Crisis diplomática entre Italia y Egipto
El caso del asesinato de Giulio Regeni se enfanga en Egipto

Más de dos meses después de que el cuerpo del investigador italiano Giulio Regeni apareciera brutalmente torturado en El Cairo, el caso sigue sin resolver, aunque todo apunta a la autoría de las fuerzas de seguridad egipcias.

17/04/16 · 8:00

Tras su admisión en un programa de doctorado en Política y Estudios Internacionales en la prestigiosa Universidad de Cambridge, Giulio Regeni, de 28 años, decidió instalarse en Egipto para desarrollar su investigación sobre el terreno. Brillante e inquieto, con un buen dominio de la endiablada lengua árabe, era considerado una promesa en el mundo académico. Sin embargo, su carrera y su vida se vieron truncadas de una forma tan brutal como inesperada. El pasado 3 de febrero su cadáver apareció en la cuneta de una carretera a las afueras de El Cairo. Dos meses después, su asesinato continúa suscitando más preguntas que respuestas, si bien todos los indicios apuntan en una misma dirección: la autoría de las fuerzas de seguridad egipcias. Por esta razón, y la falta de voluntad por parte de Egipto de encontrar a los responsables, se ha desatado una grave crisis diplomática entre el país árabe e Italia, que ha retirado a su embajador de El Cairo.

“Cuando me hablaba de Egipto, no me expresaba ningún miedo en particular, ni conciencia de estar llevando a cabo una labor académica peligrosa. Era una persona sensata, que no tomaba riesgos innecesarios”, comenta Paz Zárate, una excompañera de trabajo en un think tank británico que lo define como “un hermano”. Regeni se había especializado en los movimientos sindicales alternativos al sindicato “vertical” ETUF, un tema más sensible de lo que parece. No en vano, las huelgas y protestas obreras en la región industrial de Mahala, en 2008, fueron el embrión de la revolución que tumbó al exdictador Hosni Mubarak. Además, antes de su arresto, había escrito con un colega --ambos con pseudónimo-- un artículo crítico con el Gobierno egipcio en un modesto portal de noticias. “Se movía mucho. Dentro de la comunidad de activistas, muchos le conocían”, comenta Ahmed al Gohary, investigador del Cairo Institute for Human Rights.

El pasado 25 de enero, la tensión en el El Cairo se podía cortar con un cuchillo. Era el quinto aniversario de la revolución y, para evitar cualquier atisbo de manifestación, los días anteriores las autoridades habían arrestado docenas de personas y registrado más de 5.000 apartamentos en el centro, alrededor de la mítica plaza Tahrir. En esa zona se había citado Regeni con su amigo Gennaro Gervasio para acudir a una fiesta de cumpleaños. Desde su apartamento del barrio de Dokki, era un trayecto muy breve: tan sólo tres paradas de metro. Sin embargo, nunca llegó.

Sus amigos se movilizaron y lanzaron una campaña en las redes sociales bajo el título “¿Dónde está Giulio Regeni?”. Su caso recordaba al de los centenares de activistas egipcios desaparecidos durante los últimos meses, una práctica en aumento y bien documentada por las organizaciones de derechos humanos. Muchos de ellos son llevados a cárceles secretas, como la de Azuli, dónde son torturados.

“Después de una semana, desde las altas instancias políticas en Italia se presionó a Al Sisi para que al menos apareciera el cuerpo”, cuenta una fuente de una embajada europea. Pocas horas después, la policía encontró el cadáver, desnudo de cintura para abajo y con evidentes signos de tortura. Al verlo, el ministro de Interior italiano, Angelino Alfano, describió la violencia a la que fue sometido de “inhumana, animal”. Hasta tal punto estaba su cara desfigurada que su madre ha dicho sólo haber reconocido “la punta de su nariz”. No obstante, la primera reacción oficial, a través del máximo responsable policial de la provincia, fue atribuirlo a “un accidente de tráfico”. Sería la primera de una larga lista de acciones sospechosas por parte de las autoridades egipcias

Los días siguientes, la prensa italiana, que se ha volcado en este caso, ya señaló como probable la culpabilidad de la policía, pues el tipo de torturas a las que fue sometido --descargas eléctricas en sus genitales, quemaduras, uñas arrancadas, etc.-- coinciden con las practicadas de forma sistemática en comisarías y cárceles después del golpe de Estado de 2013. Además, algunas informaciones apuntan a que en diciembre la policía ya habría ido a buscarlo a su casa, pero no estaba presente. Las autoridades egipcias siempre han negado cualquier tipo de relación con el suceso.

Líneas rojas

Aunque resulta inédito que un occidental sufra un suplicio parecido, los malos tratos a extranjeros ya no son una línea roja, como en la era Mubarak. Más de una veintena de periodistas y académicos occidentales han sido deportados o arrestados durante horas por hacer su trabajo. El pasado verano, un profesional italiano, ajeno a toda actividad política, fue encarcelado y maltratado por su condición de gay. Ninguna de estas acciones ha comportado consecuencias para el régimen, que ha ido firmando un suculento contrato tras otro con multinacionales y Gobiernos europeos: 5.200 millones de euros en cazabombarderos franceses, 2.000 millones con la petrolera italiana ENI, 8.000 millones con la alemana Siemens...

La prensa oficialista egipcia apuntó primero que se podría tratar de un oscuro asesinato pasional, sugiriendo que el joven era homosexual. Según el diario italiano Repubblica, varias personas cercanas al investigador fueron interrogados en la comisaría de Dokki, donde los agentes les preguntaron de forma insistente sobre la sexualidad de Regeni. No obstante, el investigador no tenía otra relación sentimiental que con su novia, como podía comprobar la policía analizando simplemente su teléfono, y nada justificaba la hipótesis de un crimen sexual. Posteriormente, los medios egipcios lanzaron otras inconsistentes teorías, como que estaría involucrado en el tráfico de drogas o que sería un espía por el hecho de que trabajó brevemente como editor para un think tank británico. Y es que, incluso si fuera cierto, ¿por qué torturarían hasta la muerte los servicios de seguridad a un presunto espía de un país aliado?

A principios de febrero, el Gobierno italiano envió un equipo de investigadores a El Cairo. Hasta el momento, no han podido encontrar ninguna pista relevante, y en diversas ocasiones se han filtrado sus quejas por la falta de cooperación de sus homólogos egipcios. De hecho, la familia aún no ha podido recuperar ninguna de sus pertenencias.

La mañana del pasado 24 de marzo el caso dio un giro sorprendente: la prensa egipcia informó de la muerte en un tiroteo de los cuatro miembros de una misteriosa banda criminal dedicada a “robar y secuestrar occidentales”. Esa misma tarde, las autoridades egipcias revelaron que habían encontrado en casa de la hermana de uno de los miembros de la banda una bolsa con la bandera de Italia que contenía el pasaporte de Regeni, su tarjeta de universitaria, un reloj de mujer, 5.000 libras egipcias y 15 gramos de hachís, entre otros objetos.

Para el Gobierno egipcio, el caso estaba resuelto. Habían hallado a los culpables que, al estar todos muertos, nunca podrían defenderse de tal alegación. No obstante, al otro lado del Mediterráneo, la interpretación fue muy diferente: se trataba de un insulto a la inteligencia del pueblo italiano, si no una declaración de autoinculpación de la policía egipcia. ¿A qué otro occidental había secuestrado la banda? Si eran ladrones, ¿por qué nunca se pusieron en contacto con la familia para pedir un rescate? ¿Y por qué conservaban su documentación un mes y medio después del asesinato?

El día después, el fiscal general italiano, Giuseppe Pignatone, aseguró que el proceso continuaba abierto, forzando a las autoridades egipcias a retractarse. En una rueda de prensa, los padres de Regeni lanzaron una seria advertencia la semana pasada: si se trata de un nuevo engaño, harán pública la foto del cadáver de su hijo. Además, advirtieron que esperarán “una reacción muy contundente” del Ejecutivo italiano.

Y así fue. La semana pasada, el Gobierno italiano decidió llamar a consultas a su embajador en El Cairo, y amenazó con hacer una llamada pública a no viajar a Egipto si no se aclara el caso. La presión sobre el primer ministro, Matteo Renzi, que ha declarado que no se conformará con “una verdad dudosa” en aras de la corrección política, no proviene sólo de la familia de Regeni. Las facultades de Italia están llenas de pegatinas y carteles con el lema “Verità per Giulio”, y el asunto aún continúa llenando portadas en los medios de comunicación italianos.

Torturas y muertes bajo custodia

El “caso Regeni” ya ha traspasado las fronteras de Italia. Forzado por la recogida de miles de firmas, el Gobierno británico se ha sumado públicamente a las peticiones al Gobierno egipcio para que entregue a los responsables. Además, el Parlamento europeo aprobó recientemente una dura resolución en la que condena el asesinato del investigador y sugiere la responsabilidad del ministerio del Interior al afirmar que su muerte “no es un hecho aislado”, sino que se inscribe en un patrón de “torturas y muertes bajo custodia policial y desapariciones forzadas” en el país árabe. La acción conjunta a nivel europeo es el siguiente paso previsto por las autoridades italianas para apretar las clavijas a El Cairo.

Si bien es evidente que todo apunta a las temidas fuerzas de seguridad egipcia, la motivación de su actuación continúa siendo un misterio. ¿Por qué poner en peligro la buena sintonía que había con Italia, el primer país europeo que visitó Al Sisi después del golpe de Estado, y el que posee mayor número de empresas con inversiones en Egipto? Una posible hipótesis es que a algunos policías de bajo rango se “les fue mano”, presos del clima de xenofobia, repleto de paranoias sobre “conspiraciones extranjeras” promovido por el régimen. Y es que las fuerza de seguridad se ha convertido en una despiadada máquina de matar y torturar. No obstante, según declaraciones a la agencia Reuters de un forense encargado de la autopsia, Regeni fue brutalmente torturado durante una semana. Es decir, no fue un acto impulsivo. Quizás en algún momento se dieron cuenta de que no podían ponerlo en libertad tras aquel calvario --Egipto siempre ha negado la veracidad de los informes sobre torturas-- y decidieron asesinarlo.

“La otra hipótesis es que la explicación resida en las luchas intestinas entre los diversos servicios de inteligencia, el Ejército y el Ministerio del Interior. Que alguna institución haya querido lanzar una advertencia a otra”, comenta una fuente diplomática, haciéndose eco de una oscura dinámica revelada por un excelente reportaje de investigación del diario online Madamasr. Sea como fuere, lo que es evidente es que la presidencia del país no controla los servicios de seguridad.

“Ahora mismo, creo que lo más importante para su familia es la verdad. Todos sabemos que será muy difícil que se haga justicia”, lamenza Zárate. De ser así, el “caso Regeni” pasará a engrosar la larga lista de oscuros crímenes del tumultuoso Egipto postrevolucionario, junto con los de Maspero, el Estadio de Port Saïd o el ataque del convoy de turistas mexicanos.

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Concentración frente a la embajada egipcia en Roma. / www.greenreport.it
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