llevaban kalashnikovs y me llevaron detenido. Según ellos, estaba haciendo fotos de los policías. En cuanto los vi aparecer, formateé la tarjeta de la cámara para que no me pudieran acusar de nada.
¿Cuánto tiempo te detuvieron?
Duró unas dos horas y media. Traté de hacerme entender, pero ellos me gritaban todo el tiempo. Me registraron una y otra vez todo el equipo. Me preguntaron que quién soy, quiénes son mis amigos y para quién trabajo. Querían pegarme y tirar mi cámara al suelo. Me lo dieron a entender muy claramente con gestos. Seguramente mi pasaporte alemán me salvó de que me tratasen así.
¿Y después te dejaron marchar?
Sí, tuve que firmar un par de hojas en turco, después me dejaron ir. No supe lo que ponía el papel hasta que lo firmé, a pesar de que pregunté varias veces, porque no quisieron decírmelo antes, ni dejarme ir hasta haberlo firmado. Al final me dijeron que había afirmado haber fotografiado a un policía, así como los vehículos, y que sabía que era algo ilegal. No me dieron una copia del documento. Para trabajar sin ser molestado debería llevar una acreditación de la agencia nacional de noticias Anadolu.
¿Y porqué no te acreditaste?
Porque es básicamente imposible, ya que el Estado no quiere que se informe de la situación que se vive aquí. Mis colegas de la revista Lower Class Magazine lo han intentado muchas veces sin éxito. Los detuvieron varias veces, cuando estuvieron aquí hace unas semanas. Entonces aún había combates y fueron detenidos por una unidad especial junto con otros periodistas. Les amenazaron con pegarles y dispararles. De hecho, dispararon en su dirección aunque estaban claramente identificados como prensa. Salieron de la situación por casualidad y suerte, ya que la unidad tuvo que irse a una operación y marcharse del lugar.
¿Los periodistas locales también se ven afectados por las represalias?
De la agencia de noticias Diha hay al menos diez colegas que están en la cárcel y esperan en parte a que se celebre su juicio, porque informaron desde los territorios donde tenían lugar los combates. A ellos les esperan unas condenas aún peores que la del periodista Can Dündar. Él y Erdem Gül, ambos periodistas, han sido hace poco condenados a cinco anos de prisión. En el caso de Dündar son cinco años y diez meses. Ambos habían informado sobre el envío de armas a grupos yihadistas en Siria desde Turquía. Antes de la negociación tuvo lugar incluso un atentado contra Dündar. El agresor le llamó “traidor”. Así es como le llamó también el presidente turco Recep Tayyip Erdogan. Para él, los periodistas independientes son enemigos.
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