¿Los daneses somos así de verdad?

"Nos limpiamos el culo con vuestros supuestos valores humanos". Según el escritor Carsten Jensen, ése es el mensaje lanzado por el gobierno danés tanto a los receptores de ayudas sociales como a los refugiados.

Texto de Carsten Jensen, traducido por Juan Mari Mendizabal

22/02/16 · 16:36

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Si preguntas al Gobierno y a los partidos que lo sustentan por qué hay protestas contra la Ley de Extranjería L87, aprobada por mayoría en el Parlamento danés, la respuesta va a ser que los enfadados son una banda de ignorantes totales, unos ingenuos en el mejor de los casos, unos insensatos socavadores conscientes de la sociedad, en el peor, que quieren abrir las puertas de Dinamarca a una invasión de hordas de refugiados incapaces de integrarse.

Cuando miembros del partido Radikale Venstre presionaron en el Parlamento Europeo para que se creara una comisión en torno a la cuestión, los portavoces del gobierno danés los acusaron de saboteadores y de deslealtad hacia Dinamarca.

Aunque la oposición es un derecho consagrado en la Constitución, la palabra "ilegal" estaba a la vuelta de la esquina. Al nacionalismo militante nunca le ha gustado la democracia.

Mirad, ahí llegan tirando de sus maletas llenas de diamantes. No son refugiados. Son contrabandistas de diamantes. Ésa es la consideración que merecen los inmigrantes para el ministro de Justicia

Mirad, ahí llegan tirando de sus maletas llenas de diamantes. No son refugiados. Son contrabandistas de diamantes. Ésa es la consideración que merecen los inmigrantes para el ministro de Justicia.

Nos encanta el concepto "zonas próximas", emparentado con el concepto "sociedad próxima". Vuestro deber para con Dinamarca, Europa, la humanidad y vosotros mismos, es quedaros en zonas próximas, decimos a los refugiados. Allí estáis cerca de vuestra casa, vuestro idioma, una cultura que conocéis y de la que os fiáis. Pero las tiendas de campaña de Oriente Próximo, en las que viven ahora millones de personas, no son ninguna sociedad próxima. No son ninguna sociedad, sino instalaciones que destruyen los valores humanos.

Pese a que la parte de la ley L87 que trata de la confiscación de joyas y otros objetos de valor se ha suavizado y ya no se aplica a los anillos de casado, que de todas formas no lleva ningún refugiado musulmán, el objetivo sigue siendo tristemente nítido. Para conservar una joya debes demostrar que tiene valor afectivo para ti. La acusación apenas disimulada es que no mereces el estatuto de refugiado que estás pidiendo.

El látigo

"Tratamos a los refugiados tan mal como a nuestros receptores de ayudas sociales", se defiende el gobierno. No hacemos ninguna distinción entre nuestros marginados y esa morralla de Oriente Próximo. Todos deben captar que los consideramos igual de democráticamente una mierda. Nos limpiamos el culo con vuestros supuestos valores humanos, ése es el mensaje lanzado tanto a los receptores de ayudas sociales como a los refugiados.

Sí que hay una pequeña diferencia: los receptores de ayudas sociales no han visto sus casas bombardeadas ni los brazos y piernas arrancados de sus familiares esparcidos por el patio de su casa. Tampoco los cachean cuando van a la oficina de servicios sociales.

Los conocedores de la retórica que busca devaluar a las personas verán una continuidad con el gobierno anterior encabezado por los socialdemócratas. En aquella época disminuyeron los ataques contra inmigrantes y refugiados. A cambio, los receptores de ayudas sociales y prestaciones por desempleo tuvieron que recibir críticas en el sentido de que eran unos saboteadores de la competitiva carrera de sacos entre los estados. A aquellos perdedores tan gandules solo les motivaba el castigo económico.

Ahora el látigo ha encontrado nuevas víctimas. Nuestros políticos, mediante su retórica conscientemente incriminadora, despojan a los refugiados de los últimos atisbos que pudieran quedarles de integridad humana.

En este país con tantos edificios vacíos e instituciones abandonadas, muchos refugiados van a terminar en un campamento, una opción buscada a sabiendas por las autoridades danesas, porque transmite un mensaje a los extenuados refugiados: has viajado por desiertos, has atravesado el Mediterráneo en barcos que hacían agua, con riesgo de ahogarte, y no has llegado a ninguna parte; has viajado en círculos, y has terminado en el mismo campamento del que huiste. La tienda de campaña es tu destino. Estás condenado a emigrar de tienda de campaña en tienda de campaña, eres un eterno sin techo. ¡Entiéndelo de una vez!

El tonto del pueblo de Europa

Medios extranjeros han descrito la asombrosa transformación ocurrida en Dinamarca, que ha pasado de ser un estado de bienestar a ser el malvado tonto del pueblo de Europa. Tienen razón. Dinamarca se ha convertido en un país embrutecido cuyo corazón está rodeado de alambre de espino.

Cuando los dibujantes satíricos británicos muestran el verdadero rostro de esos auténticos misántropos, en la sede del Gobierno se escandalizan. Esos defensores tan militantes de la libertad de expresión se sienten ofendidos.

No todos los habitantes de Dinamarca son como nuestros políticos. Nos han educado como a ciudadanos de una sociedad democrática, y por eso muchos de nosotros sabemos que pertenecemos a una comunidad que va más allá de nuestras fronteras nacionales.

Vivimos en el continente de la solidaridad, de la compasión y de los derechos humanos, y sabemos que nadie puede evadir su responsabilidad global. Pero nuestro gran problema es qué pocos partidos políticos nos lo recuerdan.

Los extremistas vociferan sus mensajes. Los representantes de la cordura balbucean o se callan. El centro político burgués honrado vive un exilio interior, los socialdemócratas están moralmente hundidos. El término crisis es demasiado amplio y sugerente para describir la situación del antiguo partido de los trabajadores. La palabra agonía no es suficiente. Rigor mortis le va mejor.

Crisis política

No tenemos una crisis de refugiados. Tenemos una crisis política, y no se debe a la impotencia, sino a la escasa voluntad de Europa de distribuir las responsabilidades ante los flujos de refugiados. Si los 28 países miembros de la Unión Europea, en vez de emplear tanta energía en el Pacto de Estabilidad, la emplearan en un Pacto para las Personas, podríamos absorber uno o dos millones de refugiados al año, y la población del continente no crecería más de un uno o dos por cien.

Hemos llegado al meollo del problema: el destructivo conflicto interno entre el Pacto para las Personas y el Pacto de Estabilidad.

Cuando en 2008 estalló la crisis financiera, se impuso aquella escandalosa mentira de que la crisis se debía a los gastos excesivos de los estados, y no a un mercado financiero irresponsable, y por eso los pobres del continente han tenido que pagar la crisis originada por los bancos con una masacre en servicios sociales. En inglés lo llaman austerity; en danés, "política de la necesidad", pero, se le llame como se le llame a esa estrategia neoliberal, es la guerra de los ricos contra los pobres, y, por desgracia, esa guerra ha convertido la Unión Europea en herramienta de esa política.

La política de la necesidad es el mejor caldo de cultivo del populismo de derechas. Existe una especie de alianza diabólica entre el neoliberalismo y el populismo. En lugar de rebelarse contra los acosadores de los centros financieros, las nuevas subclases nacionales se unen a la extrema derecha, que las anima a que se rebelen contra la subclase global, compuesta de inmigrantes y refugiados.

Subclase contra subclase, he ahí la receta para la lucha del futuro, mientras en las pantallas de los ordenadores de los centros financieros cifras astronómicas cambian de lugar, impasibles.

Tránsfugas como las dos grandes figuras de la socialdemocracia, el anterior ministro de Economía Bjarne Corydon y la anterior Primer Ministro Helle Thorning, sintetizan en su trayectoria las trágicas paradojas de la situación actual. Como portavoces de la política de la necesidad, convierten en sospechosos a desempleados e inmigrantes, antes de marcharse de Dinamarca para ocupar altos cargos internacionales.

El otro día, el partido de Helle Thorning votó a favor de la ley de asilo más hostil para con los niños de la historia de Dinamarca; mañana van a nombrarla secretaria general de la agencia internacional Save The Children. Con amigos como ella, los niños del mundo no necesitan enemigos.

Siente

Si tienes un hijo, ponte ante el espejo después de haber leído la ley L87, que impide que los hijos se reúnan con sus padres durante tres años tan decisivos, y siente. ¿No notas que todas tus células gritan una protesta contra esa atrocidad burocratizada? ¿Tu empatía por otro padre, por otra madre, tu preocupación instintiva por un niño perdido no son mayores y más sólidas que las barreras levantadas por el color de la piel, el idioma, la religión y la cultura? ¿Esta ley no es un ataque a lo que consideramos el sentido de la vida, es decir, su continuidad, la felicidad de los niños?

¿Tu empatía por otro padre, por otra madre, tu preocupación instintiva por un niño perdido no son mayores y más sólidas que las barreras levantadas por el color de la piel, el idioma, la religión y la cultura?

¿No es ésa la pregunta que deberíamos hacernos sin compasión ante el espejo? A saber, ¿y si fuera yo quien lo ha perdido todo?

¿O es que el abismo que nos separa de los refugiados es tan insuperable que ya no es necesario ni hacernos la pregunta, porque no son personas como nosotros?

Si queremos decir algo con la palabra democracia, no es sólo que pensamos, sentimos o creemos, sino que sabemos que son más los parecidos entre las personas que sus diferencias.

Muchos aspectos de la situación global invitan a la impotencia. Pero en esta cuestión podemos hacer algo. Esto no es como hacer un telemaratón un sábado por la noche. No se trata de introducir una moneda en una hucha. Es algo tan concreto como una persona necesitada que está en medio de las zonas próximas del corazón.

¿Una mano extendida no es un medio de comunicación mejor que una bota de clavos? ¿Una persona que ha perdido todo no tiene necesidad de ayuda para salir a flote? ¿La única respuesta a todas esas preguntas debe ser una puerta cerrada?

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