Abida Mohamed es la presidenta de la asociación Nova, creada hace tres años con el objetivo de defender el principio de la no-violencia en la lucha contra la ocupación de los territorios saharauis por Marruecos.
Desde hace 40 años, la población saharaui está dividida entre la gente que sufre la represión política en los territorios ocupados por Marruecos y la que vive en los campamentos de refugiados de Tinduf, en territorio argelino. A la espera de un referéndum de autodeterminación que continúa sin llegar, crecen las voces partidarias de volver a las armas como salida al conflicto. Ante esto, ha aparecido Nova, una asociación creada hace tres años con el objetivo de defender el principio de la no-violencia y de la cual Abida Mohamed (campo de refugiados de Birlehlu, 1986) es la presidenta. También es miembro de la asociación Afapredesa –que hace 27 años que lucha contra el olvido de las personas presas y desaparecidas durante el conflicto– y participa en el proyecto Laonf, que busca un cambio de mentalidad de la población a través del empoderamiento de jóvenes activistas y de los movimientos sociales emergentes. El conflicto entre el Sáhara y Marruecos ha provocado miles de víctimas, prisioneros políticos, expolio de recursos naturales y constantes violaciones de los derechos humanos.
¿Por qué decides impulsar Nova?
De pequeña participé en el programa Vacaciones en Paz, cursé la educación primaria en los campamentos y después fui a Argelia a estudiar Bioquímica. Quería hacer Ingeniería Genética, pero difícilmente puedes trabajar de esto en un campamento de refugiados.
¿Cuál es el origen del proyecto?
La iniciativa surge de una época marcada por la primera guerra árabe, las revoluciones juveniles, los problemas de seguridad que ha vivido el Sáhara Occidental y el ambiente geopolítico en la región. Aquel periodo, en que proliferaban las manifestaciones en los campamentos para presionar al Frente Polisario para volver a la guerra, ha tenido un gran impacto en la juventud saharaui, para la que el estancamiento del proceso de paz no es aceptable. Yo misma era partidaria de la lucha armada, pero no me convenció. Soy de las que intentan encontrar una alternativa en la situación actual.
¿En que ha cambiado la juventud de hoy en día respecto a la de los 70 y los 80?
La mayoría ha estudiado en otros países, de los cuales ha vuelto con títulos profesionales que, desgraciadamente, no puede aplicar en los campamentos. Esta frustración hace que la apuesta por la violencia se acumule, motivo por el cual decidimos que una organización sueca nos ayudara a impulsar otras estrategias. Fue entonces cuando creamos Nova.
¿A qué colectivos os dirigís?
Principalmente, a la infancia –entre la que es fácil que arraigue el mensaje– y también a las mujeres, para empoderarlas en la defensa de sus derechos. En general, sin embargo, capacitamos a todo el mundo para que vea que existe otra vía que no es la guerra. Queremos una sociedad consciente, muy educada y que conozca sus derechos y sus deberes. A través de la apertura de espacios de diálogo, la elaboración de estudios y el trato con todas las instituciones –desde los ministerios de lo Sagrado, de Educación o de Infraestructuras hasta las mismas fuerzas de seguridad–, enseñamos cómo hacer frente a las adversidades sin alterar el orden público.
¿Todo esto con la idea de conseguir el referéndum de autodeterminación del Sáhara Occidental?
Es uno de los objetivos, pero no consideramos que sea fácil de lograr. Ya hace 40 años que esperamos el apoyo de la comunidad internacional para poder hacerlo. Cuando hacemos campañas, todo el mundo nos dice que nadie nos escuchará si no cogemos las armas. Nosotros, en cambio, apostamos por cambiar esta mirada: la guerra nos destrozaría a todos los niveles y nos privaría de lograr la independencia. En cambio, creando un ejército de practicantes de la no-violencia podemos avanzar sin miedo y sin aquellas prisas que, a menudo, comportan más sufrimiento.
¿Qué resultados se pueden obtener?
Algunos ya se han hecho visibles. Gracias a la resistencia no-violenta y a la denuncia social, hemos conseguido que la justicia europea anule el acuerdo pesquero entre la UE y Marruecos y, de este modo, poner fin a la explotación de los recursos agrícolas del Sáhara por parte del Ejército marroquí. Así, hemos demostrado los efectos positivos de la no-violencia, que –lejos del que sucede en los conflictos bélicos– implica responder sin atacar, pero también sin retroceder.
¿Hay sectores marroquíes que comulguen con esta idea?
De entrada, hay que recordar que los bombardeos siempre se han producido sobre el Sáhara Occidental, nunca a la inversa. El único contacto que tiene la ciudadanía marroquí con el conflicto es el familiar o amigo que ha ido a proteger las fronteras, nada más. A partir de aquí, buscamos fórmulas para que la población se dé cuenta del desastre que supone el enfrentamiento armado –según nuestras estimaciones, ya ha causado la muerte de 20.000 soldados marroquíes. También queremos concienciarla de que su desarrollo económico tampoco es el adecuado. Intentamos que aflore esta conciencia crítica.
¿Veis posible que la sociedad marroquí contribuya a resolver el conflicto?
Éste es el gran reto: trasladar la cuestión saharaui a las grandes ciudades marroquíes, donde nunca se ha permitido ninguna opinión crítica hacia el conflicto. Si conseguimos que la pelota pase a su terreno, tendremos mucho a ganar.
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