Turquía ante un nuevo umbral

Erdogan se opone, mediante un "golpe de palacio" y leyes antiterroristas, a las propuestas democratizadoras que toman fuerza en el país.

26/01/16 · 8:00
El presidente turco, Recep Tayip Erdogan

Después de que el AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo) perdiera su poder de partido único en Turquía en las elecciones parlamentarias del 7 de junio de 2015, se produjo un “golpe de palacio” (por el palacio en el que vive Erdogan) y el Parlamento pasó a ser inoperativo. El AKP, como partido neoliberal, conservador y nacionalista –que no quería compartir el poder ni poner fin a su régimen de partido único–, presentó ese “golpe de palacio” como la “única solución” para la “estabilidad” y la “uniformidad” de Turquía; y utilizó todo su aparato ideológico para inculcar esa mistificación.

De aquella (y hasta ahora), se daban las condiciones para reformar y modificar el rumbo de Oriente Medio en general y de Turquía en concreto, ya que el HDP (Partido Democrático de los Pueblos) obtuvo el 13% de los votos en toda Turquía, con un programa de paz, democracia, liberación de los pueblos y autonomía democrática. Además, la revolución de Rojava despertaba cada vez más interés internacional, y la esperanza y la alternativa de que se extendiera esa revolución influía en la posición del movimiento kurdo en Turquía.

En ese contexto, el “golpe de palacio”, junto con el ISIS, puso en marcha sus herramientas militares: el atentado en la conferencia de prensa de la juventud (Suruç, 20 de julio de 2015), el atentado en la concurrida manifestación por la paz en la capital (Ankara, 10 de octubre de 2015), y, hace unos días, el atentado en una de las zonas más turísticas de Estambul (12 de enero de 2016).

Además, el “golpe de palacio” hizo todo lo posible para organizar unas nuevas “elecciones”; no eran unas elecciones reales, ya que el orden establecido declaraba la guerra contra la lucha popular más fuerte en Turquía –el movimiento kurdo–, contra su herramienta más poderosa: el programa político popular de autonomía democrática. Ese programa político abría la puerta a democratizar Turquía entera y fue uno de los factores de que el HDP consiguiera ese 13% de los votos. No obstante, tras el atentado en Suruç, empezó el enfrentamiento sangriento entre las fuerzas militares turcas y las guerrillas del PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) y se instauró la “nueva estrategia antiterrorista” del Gobierno como hoja de ruta de la Turquía contemporánea.

La cuestión kurda

Esta estrategia consistía en aislar la lucha popular kurda en Kurdistán, sobre todo en algunas ciudades kurdas muy activas y que habían declarado su “autonomía democrática” del Estado (como Cizre, Silvan, Sur, Nusaybin, Silopi), y aislaba el significado político de la autonomía democrática, formulada por el movimiento kurdo, como programa político popular para Oriente Medio, ya que la reducía a “declarar la separación”, lo que permite al Estado considerarlo “terrorismo” y provoca reticencias en Anatolia Occidental sobre la autonomía democrática. Era una manera de captar la opinión pública, en vísperas de la “nueva constitución”, al silenciar las voces disidentes de las luchas populares para liberar Turquía.

El Estado ha reprimido con violencia, a través de sus fuerzas militares y paramilitares, a la gente que participa en la autonomía

Asimismo, era un mensaje indirecto para Anatolia Occidental, concretamente para los turcos. La cuestión kurda es uno de los asuntos de más peso en Turquía, algo que los Gobiernos han usado para gobernar y regir su hegemonía sobre el pueblo turco. El mensaje venía a ser una declaración de las raíces nacionalistas del Estado turco, diciendo que sólo los turcos pueden ser un actor político –no así los kurdos ni su programa político, “que implica la desmembración de Turquía”– y que es el Estado quien los representa. Además, transmitía que la “autonomía democrática” reducía el poder estatal porque apela a su “división”, reduciendo las opciones estatistas y centralistas, que son las formas políticas principales de la clase gobernante turca desde el principio de la República turca. Las bombas que estallaron en Ankara y en Estambul, la represión violenta de cualquier protesta por la policía, las operaciones policiales contra representantes elegidas democráticamente... Eso era lo más importante del mensaje: ya no es posible, no hay herramientas, ni forma de hacer política; al menos, no política popular, que sólo puede llevar a la marginación, a ser señalado como terrorista y, por lo tanto, a la opresión directa por parte de las fuerzas del Estado.

Tras la declaración de “autonomía democrática” de algunas ciudades kurdas, el Estado inició lo que parece la guerra contra sus ciudadanos, con sangrientos toques de queda que duran semanas, una estrategia directa para aplastar la autonomía democrática popular kurda y menoscabar su significado. El Estado ha reprimido con violencia, a través de sus fuerzas militares y paramilitares, a la gente que participa en la autonomía, que demanda una forma de liberación, así como a una estrategia para llevar a cabo una política popular contra el Estado a través de la autogestión de la economía, la democracia, la justicia y libertades en las ciudades que la aplican. A su vez, una guerrilla urbana defiende las ciudades autónomas y los derechos de los pueblos a declarar su autonomía del Estado. Cada acto de desobediencia recibe una respuesta de violencia estatal, represión, detención o arrestos en nombre del “antiterrorismo”. Así, el Gobierno actual imposibilitaba la política popular y suspendía el espacio político.

Una declaración contra la violencia

El 10 de enero de 2016, 1.128 personas de la academia, tanto de Turquía como del extranjero, publicaron una declaración contra la violencia del Estado, que pretendía encontrar una expresión popular para cambiar el destino de Anatolia occidental . La declaración es una denuncia de las estrategias actuales del Gobierno respecto a la declaración de autonomía en Kurdistán, la guerra contra “sus propios ciudadanos”, y de las medidas actuales sobre la cuestión kurda. Esta declaración de las personas de la academia se ha convertido en un acto relevante que podría abrir un espacio para la política de luchas populares. Es decir, el intento de las personas de la academia genera una herramienta para participar en la política popular, algo que el Gobierno había suspendido por completo.

Seguramente en los próximos días habrá nuevos casos abiertos contra académicos conforme a las leyes contra el terrorismo

Ante esto, Erdogan, como presidente de la República, arremete directamente contra los académicos por traicionar al Estado (que les da de comer) y a la nación (por apoyar las actividades “separatistas” del movimiento kurdo). Ordena a la junta de educación superior hacer "lo que es debido" y ésta responde que haría lo que fuera menester. Tras esta respuesta, en algunas de las universidades se han abierto casos sobre las actividades de las académicas y los académicos que habían participado en el proceso de la declaración. Por otro lado, el ministro de Justicia declaró que estas personas de la academia estaban actuando contra el Estado, por lo que el Gobierno podía emprender acciones antiterroristas (como se hizo con la famosa ley anterrorista 301, que llevó al asesinato del escritor armenio Hrant Dink el 19 de enero de 2007). Así que seguramente en los próximos días habrá nuevos casos abiertos contra académicos conforme a las leyes contra el terrorismo. Un conocido personaje paramilitar del Estado ha declarado que los académicos pagarían con sangre sus palabras, algo muy parecido a lo que declaró antes de la manifestación de Ankara donde estallaron dos bombas.

La declaración pasó a ser la prioridad en Turquía horas después de darse a conocer, relegando el atentado en Sultanahmet (Estambul) a un segundo plano. Se puede decir que ha abierto un nuevo espacio para la política en Turquía y en Oriente Medio. El destino de la República turca, que a día de hoy vive un “mero fascismo” y una “dictadura de palacio”, vuelve a estar en el umbral: ¿avanzará, con las luchas populares, para hacer de la turca una sociedad justa y democrática? O, al contrario, ¿será una nueva dictadura de palacio, que suprime toda libertad de expresión y cualquier postura de oposición ante el Estado y que emprende una guerra aún más sangrienta contra la lucha popular kurda?

Vemos una nueva “grieta” hoy, en el corazón del monstruo; la lucha popular puede agrandarla. El futuro es más luminoso si es el pueblo quien lo organiza, desde abajo.

*Traducido del inglés por Mariajo Castro.

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