Donostia, capital europea de la cultura 2016
Cultura, consenso y dudas

Noticia para despistados: ya es 2016, ese punto en el que se cruzan un año y un evento, el espacio temporal durante el cual Donostia será oficialmente Capital Europea de la Cultura. La gestión del proyecto ha sido difícil debido a la pugna entre partidos en Gipuzkoa y algunos movimientos sociales han empezado a poner en entredicho la capitalidad. Retratamos DSS2016EU en el momento en el que echa a andar.

22/01/16 · 11:48
La tamborrada dio inicio, el pasado lunes 18 de enero, a los actos de inauguración de la capitalidad europea de la cultura, / http://dss2016.eu/

Medianoche del 19 al 20 de enero: gentes vestidas de militares del siglo XIX esperan a que el reloj marque las doce para empezar a aporrear sus tambores; otras hacen lo propio, armadas también con tambores, pero vestidas de blanco cocinero. Retumbante ejército tocando ante el numeroso público que parece algo más civilizado que el de Sanfermines, muy emocionado eso sí, o tal vez algo bebido, pero sin perder totalmente la compostura, celebrando el día grande de la ciudad a ritmo de Raimundo Sarriegi, ceremonia y repertorio que se repite año tras año sin mucha novedad. Son 24 horas especiales para la ciudadanía donostiarra. ¿Y la europea? Es verdad Mariano: ese guiri que no sabe muy bien qué hacer en esta juerga se saca el móvil del bolsillo. Echa una foto, otra, empieza a grabar un vídeo entre la multitud para que sus amigos de allende los mares le vean gritando “crazy” y “awesome” en medio de este ruidal. Yo estuve allí el día en el que Donostia se convirtió en 'European Capital of Culture', yo puedo decir que, además de las piezas de Sarriegi, escuché, en medio de una pitada considerable, redoblar con tambores un tema de Miguel Ríos –¿O era Beethoven? ¿Karajan? – mientras la bandera de la Unión Europea ondeaba en la punta del mástil.

Lo de tocar el himno de la UE ha sido algo que las autoridades han acordado a última hora con las protagonistas de la fiesta, pero si hablamos de Donostia 2016, trabajar contrarreloj no es ninguna novedad. Una persona que trabaja en la oficina de la capitalidad explica que las cosas han cambiado mucho tras la nueva composición institucional que dejaron las elecciones del 24 de mayo: “El número de trabajadores se ha duplicado desde junio, estamos trabajando muy rápido y llegaremos bien a la inauguración. Las cosas que antes se habían paralizado intencionadamente empiezan a funcionar ahora”. Que el proyecto haya avanzado con el freno de mano puesto se puede explicar por la confrontación que salpicó casi todas las esquinas de la política guipuzcoana en la anterior legislatura: el patronato de la Fundación 2016 está compuesto por cuatro instituciones, dos de las cuales estaban en manos de Bildu (Ayuntamiento de Donostia y Diputación de Gipuzkoa), mientras que las otras dos (Gobierno Vasco y Ministerio de Cultura del Gobierno Español) correspondían a PNV y PP. Ese hecho provocó que la cultura de la convivencia de la que hace gala la capitalidad se traspapelara en algún cajón de la mesa interinstitucional.

Los votos lo “arreglan” todo

La cosa da un giro de 180 grados después de que en las elecciones el PNV gane en Donostia y Gipuzkoa, EH Bildu quede fuera del proyecto y los nacionalistas cedan uno de sus representantes municipales en el patronato a Ernesto Gasco, del PSE. Ahora ya se puede contratar el personal necesario y se clarifica el tema de los inversores privados que financiarán la capitalidad. Los nuevos representantes públicos llegan a sus oficinas y varias empresas se muestran dispuestas a poner dinero para el proyecto tras haberle dado más largas que a un coche que viene en dirección contraria. Diciembre de 2015: acto en Madrid para presentar el programa del 2016; el director Pablo Berastegui anuncia que Telefónica hará una aportación económica. Enero de 2016: Iberdrola se convierte en el segundo patrocinador más importante con 300.000 euros para los proyectos Biziz e Itsasfest, además de unos 262.000 euros "en especie" para una nueva y permanente instalación lumínica ornamental para la fachada del Ayuntamiento.

Pero la mejor explicación de por qué el proyecto ahora sí tiene patrocinadores y antes no se encuentra en una noticia que apareció en la prensa el 29 de octubre del año pasado, y en las reacciones que provocó. Berastegui aparece sentado delante de los micrófonos flanqueado por el alcalde de Donostia Eneko Goia y por Xabier Iturbe, presidente de Kutxa –propuesto para ese cargo en 2014 por el PNV–. La fundación bancaria aportará 500.000 euros a la Capital Cultural como patrocinador general. Con las contribuciones que hará al margen de esa cifra, según Kutxa, su participación se elevará hasta un millón y medio.

Iturbe dice algo más. Dice que Juan Karlos Izagirre (EH Bildu), anterior alcalde de Donostia, nunca le llamó ni le hizo ninguna propuesta para patrocinar Donostia 2016. La contestación del anterior alcalde donostiarra viene en octubre vía Facebook: Izagirre repasa las reuniones que mantuvo con el presidente de Kutxa durante los últimos años para recordarle que la entidad financiera le pidió al Ayuntamiento que recalificara unas viviendas de protección oficial a libres para que la operación fuera más rentable –el Ayuntamiento se negó–; recuerda también cómo Kutxa retrasó sus pagos del centro cultural Tabakalera alegando que no podían hacer frente a la inversión, pese a que Kutxabank anunciaba públicamente que tenía beneficios; y rememora las llamadas telefónicas y la reunión que mantuvieron debido a un caso de desahucio, actuación que el Ayuntamiento no se mostró dispuesta a asumir. No son hechos directamente relacionados con la capitalidad, pero ayudan a entender qué es lo que ha condicionado la relación entre el nuevo patrocinador del evento y sus anteriores gestores.

Dudas en los escombros de un centro social autogestionado

Visto lo visto, no deja de ser curioso que la Capital Europea de la Cultura sea también un espacio de consenso para los partidos mayoritarios, ya que en el arco que va desde el PP hasta EH Bildu, ningún partido ha cuestionado Donostia 2016 y todos han participado en el proyecto. Eso no significa que no existan planteamientos críticos con la capitalidad, pero hay poca gente en la ciudad que pueda mostrarse contraria al 100%. Los agentes culturales que podían ser reacios a un evento de este tipo participan de una forma o de otra en él, y el movimiento 2016 Desokupatu que ha manifestado de forma más clara su oposición no ha conseguido de momento implicar a otros grupos –varios motivos podrían explicar este hecho; que Bildu haya gestionado la capitalidad durante cuatro años podría haber aplacado los ánimos de sectores que en principio estarían en contra–.

De todos modos, desde el desalojo y demolición del gaztetxe Kortxoenea a finales de 2015, la imagen neutra que proyectaba la capitalidad ha empezado a ser cuestionada por varios colectivos. La manifestación que recorrió las calles de la ciudad para denunciar el derribo del centro social autogestionado estaba encabezada por una pancarta en la que se leía 'Dono$tia 2016: cultura d€l capital'. El colectivo Donostiako Piratak que lleva más de una década impulsando un modelo festivo popular y participativo, ha convocado un “brindis a favor de la cultura popular” el 23 de enero. Puede que sea el primer paso para aglutinar a los que no están de acuerdo con el modelo de ciudad que podría derivarse de un evento de estas características.

“Los que trabajamos en la oficina del 2016 nos comprometemos con nuestro trabajo, no con todo lo que haga el Ayuntamiento”, explica un trabajador de la capitalidad que prefiere no hacer público su nombre, al ser preguntado por la actuación en Kortxoenea. Varios trabajadores de la capitalidad tomaron una posición similar al publicar una foto en la que aparecían sosteniendo carteles a favor del centro social. El propio director cultural de Donostia 2016, Xabi Paya, se desmarcó de la operación de desalojo y derribo: “La fundación publicó que el derribo es algo que es ajeno a su actividad y que esperamos que, en la línea de los valores del proyecto, las conversaciones entre el Ayuntamiento y el gaztetxe fructifiquen. Ahora bien, como creador, me entristece que se derribe cualquier tipo de centro cultural. Así es como lo veo. Estoy convencido de que en Donostia pueden convivir varios movimientos culturales”.

Donostia-Marsella-Donostia

“Cuando te sacan la palabra ‘cultura’ tienes que tragar, tiene un aura casi religiosa, intocable. Sólo los fascistas se oponen a la cultura”, comenta el historiador Alessi Dell’Umbria en el documental La fête est finie, tratando de explicar lo difícil que es ejercer la crítica a proyectos de este tipo. La película dirigida por Nicolas Burlaud analiza las consecuencias que tuvo para Marsella la capitalidad en 2013. Compara el evento con un caballo de Troya: algo que los ciudadanos celebran como regalo, sin tener en cuenta todo el daño que les puede causar.

La Capital Europea de la Cultura llegó a la ciudad francesa acompañada de grandes transformaciones urbanísticas y, según narra el documental, la reordenación de la ciudad obligó a muchos vecinos a cambiar de casa. Para otros, especialmente para los jóvenes que no son blancos, supuso no poder moverse con tranquilidad por el centro de la ciudad debido al incremento del control policial. Mención especial al puerto, que pasó de acoger barcos que venían de Túnez y Argelia a ser el embarcadero de cruceros turísticos. El proceso se describe como un mapa de guerra: la ciudad tiene que dar imagen de zona pacificada para poder escalar posiciones en los rankings turísticos. Y así, la calle se convierte en un espacio de representación, dejando de ser el territorio en el que el pueblo se reinventa a sí mismo. Las personas que no se adaptan a esa transformación dejan de existir. Literalmente: vemos al alcalde de Marsella en la inauguración de un centro comercial. “No veo a los que estaban en contra de este proyecto”, vocifera desde el micrófono.

Evidentemente, la mestiza Marsella y la Donostia Belle Epoque no se parecen mucho y sus respectivos proyectos de capitalidad tampoco. Pero hay un punto en el que coinciden: la importancia que dan a ese sujeto llamado turista –lo conocen, lo hemos visto antes–. Ese mamífero: no se quita las gafas de sol aunque esté en el País Chubasco, lleva una cámara dispuesta a disparar en cualquier momento y, como está fuera de casa mientras visita los puntos señalizados en el mapa, necesita consumir de todo. Eventos como la capitalidad se utilizan como cebo para cazarlo y, al parecer, dan buenos resultados. Arantxa Tapia, consejera de Desarrollo Económico y Competitividad del Gobierno Vasco, informa en Twitter: “La guía de viajes más importante de EEUU ha elegido Donostia entre los destinos recomendados para 2016”.

¿Para quién es la ciudad?

La cuestión es si cabrán. O, siendo más precisos, cómo está cambiando la ciudad para que puedan caber. Xabier Arberas, miembro de la asociación de vecinos Parte Zaharrean Bizi de la Parte Vieja, publicó un artículo en el diario Berria denunciando la situación en la que se encuentran: “Hay 210 establecimientos hosteleros en el barrio, es decir, 3,45 bares por cada 100 habitantes, casi un bar por cada 25 vecinos”. Ocupación y privatización del espacio público con terrazas, contaminación acústica o reducción de la movilidad son algunos de los problemas que señala en un barrio cuyos vecinos tienen una tasa de envejecimiento mayor que otras zonas de la ciudad.

Parece que en vez de atajar esos problemas se están tomando medidas para llevar más gente a la Parte Vieja: acaban de considerarla “zona de horario libre”, lo que significa que los comercios podrán abrir todos los días de la semana –durante la anterior legislatura esa opción se redujo a una parte del barrio y sólo durante los meses de julio y agosto–.

Los precios también han sido tema de conversación desde que el verano pasado un bar de la plaza de la Constitución cobrara 16 euros por cuatro cañas y uno de los consumidores hiciera circular la foto del ticket en las redes sociales –la imagen ayudó a muchos a comprender qué significa la expresión “hostelero”–. Preguntado por el tema, el presidente de la asociación de hosteleros de Gipuzkoa afirmó a la cadena Ser que “no queremos ser un destino barato, nos convertiríamos en Magaluf”. Traducción: los precios de las consumiciones en la plaza más emblemática de la Parte Vieja se calculan según lo que puedan pagar los extranjeros.

Es una problemática que va más allá del 2016, pero se podría preguntar si este tipo de eventos cumplen alguna función en la planificación urbana de la ciudad. Por ejemplo, el proyecto para transformar el puerto de Donostia en una zona que atraiga turismo náutico no se justifica necesariamente con la capitalidad cultural, tampoco el hotel que quieren construir en Sagües o el nuevo metro que presumiblemente atravesará el centro de la ciudad. Pero la Capital Cultural Europea puede facilitar todas esas operaciones tapando con el mismo paraguas cultura y urbanismo como instrumentos para el progreso de la ciudad. Como mínimo, hace que resulte difícil plantear este tipo de debates, puesto que la capitalidad tiene la vocación de representar a toda Donostia y cuestionarla se convierte automáticamente en algo parecido a ir en contra de todo el mundo.

La representación no ha hecho más que empezar. Cuando finalice la obra tal vez veremos más claro que era la cosa esta que pasó en 2016.

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