Madrid
La última palabra de Esperanza Aguirre

Acosada por la investigación policial, Esperanza Aguirre hace un último movimiento de contraataque para debilitar a Manuela Carmena y a Mariano Rajoy.

17/02/16 · 8:00
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Senado. Aguirre, expresidenta del Senado, en la investidura de esta cámara el pasado enero. / Álvaro Minguito

Si hay dos palabras que han conseguido hacer fortuna en el intenso ciclo de examen sobre lo institucional, han sido ‘actores’ y ‘relato’.

La primera se ha usado para establecer diferencias entre la multitud de partidos, organizaciones, instrumentos de presión, sectas y mafias que han marcado la política estatal de las últimas décadas.

Con ‘relato’ se quiere introducir una noción vieja como es la de que quien tiene suficientes medios a su alcance introduce su versión de la verdad para decidir lo que es noticioso y tapar sus vergüenzas.

El relato de la última semana y el comienzo de la del 15 de febrero en Madrid, y por extensión en la información general del Estado, se ha dividido entre dos historias principales: una acerca de los límites de la libertad de expresión y, la segunda, sobre los avances de la investigación respecto a los años de corrupción en la Comunidad de Madrid. Con un protagonismo absoluto en la segunda de esas historias y un papel influyente en la primera, Esperanza Aguirre ha estado presente en las dos historias principales que han contrapuesto esa disputa de relatos en la Comunidad de Madrid.

Como cabeza de un grupo de presión –los neoconservadores– hace tiempo instalado en la capitanía de un amplio grupo de medios de comunicación, Aguirre ha marcado el tiempo de Ahora Madrid en el Gobierno de la capital.

Pese a que no procedía de la ciudad, sino de la Comunidad, la dimitida presidenta del PP de Madrid ha cercado, junto con el portavoz Íñigo Henríquez de Luna y otros ‘neocon’ del ala de Aguirre, el espacio político en el que creció la candidatura municipal que encabeza Manuela Carmena.

Desde El País hasta El Español u OkDiario, los periódicos del establishment han tejido en pocos días una serie de historias que han enredado a varios asesores y a tres concejales, Celia Mayer –de Cultura–, Montserrat Galcerán –del distrito de Tetuán– y Guillermo Zapata –Fuencarral y Villaverde–.

El caso de los titiriteros, que ha chocado con la mínima defensa de la libertad de creación y expresión, abrió una semana en la que se produjeron, simultáneamente, la crisis de la cabeza del Gobierno municipal y la de su oposición. El relato de Aguirre salió vencedor, o al menos hizo tablas con el de Carmena, que el lunes 8 de febrero aceptó, inconsciente, que la semana iba a ser un velatorio para Ahora Madrid del que iba a sacar tajada el PP de Madrid.

La segunda historia de la pasada semana, la que narra la corrupción sistemática en la Comunidad de Madrid durante los Gobiernos de Aguirre, ha señalado un límite claro para Esperanza Aguirre como cargo público. La entrada de la Guardia Civil en la oficina de Génova del PP de Madrid durante la investigación de la Operación Púnica, el día antes de la comparecencia de Aguirre en la Comunidad, apunta al fin de una época para la generación aznarista del PP.

Lo que seguirá abierto, mientras no se plantee un conflicto que va más allá de la transparencia en la gestión, es el proyecto de desposesión que Aguirre dirigió durante su década larga como presidenta del PP de Madrid.

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En el todos contra todos en que se ha convertido la política desde que fue evidente la quiebra, al menos moral, del bipartidismo, Aguirre ha hecho su jugada. Con su dimisión el domingo de los cargos de presidenta del PP de Madrid y portavoz del Ayuntamiento por “responsabilidad política”, castigó a Rajoy en la carrera de éste para aparecer como el mal menor de cara a presidir el Gobierno y dio vía libre a Cristina Cifuentes en Madrid, una presidenta autonómica que apenas acusa desgaste pese a haber tomado medidas de alcance como la orden de cierre por reformas de la Línea 1 de Madrid durante el próximo medio año.

Forzada por la investigación que rodea a toda su administración como presidenta de la Comunidad, el triple movimiento de Aguirre –ataque a su rival en el Ayuntamiento, ataque a Rajoy y salida de escena en el partido en Madrid– ha puesto el ritmo al relato de una semana que ha dejado varias cicatrices en el equipo de Gobierno municipal y mantiene a la Condesa de Bornos al frente de la campaña para retirar el suelo de los pies de Manuela Carmena.

Llegados a este punto, de Aguirre sólo cabe esperar declaraciones a todo trapo y una influencia eterna en la construcción del relato neoconservador en Madrid. Su contraparte, que generó el relato municipalista con el que se batió un récord de voto “de progreso” en la capital, debe preocuparse, más que de generar discurso, de seguir revirtiendo las consecuencias de un modelo de explotación de los recursos comunes que ha generado las desigualdades que hoy padecemos. Porque no se trata sólo de retórica.

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