¿Dónde queda el periodismo sino en la fabricación de contenidos morbosos y alienantes al servicio de la ideología dominante?

El espectáculo constituye el modelo actual de la sociedad dominante. Partimos del hecho de que hay una bulimia informativa: el fetichismo de la imagen genera beneficios. El ejemplo claro está en los refugiados; excluidos y olvidados por la sociedad como inútiles –en el sentido productivo capitalista– han devenido en su contrario.
Esta falsa filantropía (o como la llamaba Foucault “la pequeña prostituta del pensamiento”) se muestra en las miles de noticias compartidas sobre ellos que anestesian el ojo y la cabeza humanos ante la crueldad y sirven, no sólo como relleno estratégico a los medios de comunicación y al poder –como la nieve en diciembre o el calor en agosto, pseudoacontecimientos generados por la propia maquinaria comunicativa–, sino como muestra de la inoperancia social y política, tanto individual como comunitariamente hablando.
El oportunismo que convierte la noticia en mercancía no iba a dejar escapar la oportunidad de convertir el drama humano en un producto mercantil
Si los contenidos crean riqueza, el oportunismo que convierte la noticia en mercancía no iba a dejar escapar la oportunidad de convertir el drama humano en un producto mercantil. Existe aquí una banalización del sufrimiento humano de tal suerte que las causas del conflicto quedan completamente apartadas del contenido informativo que produce espectacularidad: un cadáver en la playa, unos niños llorando en el Egeo, unos cadáveres flotando en Lampedusa…, repetidas hasta crear insensibilización, insensibilización progresiva. Si es que el conocimiento comienza por lo sensible para terminar en una reflexión, las imágenes que se proyectan y retwittean hasta la saciedad no generan reflexión alguna (el mal llamado “periodismo de investigación” o lo que llamaremos pensamiento del espectáculo) sino que contribuyen a la maquinaria comunicativa e ideológica formada por el capital, generando una pseudocultura de la comunicación o del no-pensamiento.
Los Estados miembros siguiendo una postura consciente y difícilmente confesable, han apostado por mantener políticas de segregación manifestando servidumbre al capitalismo financiero.
La política de pactos internacionales que la Unión Europea ha intentando con los países periféricos para paliar las crisis migratorias, se ha revelado insuficiente en tanto que el material normativo que ha estado manejando es un material vacío: los tratados internacionales y las normas jurídicas ya no sirven a los intereses de los Estados miembros sino que son los Estados miembros los que hablan en nombre de los lobbies y según sus deseos instrumentalizan su poder legislativo.
La norma jurídica ha dejado de ser eficiente en términos económicos para redibujar las relaciones de dominio de unas personas sobre otras. A la norma jurídica ha venido a sustituirla la norma económica, que ya no parte del acuerdo ni de la representación sino del criterio “técnico” de autoridades no electas; un nuevo tipo de ley que mana del criterio ideológico de las oligarquías.
Los últimos acontecimientos a escala europea han puesto de manifiesto cómo el sistema representativo sirve a la élite económica, y los medios de comunicación sirven de configuradores de una falsa conciencia que a su vez sirve a la misma élite que parece no tener ninguna sensibilidad por la vida y el sufrimiento.
¿Dónde queda el periodismo sino en la fabricación de contenidos morbosos y alienantes al servicio de la ideología dominante?
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