¿Qué pasaría si la UE diera el dinero directamente a la gente en vez de a la banca?

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Si dividimos 80.000 millones de euros entre la población de la zona euro, saldrían 236 euros para cada habitante. La primera cifra es la cantidad que mensualmente dedica el Banco Central Europeo (BCE) a comprar títulos de deuda que atesoran tanto los bancos como las empresas privadas: es el llamado Quantitative Easing (QE), la principal medida impulsada por el gobernador central del BCE, Mario Draghi, con el objetivo declarado de reanimar la economía europea, una cosa tambaleante que no termina de levantar cabeza desde que terminara la Gran Recesión.
Los 236 euros serían el resultado matemático de repartir directamente esa cantidad entre la población en vez de entre los bancos, es decir un QE para la gente (#QeforPeople), como lo llama la coalición de ONG y representantes políticos que impulsa la campaña abiertamente crítica con la manera en que está manejando la Unión Europea las consecuencias de la crisis.
En sí, la cifra es simplemente un ejemplo, algo para poner dimensiones concretas a lo que los economistas llaman, con socarronería, "dinero helicóptero". Imaginen a un banquero central tirando fajos de billetes a la población desde un helicóptero y comprenderán el término.
De momento, la campaña QEforPeople tiene algo de eco en medios anglosajones y en discursos del candidato laborista Jeremy Corbyn (el Banco de Inglaterra lanzó su propio QE en 2009). En 2014, Financial Times le dedicó un editorial a favor, pero hay poco rastro de interés de los PIGS –Portugal, Italia, Grecia y España– por la propuesta: los parlamentarios europeos que impulsaron una jornada de debate en Bruselas sobre la campaña eran británicos, holandeses y alemanes.
Según Yago Álvarez, del grupo promotor de la campaña Plan B para Europa, presentada recientemente en Madrid, la iniciativa del exministro griego de Finanzas, Yanis Varoufakis, "va en la misma línea de que el BCE inyecte dinero en la economía real", si bien no se ha formulado ninguna medida en los términos de QeforPeople.
Prohibido financiar al Estado
De entrada, Álvarez cita un obstáculo: el conocido artículo del Tratado de Lisboa por el que el BCE tiene prohibido prestar directamente a los Estados. "Tal y como funciona ahora mismo el BCE, le regalamos la producción y la distribución del dinero a la banca privada", critica.
Además de la reforma del tratado, otra vía según este economista podría pasar por la recuperación de un sector público bancario que pudiera acudir directamente al BCE.
Hasta ahora, la inyección de dinero impulsada por Draghi ha sido acusada de ser más efectiva para hinchar una nueva burbuja patrimonial que para impulsar el crecimiento económico.
En palabras de Frances Coppola, economista británica afín a QEforPeople, el actual QE "complica aún más las cosas porque uno de sus efectos es bajar los tipos de interés. Si el negocio bancario se basa en pedir prestado a corto plazo con bajos intereses y dar préstamos a más interés a largo plazo, y el QE tiende a nivelar los tipos, ¿por qué se iban a molestar en prestar dinero?", apunta.
Para los impulsores de QEforPeople, la combinación made in Frankfurt de mantener a cero el precio del dinero e inyectar liquidez en un mercado financiero saturado de títulos de deuda supone una política "inefectiva, injusta y peligrosa".
El propio Banco de Inglaterra advertía en 2012, tres años después de iniciar su propio programa de compra de bonos, que la medida había beneficiado en mayor medida al 5% de hogares más ricos
El propio Banco de Inglaterra advertía en 2012, tres años después de iniciar su propio programa de compra de bonos, que la medida había beneficiado en mayor medida al 5% de hogares más ricos, aquellos con más posibilidades de poseer el tipo de activos financieros cuyo precio se ve hinchado por el QE.
¿Tendría más exito "simplemente dar el dinero a la gente", como resumía Coppola en las jornadas del Parlamento Europeo? Muy esquemáticamente, este tipo de críticas a Draghi no cuestionan las medidas por el hecho de crear dinero desde la nada, sino por su destinatario: en una situación de incertidumbre como la que todavía domina a la economía internacional, ni los bancos quieren prestar ni la gente (o los negocios) quiere tomar dinero prestado.
Así fue en diciembre de 2015, según datos del propio Banco Central Europeo, cuando, tras meses de compra de activos, el préstamo a empresas sólo crecía un 0,3% y el de hogares subía un insuficiente 1,4%.
Si se entiende, en la línea de la economía keynesiana, que el problema es de falta de demanda, el manguerazo de euros cumpliría una mejor función si fuera a parar a los más necesitados –más propensos a consumir que los ricos– o a las Administraciones públicas, esquilmadas por años de austeridad. De hecho, la propia campaña no establece cuál de los dos destinatarios (la gente o las Administraciones) debería ser prioritario.
Adiós inflación
Otra crítica tradicional a cualquier forma de subsidio directo del Estado a las personas es que puede impulsar la inflación. Algo que da idea de cómo el debate económico se ha desplazado desde la Gran Recesión a un terreno desconocido: llegar a una inflación del 2% era de hecho el objetivo de las inyecciones mensuales de Draghi.
Ni aun así: en su rueda de prensa del 10 de marzo, en la que anunció nuevas medidas de estímulo, confirmaba el fracaso de un año de QE en este aspecto al rebajar en nueve décimas la previsión para 2016. La inestabilidad en la formación de precios y en el mercado de divisas, ese gran terror de las políticas monetarias de los últimos 40 años, simplemente ya no es un factor en la toma de decisiones.
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